Hace apenas un mes
Alfredo Julio Grassi no creía en líneas invisibles
o poderosos intereses que pudieran gravitar,
directa o indirectamente, en la conducción
económico-estatal del cine nacional y hasta
arriesgaba corto plazo —"diez días, poco más o
menos"— para la "salida" de la reglamentación. Los
incrédulos —los hay siempre— murmuraban: "Grassi
no tiene noción de lo que le espera, y todavía no
ha tenido tiempo de leer entrelineas el decreto de
6 a 1". (TODO Nº 1).
Mientras el tiempo
corre y los problemas cinematográficos se
multiplican, un nuevo status se ha creado. La
lucha silenciosa ha sucedido a las extroversiones
verbales entusiastas y desde su inmenso despacho
—tanto como para suscitar la kafkiana sensación de
soledad— de un tercer piso de la calle Lima,
Grassi se está convenciendo, paciente y
razonadamente, de la complejidad de intereses que
mueven a la precaria industria fílmica del país.
"La lucha táctica sucede al lirismo", decía al
cronista de Todo un antiguo empleado del
Instituto, testigo obligado de los reiterados
cambios de autoridades ("y de políticos") en los
últimos años de ese organismo.
Pero ¿qué es el
6 a 1?
En este momento la
Cámara de la Industria Cinematográfica Argentina,
los distribuidores de películas extranjeras y
Mentasti-Argentina Sono Film dibujan el triángulo
escaleno que inquietó al Instituto. El ciudadano
que lee los diarios y se ubica en calidad de
espectador frente a la pantalla de cualquier
cinematógrafo, se pregunta mientras tanto qué
diablos es ese 6 a 1 que ha dado y sigue dando que
hablar. El enjuto director René Mugica (Hombre de
la esquina rosada, Rata de puerto) lo explica muy
fácilmente: "Por cada película argentina podrán
entrar al país 6 extranjeras. Esto es muy
sencillo. Lo difícil es cómo se hace efectivo. Lo
difícil son las sutilezas". El cronista se sintió
impulsado a consultar al discutido Atilio
Mentasti, factótum de la política empresaria de
Argentina Sono Film, la única productora estable
del país. Don Atilio es explícito: "El 6 a 1
persigue tres objetivos fundamentales: mayor
producción de películas argentinas, ingreso de un
número menor de películas extranjeras, menos
divisas que salgan del país". En seguida aclara:
"La entrada restringida de films extranjeros no
perjudicará al espectador; al contrario, se
impondrá la selección de títulos por atractivos y
calidad". Y añade una consideración de orden
general: "Se trata de defender al cine argentino,
es una constante de la política proteccionista que
rige para todas las industrias del país; los demás
países hacen lo mismo". Luego da cifras: "Al ritmo
actual se podrían ver en 1965 unas 300 películas
extranjeras y unas 50 argentinas".
Las palabras de
Mentasti se corroboran con otras de René Mugica:
"Desde la Cámara tuvimos que convencer al
Instituto de que el problema del cine argentino no
es de distribución sino de producción: hay que
asegurar la producción para lograr la estabilidad
de la industria. Lo interesante del 6 a 1 es una
regulación del mercado y la posibilidad no
improbable de la inversión extranjera en nuestro
cine, como ya ocurrió en España."
Muy semejantes, en este
renglón, fueron las consideraciones de Atilio
Mentasti: "Las distribuidoras extranjeras no
distribuyen bien las películas argentinas. Yo no
les entregaría mis films, pero cada film mío —o de
cualquier otro productor— crea la posibilidad de
que se introduzca 6 producciones de afuera". El
cronista deduce que en consecuencia el productor o
el Estado serían dueños de una opción (de 6
películas) por cada film argentino. El vehemente
don Atilio cree que el productor debería ser el
dueño de esa opción. "En última instancia —
agrega— la opción pertenecería al Instituto, o sea
al "Estado".
¿Contradicciones? ¿Hegemonía?
Por ese lado la
dinastía Mentas-ti vuelve a ser vulnerable. "La
hipotética trampa de la ley", musitaba un
productor independiente, rogando se callara su
nombre "por ahora". "Eso de la opción en manos del
productor —añadía— favorecería a los menos". El
porqué inquirido fue contestado así: "Esta
aparente generosidad esconde la maniobra-trust:
sólo Mentasti, por el volumen de su producción,
establecería la proporcionalidad del 6 a 1,
cediendo opciones a distribuidoras. ¿Cómo
colocarían su producción los independientes?" El
cronista, en tren de infidencia, soslayó nombre- y
apellido, pero trasmitió las palabras a don
Atilio, quien esbozó desganada sonrisa y acotó:
"Yo no quiero entregar mis films a otros
distribuidores. El sistema que sugiero funciona
muy bien en España". De lo demás no se afligió:
"Total, me critican de cualquier manera".
Así las cosas, la
Cámara de la Industria Cinematográfica Argentina
ha discutido encontradas posiciones emergentes de
¡la entraña de la industria. Ha trascendido que
hubo veladas presiones y diálogos agrios; también
que Ramón Martínez (delegado de S.I.C.A.,
sindicato de los trabajadores del gremio
cinematográfico) no ha estado solo en una posición
clara para que el 6 a 1 no sea trampolín de
ninguna clase de hegemonías. Finalmente, la Cámara
habría llegado a un acuerdo de conceptos y
objetivos con el interventor Grassi y sus asesores
Casado Martínez y Lazcano. En otro frente, ya
menos ofensivo, están los distribuidores, parte
de los cuales (los llamados "distribuidores
independientes" u "hormigas" en la intimidad del
ambiente) han capitalizado para sí los servicios
jurídicos del doctor Carlos Sánchez Viamonte,
obsedido éste por la "inconstitucionalidad" de los
decretos-leyes del ex presidente Guido (el
2979/63, o del 6 a 1 es uno de ellos). El colofón,
con todo, está dado por el optimismo predominante:
la reglamentación sería inminente y el 6 a 1
funcionaría desde el 1º de enero de 1965 con las
películas nacionales producidas en 1964 y aún no
estrenadas, más, naturalmente, las que se
produzcan el año venidero.
Revista Todo
29/10/1964
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