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Angela Landsbury Una sugestiva contribución
inglesa
SI hay que tomar como valedera la
frase de que "todos los caminos conducen a
Hollywood" —versión remozada de la otra
célebre—, también es verdad que ese camino tiene
su principal punto de partida en Inglaterra. De
allí provienen la mayor parte de las luminarias
que desde antiguo brillan en la constelación
cinematográfica. Podríamos hacer gran número de
menciones para avalar lo que antecede, pero nos
concretaremos a los ejemplos más excepcionales:
Charlie Chaplin, Madeleine Carroll, Robert
Donat, Greer Garson, Charles Laughton, Cary
Grant, Vivien Leigh, Robert Young y Merle Oberón
son sólo una parte de los intérpretes nacidos en
Inglaterra y que alcanzaron luego su definitiva
consagración en Hollywood. Dentro de otro
núcleo, de menos notoriedad pero de una
capacidad que no desmiente la línea de tradición
de los intérpretes ingleses, se encuentran
también un número bastante considerable de
figuras. Una de las más interesantes
personalidades, comprendidas dentro de esa
categoría, es Angela Landsbury, una rubia de
particular belleza, que lleva cumplida una
interesante carrera artística. Angela
Landsbury llegó a Hollywood en 1940. Tenía
entonces apenas catorce años. Conocía a fondo,
por haber vivido día tras día, el clima teatral
de Londres, donde su madre era actriz. También
había mantenido un contacto frecuente con el
público, pero en papeles de escasa importancia.
Apenas si de cuando en cuando una que otra
aparición en papeles infantiles. Y no por falta
de oportunidad o de capacidad, sino porque el
teatro le interesaba sólo como un medio y no
como un fin. Su objetivo era el cine. Más
concretamente, el cine en Hollywood. En plena
guerra abandonó su patria, y en compañía de su
madre se refugió en Estados Unidos. Todo cuanto
podía ofrecer en los estudios era la experiencia
adquirida en Londres y los conocimientos que la
constante tutela artística de su madre le habían
proporcionado. Más de tres años estuvo sin hacer
nada. También ¡en Hollywood había mermado la
producción y eran muchas las figuras europeas
que aguardaban una oportunidad. Figuras con un
nombre, con un prestigio, hacían constantemente
antesalas. Pero Angela Landsbury tenía algo
que para el cine es definitivo. Era
auténticamente joven y hermosa. Sabía hablar y
moverse frente a las cámaras. Y fué gracias a
eso que logró su oportunidad en "Luz de gas",
donde encarnó el papel de la sirvienta que
arrebata a Ingrid Bergman el amor de Charles
Boyer. Aquella aparición fué suficiente para que
los productores —siempre al acecho de caras
nuevas —vieran en ella a una actriz de grandes
posibilidades. Y ése fué el punto de partida
para una brillante carrera, que a 15 años de su
iniciación no ha declinado en lo más mínimo.
Angela Landsbury es una estrella por propia
gravitación de su talento v belleza, tal como lo
había soñado en Londres, cuando sus pensamientos
se concentraban en el dorado Hollywood.
Revista PBT 02.09.1955
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