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Una picada con carne, palta y mil ingredientes no veda por
completo la nostalgia al recordar a "mis padres que eran polacos
o rusos, no se sabe muy bien; fijate que nacieron en Grodno, una
zona en disputa por ese tiempo". Pero ella es del barrio del
Abasto "y muy argentina, aunque a muchos se les da por suponer
que vine al mundo en Trascaucasia o algún lugar exótico". Lo
real es su trajinar artístico responsable ya de jerarquizadas
presentaciones en el país y siete giras europeas, la primera en
1957; pero antes, por supuesto, tuvo que dar su berrido inicial
en el gardeliano Abasto, y lo hizo un 21 de septiembre, día de
la primavera, "lo que suena como una premonición: yo soy un
manojo de temperamento y nada me parece más puro que una flor".
Sólo con mirar a los costados se descubre tanta predilección
floral, ese trópico recostado en las paredes.
Joel Lincovsky —el padre— era empresario del teatro Excelsior,
consagrado al repertorio judío; allí desfilaron nada menos que
Jacobo Ben Ami y Joseph Buloff, divos que con todo no
determinaron tempranamente la vocación de la chica "acodada día
tras día en el palco avant-scéne: opté por estudiar danzas con
Gema Castillo en el Colón de Buenos Aires, con el saldo no sé si
bueno o malo de que a los 13 años la rotura de un tobillo
interrumpió mis pininos aunque llegué a bailar en la obra Hija
de estrella-, de modo que empecé el colegio comercial y los
cursos de teatro en el IR bajo la batuta de David Licht. Espero
que nadie diga: «¡Humm...!, mejor si se hubiera dedicado al
baile...»", ríe.
Fragmento de la crónica de Jorge Madrazo para la revista Siete
Días Ilustrados, 19.07.1971. Foto de Juan C. Franceschini