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—Con respecto a las posibilidades de evolución de un actor
consolidado, como es tu caso, ¿cómo encontrás a la Argentina en
ese sentido?
—No creo que la parte artística esté desprendida —ni tiene
porqué estarlo— de un contexto general del país, si hay muchas
cosas que no funcionan no sé por qué el arte tiene que ser una
bala solitaria. Es lógico que uno llegue aquí a un nivel y se
detenga en ese nivel, éste es el problema: el que llega al mejor
nivel en el campo de la actuación, por ejemplo, ¿de quién
aprende para no estancarse y evolucionar? En nuestro país la
única forma de aprender es mantener despierto —muy despierto— el
sentido de autocrítica y no bandearse. Porque en última
instancia hacer bien las cosas no tiene ningún mérito.
—¿Por qué?
—Porque hacerlas bien es lo menos que podés pretender de las
cosas que hacés, en cualquier tipo de profesión que tengas. A
veces será difícil, significará un gran esfuerzo, te cuesta
porque las condiciones no están preparadas para que todo salga
bien. Pero una vez que las hacés bien, bueno, entonces tenés que
empezar a agregar todas las otras cosas que enriquecen tu
trabajo, que le dan categoría y valor. Todo esto tiene que ver,
como te dije, con el contexto general del país. Cuando vas al
extranjero y te encontrás con que Buenos Aires es una parte de
Brasil... te das cuenta que hay una imagen del país que no
funciona; y no es cuestión de ir al mapa, hay algo nuestro que
evidentemente no funciona afuera. Tenemos la culpa porque no hay
ningún tipo de inquietud ni de movilización, ni de información
de lo que es nuestro. Porque, obviamente, también hay una
política que es así, y entonces lo artístico no puede escapar a
eso. No hay posibilidad. Por ejemplo, yendo a lo específico, en
EE.UU., o en Europa, sea Inglaterra, Checoslovaquia o Suecia, te
enseñan teatro en las escuelas y el teatro está considerado una
profesión seria. En Suecia, por ejemplo, los actores que no
tienen el carnet que los habilita profesionalmente no pueden
trabajar porque si no los meten presos. Hay una dignificación de
la profesión. Aquí esto no se da. No hay un lugar específico
donde puedan ir a estudiar, salvo los maestros que existen en
este momento: Gandolfo, Fernández, Alesso. .., pero son todas
iniciativas individuales. Todo el teatro en la Argentina está
basado, en general, en movimientos particulares; no tienen apoyo
ni del gobierno ni de nadie. Y lo triste es que tenemos muy buen
material. ¿No es curioso que los mejores directores que hay en
Europa actualmente sean argentinos? Esto ocurre en un plano
paralelo al éxodo de médicos, profesionales que se van a otros
países porque acá no tienen cómo realizarse, al margen de poder
discutir esta actitud; evidentemente hay en el país una
imposibilidad del realizar determinadas cosas y se desperdicia
material humano que es importantísimo.
—Vos siempre elegirías quedarte, ¿no?
—Por supuesto. Me parece que hay que librar la batalla acá,
cueste lo que cueste. Pero uno siente que no depende solamente
de uno, que es sólo la parte de un todo que tiene que
modificarse.
Fragmento de reportaje de Guillermo Zorraquín (h) a Bárbara
Mujica
Foto de Juan Mesticheli
Revista Gente y la Actualidad
17.12.1970