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Elsar Berenger

ELSA BERENGUER: QUEVEDO EN SAN TELMO
"Quería llegar al café concert con un repertorio abrevado en los clásicos españoles. Era un viejo sueño y no tenía otro propósito que el de divertir sin pretensiones intelectualoides." Elsa Berenguer (37) explica así '¿Nací o me hice?', el show que desde hace dos meses multiplica parroquianos en el Bar Sur, un reducto porteño de Balcarce al 800. Sin embargo, el profuso, ecléctico espectáculo parece, a veces, desmentir esa pretensión de prescindencia: textos de Gabriel Celaya (La poesía es un arma cargada de futuro) o del combativo León Felipe destilan sus ácidas críticas al lado de poemas de Góngora o Quevedo, de La canción para cambiar estructuras —una sátira de Gudiño Kieffer sobre las canciones de protesta— y de añejos cuplés y shimmies. Sin embargo, E. B. no cree en la politización de ese tipo de espectáculos: "Es decir, no quiero calmar la conciencia de un público minoritario —explica— que puede pagar dos mil pesos por una copa para sentirse acusado de burgués". Una convicción" que la llevó a padecer un sinfín de obstáculos: "Hubo varios promotores que me sugirieron, como requisito, agregar palabrotas y textos impactantes. Pero yo estaba decidida a no cambiar una sola coma y, finalmente, gané". Claro que su triunfo no respondió solamente al programa: su versatilidad histriónica —capaz de adueñarse de una letrilla de Quevedo con la misma pirotecnia que encarna a la Manolina, de Poncela— hizo el resto.
Es que E. B. contó desde muy chica con un ambiente favorable para el desarrollo de su capacidad artística: hija de Adelina Pomar —actriz también precoz— y de Jaime Benito Germán Berenguer, un joyero barcelonés devoto del Siglo de Oro español, amalgamó con fervor esas dos vertientes. El núcleo familiar fue sil escuela hasta los 17 años, cuando hizo su primera aparición pública protagonizando a 'La zapatera prodigiosa' en el Centro Andaluz de Buenos Aires. Allí, y pese a que contaba un año menos que el requerido para el personaje lorquiano, deslumhró al dramaturgo Oscar Ponferrada, quien la entusiasmó para ingresar al seminario de arte dramático del teatro Nacional Cervantes. Comenzó entonces una brillante carrera en la que formó parte de La Máscara, de la troupe del teatro San TeImo, abultó su curriculum con su participación en obras como 'El grito pelado', de Oscar Víale, e Israfel, de Abelardo Castillo. "Aquí actué junto a Alfredo Alcón y Milagros de la Vega —evoca—, dos monstruos que me hacían sentir chiquitita". Con todo, esas dos obras —puestas en la temporada 1968-69— no lograron superar el suceso de bordereaux que el año pasado registró 'La valija', de Julio Mauricio, donde E. B. fue pareja de Héctor Alterio.
Con todo, a esa floreciente cadena de éxitos sobrevino la inevitable época de las vacas flacas: "En enero de este año, cuando bajó de cartel 'Cien veces no debo', de Ricardo Talesnik, quedó sin trabajo. Nadie me llamaba para hacer nada. Estaba desesperada por actuar y, salvo alguna que otra incursión televisiva, ningún productor se acordó de mí", recuerda con amargura. Aunque su forzado período de inactividad fue, quizás, el motor que la impulsó a tentar el show '¿Nací o me hice?', una empresa que por entonces era nada más que una aventura.
Sin embargo, E. B. sueña con proyectos tal vez contradictorios: "Estoy loca por hacer en teatro La dama de ías camelias; creo que estoy en la edad justa". Una aspiración que puede parecer trasnochada si se ignora su confesa pasión por "las muñecas antiguas de porcelana, las magnolias, los quimonos y los abanicos; además, creo firmemente en el amor, la familia y la pareja: hay que reivindicar estas cosas que a veces suenan como cursis".
Revista Siete Días Ilustrados
18.10.1971

Fragmento de caricatura revista Caras y Caretas

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