—Una guitarra debe ser nueva pero de maderas viejas. Si las
maderas son jóvenes, producen cambios en el sonido al envejecer
y traicionan.
No hay guitarra capaz de rebelarse entre los brazos de Eduardo
Falú, es imposible. Lo saben los franceses que lo aplauden
después de un silencio casi religioso cuando ocupa los mismos
escenarios de Segovia o de Yepes, lo saben los japoneses que han
llegado a la lágrima después de emborracharse con sus sonidos.
—Muchos creían que era una locura hacer la "zamba de un triste"
o la de "la Candelaria". Decían que había palabras, sentidos
herméticos, poco claros. Fueron éxitos grandes y eso me dio
bríos para seguir en esa línea. Claro que antes las cosas habían
sido bastante difíciles. Tocaba para la poca gente que quería el
folklore en Buenos Aires, en casas particulares o en lugares
como el "Sagaró", por donde también pasaban los Abalos,
Atahualpa. Vivía un poco de prestado.