Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 

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Enrico María Salerno

—¿Cree usted en la vocación?
—Por supuesto. Esta profesión se realiza por vocación. La escuela, la academia, los centros pueden perfeccionar la técnica, pero si adentro no se tiene nada, son nulos. Cada tanto se lo digo a los jóvenes. ¿Cómo se hace?, me preguntan. Se hace, se prueba, se sufre, se va de gira, se pide, no se come, se vuelve a pedir, se comienza por las pequeñas cosas. Si se conforman con eso ...
—¿Qué es lo que determinó su vocación?
—¿Qué es lo que impulsa a un abogado? Las ganas de discursear delante de todos. El comerciante, también a su modo, es un actor. Claro que además de la prosopopeya están las ganas de evadirse. En mi caso, evadirme de ciertas normas de familia, de la escuela, de los amigos, de la casa, de la cristalización de una vida normal.
—Lo que significa que usted se sentía diferente ...
—¿Diferente? No sé. Embustero, con seguridad. También fantasioso, intolerante, desencadenado, indisciplinado. Pero fundamentalmente bueno. Y optimista, embrollón. En la escuela imitaba a los profesores.
fragmento de reportaje a Enrico María Salerno
Revista Siete Días Ilustrados, 16.08.1971

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