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Barbara Stanwyck Milagro de talento, belleza
y vitalidad
Nunca se habrá habado lo
suficiente de Bárbara Stanwyck; ni se habrá
agotado el tema de su vida, ni habrá perdido
vigencia el ejemplo de su lucha, de su voluntad
tesonera en pos del triunfo. Ni se habrá dicho
lo suficientemente bien que su caso no no solo
es un caso de éxito por la perseverancia, sino
que su largo estrellato es un caso de positivo
talento, como su belleza es un milagro de
permanente frescura y su temperamento manantial
inagotable de vitalidad. Lo primero está
proclamado en antecedentes que nadie desconoce.
Está en la lucha de aquella muchacha, llamada
entonces Ruby Stevens, que cuando tenía quince
años iría a ver salir a los artistas que
trabajaban en los estudios Vitagraph, y que
soñaba con ser una bailarina como Isadora
Duncan, y a quien las circunstancias la llevaron
a iniciar su carrera como simple corista de
"night-club", luego de haber pasado por el
cernidor de otras muchas profesiones duras y
exigentes. De su talento nos hablan labores
que han quedado consagradas como maestras dentro
de la rica tipología del cine: "Madre", "Siempre
en mi corazón". "Desayuno para dos", "Siempre
adiós", "Recuerda aquella noche". "Entre tú y
yo", "Bola de fuego". "Carne y fantasía". El
milagro de su belleza, que es el milagro de la
mitológica y prodigiosa Juvencia, exigiría
párrafos extensos y encendidos de admiración.
Parecería estar asentada más allá del fluctuar
del tiempo y los años y que las luchas y los
contratiempos pasaran sobre ella sin rozarla
siquiera. La vitalidad y la capacidad física
las viene demostrando en su programa de labor,
que, lejos de atemperarse, se ha multiplicado en
los últimos años, en esfuerzos como en la
diversidad de creaciones. Ninguna labor, por
difícil y complicada, ha escapado a su despierta
sensibilidad. Creeríase que la conciencia de su
valer la llevara a prodigarse en nuevas y
mayores exigencias. Su personalidad, sin
embargo, es gravitante aun más allá del limite
puramente profesional. Le interesa la literatura
como entretenimiento y como ejercicio, la atraen
la pintura y la escultura, y penetrando ya en el
terreno de lo estrictamente femenino, considera
que la mujer debe vestirse siempre
impecablemente; magnífica acción para quienes
dejan avasallar su femineidad con arrestos de
masculinidad e influencias extravagantes.
Bien está, entonces, el homenaje que le acaba de
rendir un destacado director de Hollywood, al
asignarle las condiciones que son las
características de las grandes personalidades
cinematográficas: sinceridad, paciencia,
tolerancia, consideración, perseverancia,
carencia de egoísmo, humildad. honradez y fe.
Revista PBT 23.04.1954
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