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—¿Cree usted en la vocación?
—Por supuesto.
Esta profesión se realiza por vocación. La
escuela, la academia, los centros pueden
perfeccionar la técnica, pero si adentro no se
tiene nada, son nulos. Cada tanto se lo digo a
los jóvenes. ¿Cómo se hace?, me preguntan. Se
hace, se prueba, se sufre, se va de gira, se
pide, no se come, se vuelve a pedir, se comienza
por las pequeñas cosas. Si se conforman con eso
...
—¿Qué es lo que determinó su vocación?
—¿Qué es lo que impulsa a un abogado? Las ganas
de discursear delante de todos. El comerciante,
también a su modo, es un actor. Claro que además
de la prosopopeya están las ganas de evadirse.
En mi caso, evadirme de ciertas normas de
familia, de la escuela, de los amigos, de la
casa, de la cristalización de una vida normal.
—Lo que significa que usted se sentía diferente
...
—¿Diferente? No sé. Embustero, con
seguridad. También fantasioso, intolerante,
desencadenado, indisciplinado. Pero
fundamentalmente bueno. Y optimista, embrollón.
En la escuela imitaba a los profesores.
fragmento de reportaje a Enrico María Salerno
Revista Siete Días Ilustrados, 16.08.1971