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ELAINE STEWART Modelo de gracia, belleza y
talento
CIERTO escritor cáustico afirmó
que las muchachas modelos no suelen ser modelos
de muchachas. Injusta aseveración, porque no
sólo las modelos llevan una vida correctísima en
su mayoría, sino que su comportamiento está
sometido, por exigencia de las empresas en las
cuales prestan servicios, a normas
rigurosísimas, no sólo en lo atinente a la
conducta moral, sino al trato social, a la
alimentación y, muy particularmente, a las
formas que deben guardar en todas sus
apariciones en público. Ese sometimiento a
una conducta tan estricta sólo pueden resistirlo
aquellas muchachas que están dotadas de
temperamentos muy especiales. Aparte de que ya
de por sí la profesión de modelo exige otras
cualidades, tales como la belleza física, gracia
y simpatía y condiciones naturales de fotogenia
y una armonía en todos sus movimientos que las
hagan irresistiblemente tentadoras. Esto no
lo ignoran los productores cinematográficos, y
de ahí que siempre que se trate de cubrir claros
en los elencos femeninos los primeros lugares a
los cuales se acude son a las agencias de
modelos. Muchas figuras que gozan actualmente
de fama como estrellas cinematográficas fueron
antes cotizadas modelos que lucieron su
seducción ante los ojos admirativos de cientos
de mujeres. Uno de los casos más recientes
es el de la bellísima Elaine Stewart. Hace poco
más de dos años era una modelo sumamente
ocupada, pero desconocida en los medios
cinematográficos. Bastó, sin embargo, que la
viera un agente de la Metro Goldwyn Mayer para
que las puertas de Hollywood se le abrieran de
par en par. "He sido muy afortunada en lo que
respecta a mis caracterizaciones en la pantalla
y en las otras ventajas que me han proporcionado
las películas", admite con entusiasmo Elaine
Stewart. "Cuando trabajaba como modelo en
Nueva York pensé que el mundo de los
espectáculos giraba en torno a Broadway y que
una actriz encontraría todas sus oportunidades
en la gran metrópoli. "Luego me llamó
Hollywood para que hiciera mi aparición en
películas. Eso, naturalmente, me produjo gran
alegría, pero confieso que en lo profundo de mi
corazón sentía que la Meca del cine era uno de
los lugares más aislados del mundo, donde
estaría como enjaulada, sin contacto con el
exterior. Sin embargo, tan pronto como trabajé
en mi primer film cambié completamente de
opinión. Cuando terminamos el rodaje de
"Cautivos del mal", donde cumplía mi primera
labor de relieve, luego de unos cuantos papeles
iniciales, la Metro me envió en una gira por
diversas ciudades de los Estados Unidos, para
realizar apariciones en persona. Posteriormente
hice otras "tournées" similares. Hollywood, en
lo que a mí respecta, no es una ciudad fría y
egocéntrica. Por el contrario, ha resultado ser
"la puerta abierta" para adquirir amistades y
experiencia sin par. revista PBT
30.04.1954
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