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Los diseñadores son las verdaderas "vedettes" de las
grandes fábricas de automóviles. De su arte depende que las
maravillas mecánicas se recubran de las líneas más
"vendedoras", que un determinado modelo triunfe en la prueba
del salón de ventas.
Algunas veces, sus nombres llegan a la categoría de mito y
sus firmas en un diseño pueden valer millones. Tal el caso
del legendario "Pininfarina", cuya cupé sport Cisitalia 1947
se exhibe en el Museo de Arte Moderno de Nueva York; de Alec
Issigonis, que revolucionó la industria con los "mini" de la
B.M.C. o del joven diseñador inglés Colin Chapman, el
creador de los veloces "Lotus".
Brigitte Bardot, Renata Tebaldi, Onassis, Juan XXIII,
Françoise Sagan o el príncipe Rainiero, han pagado cifras
millonarias por los diseños exclusivos de un hombrecito
pequeño y canoso, cuyo rostro parece siempre enojado.
A los setenta años, Giovanni Battista Guiseppe Fariña —Pininfarina
para todo el mundo— orienta el estilo de las más grandes
empresas europeas y norteamericanas. Sus múltiples
creaciones, construidas a pedido del cliente, le valieron el
título de arquitecto "honoris causa" otorgado por la
Universidad de Turín. La B.B.C. de Londres lo eligió
recientemente como uno de los seis hombres que "han cambiado
el rostro de Europa".
"El automóvil —dijo en una conferencia en la Soborna— se ha
convertido en una totalidad. Por eso el proyectista ya no
puede trabajar independientemente de la parte mecánica".
Revista 7 Días
26 de mayo de 1965 |
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