Isabel Sarli acusa a
Torre Nilsson
Señalando a Leopoldo
Torre Nilsson como impostor, Isabel Sarli inicia
un estrepitoso proceso: demostrar que el laureado
director argentino fue cómplice de la adulteración
pornográfica de Setenta veces Siete, en Estados
Unidos. Nilsson niega y se desinteresa
-Por fin llegó el día
en que el máximo impostor del cine argentino quede
desenmascarado.
Isabel Sarli es
implacable: acusa a Leopoldo Torre Nilsson de
negociar la adulteración de la única película que
realizó en 1961 bajo su dirección: Setenta Veces
Siete. La sentencia es lapidaria, pero esta
historia se originó hace dos meses, cuando en
setiembre, un amigo de la explosiva actriz
radicado en Estados Unidos le envió un recorte del
“Daily News”, donde un columnista cinematográfico
consideraba a “The Female” —título elegido en ese
país para “Setenta Veces Siete”— como uno de los
films más pornográficos exhibidos allí.
“Yo no hice desnudos
con Nilsson —grita Isabel Sarli—. Se los agregaron
allá, no me cabe duda que el dio su
consentimiento.” Para fortificar esta presunción,
la Sarli explica: Setenta Veces Siete fue un
fracaso comercial por lo que el productor Antonio
Motti al no poder pagarle con dinero a Nilsson, le
cedió el territorio de EE.UU. para que él mismo
comerciara el film. Nilsson vendió la película a
Jerry Intractor, un exhibidor yugoslavo, que la
dobló al inglés. Otro de los personajes que
participó del negocio fue Oreste Trueco (el mismo
que estuvo recientemente implicado en el escándalo
de “La Bi. ga”). “El año pasado -explica la Sarli-
Trueco me comentaba bromeando: ‘Vieja, qué bodrio
resultó Setenta Veces Siete. Habrá que agregarle
algunos desnudos para hacerla aceptable. Te
encontraron una doble fenómena’.”
En diciembre de 1966,
viajando hacia Inglaterra, Isabel Sarli hizo
escala en Nueva York y pidió ver su película
doblada. “No había copias por ningún lado
—recuerda—. Cuando volví a EE.UU. el mes pasado,
para presenciar el estreno de 'La mujer de mi
padre', un distribuidor italiano de Los Angeles me
confesó que había visto The Female, y que la misma
tenía secuencias horrorosas.”
Cuando Isabel
telefoneó a Trueco pidiéndole explicaciones, éste
le respondió bruscamente: “Llamá a Intractor; yo
no sé nada”. “Intractor fue más expeditivo
—informa Sarli—. Me aconsejó que reclamase a
Nilsson ya que él se había llevado los dólares de
la adulteración. Lo siniestro es que Nilsson hizo
retirar su nombre del film para lavarse las manos
y evitar cualquier acusación.”
Con voz pausada y
hasta desinteresada, Leopoldo Torre Nilsson es más
breve: “Vea, todo esto me aburre. He vendido
infinidad de películas y todo el gremio
cinematográfico sabe lo difícil que es controlar
las exhibiciones en el exterior. Con los
exhibidores que comercié Setenta Veces Siete
establecí la prohibición de cortes, agregados o
adulteraciones. Si ellos violaron el trato, son
los únicos culpables. No sólo Isabel Sarli, sino
también yo, seríamos lesionados por igual. Pero
todo esto me suena a publicidad barata,
especulativa. . . Mi abogado me aconsejó pleitear
a Isabel Sarli por injurias. . . Pero esto me
fatiga mucho y yo tengo otras cosas que hacer”.
Pero Isabel Sarli no
está cansada: dentro de pocos días enviará —como
primer paso— un telegrama a EE.UU. exigiendo el
secuestro del film. “Si no resulta —asegura
indignada— apelaré al Instituto del Cine y hasta a
la embajada norteamericana.” Pero hay más. En
abril del próximo año Isabel volverá a Estados
Unidos. Acompañada de un escribano presenciará
“The Female” en la sala donde se exhiba, levantará
un acta, exigirá una copia y, en Buenos Aires, la
confrontará con los originales de Setenta Veces
Siete, en los laboratorios Alex. “Si Nilsson no
tuvo nada que ver con la adulteración, que demande
al culpable. —se impacienta Isabel—. Pero esto no
ocurrirá porque el mismo Trueco me hizo
confesiones gravísimas que no revelaré por el
momento”.
Revista Siete Días
Ilustrados
28.11.1967
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