BUÑUEL A LOS 70 AÑOS DICE
BASTA NO QUIERO HACER MAS CINE

LUIS BUÑUEL ES UN HOMBRE REALMENTE DIFICIL, DIFICIL DE REPORTEAR, DIFICIL PARA EL DIALOGO —SU SORDERA CONSPIRA— Y, SOBRE TODO, DIFICIL DE ENCONTRAR. SIN EMBARGO EL TESON DE PERLA DE LA VEGA TUVO FINALMENTE SU PREMIO. LO ENCONTRO EN MADRID, LO ENTREVISTO Y RECOGIO CONFESIONES SOBRE SU MANERA DE PENSAR. BUÑUEL ES, FUNDAMENTALMENTE, UNA PERSONA CON MUCHO HUMOR. SI SIGUE LEYENDO Y LO INTERPRETA LO VA A COMPROBAR.
Luis Buñuel
La novela de Benito Pérez Galdós tomó forma de mujer en la silueta de Catherine Deneuve y "TRISTANA" comenzó con paso firme a caminar las calles de Toledo; al llegar yo a Madrid aún se hablaba del estreno mundial que regaló España a Luis Buñuel, una especie de "vuelta 'oficial a la tierra"; pero, cosa curiosa, el gran director ponía en evidencia su permanente y marcado desprecio por las pompas y no asistió a "escuchar" sus aplausos. Su sordera se ha acentuado en los últimos años, y tal vez tampoco le importe demasiado saber qué se dice de él ni de sus filmes.
—Perdóneme usted, pero jamás, hace más de doce años, acepto entrevistas; las declaraciones me parecen tontas, el cine no me importa nada, el público tampoco.
Era una mañana de sol, yo estaba frente a ese hombre que tantas veces quise conocer, y cuando llegaba a Barcelona estaba en Madrid y cuando llegaba a Madrid recién salía para México; no tiene orden ni almanaque, ni más compromisos que los que voluntariamente quiere imponerse.
—¿Por qué vivió tantos años en México, siendo usted español?
—Cuando estalló la guerra civil yo estaba del lado de los rojos; era licenciado en letras y me encontraba en el Cuerpo Diplomático como agregado en Francia, partí entonces para México y comencé a hacer mucho cine, no el que me gustaba o quería sino por encargo y muy condicionado.
Pensé entonces en el contraste de que había sido víctima; ahora tenía la sensación de ser el eje del cine español.
—"Tristana" esperó un año en las latas; su estreno costó un ministro, pero al fin se estrenó sin cortes; la censura debió aceptarla tal cual la hice; la única variante es que la han querido doblar al francés y poner los textos en español; pienso que será porque les gusta más escuchar la voz de Catherine Deneuve...
Sigue sonriendo a cada frase, derrochando una amistosa amabilidad; los camareros del lujoso hotel donde fue concertada la entrevista están atentos al más mínimo gesto de ese hombre que consume grandes tazas de café azucarado; yo, entre tanto, termino por dar rienda suelta a mi curiosidad contenida; podía saciarla y no era cosa de desperdiciar la ocasión:
—Señor Buñuel, ¿qué tenía la cajita del chino de "Belle de jour"?
La escena, muchos recordarán, se desarrolló así: El chino entró en la lujosa casa de citas vestido de negro, con severos anteojos. Parecía un funcionario. A lo mejor era un funcionario. Eligió su compañía: una chica morena de ojos grandes. Se encerró con ella en la habitación. Pasados los primeros rituales, los rituales obvios de la relación fugaz, el chino sacó una cajita de su saco y la abrió lentamente. Un zumbido extraño, persistente, agudo, inundó el cuarto. Algo se movía allí adentro. Algo desagradable, porque la chica fue en seguida el rostro del espanto y huyó, huyó escaleras abajo.
