Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 

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Bárbara Mujica

—Con respecto a las posibilidades de evolución de un actor consolidado, como es tu caso, ¿cómo encontrás a la Argentina en ese sentido?
—No creo que la parte artística esté desprendida —ni tiene porqué estarlo— de un contexto general del país, si hay muchas cosas que no funcionan no sé por qué el arte tiene que ser una bala solitaria. Es lógico que uno llegue aquí a un nivel y se detenga en ese nivel, éste es el problema: el que llega al mejor nivel en el campo de la actuación, por ejemplo, ¿de quién aprende para no estancarse y evolucionar? En nuestro país la única forma de aprender es mantener despierto —muy despierto— el sentido de autocrítica y no bandearse. Porque en última instancia hacer bien las cosas no tiene ningún mérito.
—¿Por qué?
—Porque hacerlas bien es lo menos que podés pretender de las cosas que hacés, en cualquier tipo de profesión que tengas. A veces será difícil, significará un gran esfuerzo, te cuesta porque las condiciones no están preparadas para que todo salga bien. Pero una vez que las hacés bien, bueno, entonces tenés que empezar a agregar todas las otras cosas que enriquecen tu trabajo, que le dan categoría y valor. Todo esto tiene que ver, como te dije, con el contexto general del país. Cuando vas al extranjero y te encontrás con que Buenos Aires es una parte de Brasil... te das cuenta que hay una imagen del país que no funciona; y no es cuestión de ir al mapa, hay algo nuestro que evidentemente no funciona afuera. Tenemos la culpa porque no hay ningún tipo de inquietud ni de movilización, ni de información de lo que es nuestro. Porque, obviamente, también hay una política que es así, y entonces lo artístico no puede escapar a eso. No hay posibilidad. Por ejemplo, yendo a lo específico, en EE.UU., o en Europa, sea Inglaterra, Checoslovaquia o Suecia, te enseñan teatro en las escuelas y el teatro está considerado una profesión seria. En Suecia, por ejemplo, los actores que no tienen el carnet que los habilita profesionalmente no pueden trabajar porque si no los meten presos. Hay una dignificación de la profesión. Aquí esto no se da. No hay un lugar específico donde puedan ir a estudiar, salvo los maestros que existen en este momento: Gandolfo, Fernández, Alesso. .., pero son todas iniciativas individuales. Todo el teatro en la Argentina está basado, en general, en movimientos particulares; no tienen apoyo ni del gobierno ni de nadie. Y lo triste es que tenemos muy buen material. ¿No es curioso que los mejores directores que hay en Europa actualmente sean argentinos? Esto ocurre en un plano paralelo al éxodo de médicos, profesionales que se van a otros países porque acá no tienen cómo realizarse, al margen de poder discutir esta actitud; evidentemente hay en el país una imposibilidad del realizar determinadas cosas y se desperdicia material humano que es importantísimo.
—Vos siempre elegirías quedarte, ¿no?
—Por supuesto. Me parece que hay que librar la batalla acá, cueste lo que cueste. Pero uno siente que no depende solamente de uno, que es sólo la parte de un todo que tiene que modificarse.
Fragmento de reportaje de Guillermo Zorraquín (h) a Bárbara Mujica
Foto de Juan Mesticheli
Revista Gente y la Actualidad
17.12.1970

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