Belle de Jour, la mujer de alta posición que desdoblaba su vida en la casa de citas, fue la única que aceptó la presencia de la cajita, del zumbido y de esa cosa alucinante que la cámara de Buñuel se empeñó en no mostrar. Después del estreno de la película no hubo hombre ni mujer que no se preguntara: ¿Qué tenía el chino dentro de aquella caja? Nadie, hasta ahora, pudo saberlo.
Vuelve a sonreír.
—Todo el mundo pregunta lo mismo; en México me dieron una comida con gente muy importante, asistí porque se trataba de amigos —se apura a aclarar—; a los postres una destacada personalidad del mundo médico me hizo la misma pregunta —compartí su sonrisa y esperé—. "Pero, ¿cómo puede usted preguntarme eso, doctor? No lo sé, pero siempre es lindo crear curiosidad" —y sigue riéndose de su ocurrencia.
—¿Por qué no pone música en sus filmes?
—Me parece un elemento extraño e inútil al cine. Si filmo un cabaret, donde al entrar se oye música, la pongo; si mi protagonista toca el piano, como en "Tristana" por ejemplo, la respeto, pero luego nada más; los ruidos naturales son mejores, una fuente con agua, el andar de los animales, el ruido de las hojas...
Y como para justificar su actitud de despreocupación por la crítica comenta:
—Vea usted lo que son los críticos, una vez leí de una de mis películas: "La actriz, tal cosa; la dirección, tal; la ambientación, etc.; la música, muy buena"; con lo que advertí que muy pocos se dan cuenta que mis películas no tienen música.
—Buñuel, ¿usted ve cine?
—No, jamás, creo que por compromiso tal vez vaya una vez al año, cuando se trata de amigos.
—¿Y a sus estrenos?
—Tampoco. El año pasado casi me llevaron encadenado a Venecia cuando me dieron el León de Oro por "Belle de jour".
La conversación se ha tornado amable; mientras tiene la sensación de una charla informal pregunta por amigos comunes, que son quienes me posibilitaron este encuentro. El sol madrileño ilumina nuestra mesa; son las doce de un día cualquiera para los cientos de turistas que con sus cámaras fotográficas registran la fuente que se ha tornado un ocasional monumento: el agua en forma de penachos congelados nos recuerda algunos grados bajo cero; para mí es un día que marcará mi agenda con la misma emoción que la tarde que en París fijo el encuentro de una entrevista con Andrée Malraux. Es una generación que nos deja una escuela, que nos marcó discutidos caminos de ideales.
—¿Cuál será, Buñuel, su próximo filme?
—NO, NO QUIERO HACER MAS CINE, ya tengo setenta años, salvo que me aburra de no hacer nada, volvería a filmar, por ahora BASTA —y continúa—: Profesionalmente la defraudé, ¿verdad?
—¿Por qué...? —Y cuando voy a agregar algo más, me interrumpe:
—Pero sé que como amigo no. Tenemos muchos amigos comunes; déles a todos un gran abrazo; con Delia Garcés filmé en México algo, por allá por 1953. ¿Usted la ve?
Recuerda a Ulyses Petit de Murat, se ríe de anécdotas compartidas, busca su gorra con visera, mete su mano izquierda en el bolsillo de su grueso sobretodo, nos encaminamos a la puerta de salida, vuelve a sonreír mientras acepta posar conmigo en un par de fotografías.
—Muchas gracias. Quiero ser original: "He tenido un verdadero gusto de haberlo conocido". Advierte por primera vez mi nerviosismo; mi nota estaba lograda.
—No me gustan las entrevistas. Hemos conversado como amigos, hasta pronto. Cuando vuelva llámeme.
—Gracias nuevamente, hasta muy pronto. Otra vez se confundía, como desde hace diez años, con miles de españoles que se emocionaron, que aplaudieron, que lloraron, que polemizaron viendo a "TRISTANA". . .
PERLA DE LA VEGA (Nota, me queda la duda si la periodista no será la misma que ayudó en la fuga de Héctor Cámpora de la cárcel, en los 50, en Río Gallegos)
Revista Gente y la actualidad
01/07/1971
 

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