Fotografías
Charles Aznavourian (aún utilizaba completo el apellido de su
padre) tuvo que librar la lucha más cruenta de su historia
personal —una batalla que podía finalizar en la derrota más
estrepitosa o en un triunfo que degustaría como pocos y que
terminaría con la conquista de París, prácticamente inaccesible
a las aspiraciones de los mejores cantantes del momento. Es
entonces cuadno el personaje clave de su carrera artística hace
su aparición. Edith Piaf, tan diminuta como él, le ofrece no
sólo un romance ardiente sino también todo su respaldo, moral y
material. Es ella la que le dice en 1950, cuando Aznavour quería
quedarse en Nueva York y actuar posteriormente en Canadá: "Nada
de eso; tu triunfo, el triunfo de tu voz tiene que quedarse en
París. . . allí serás el rey del music-hall".
Revista 7 Días,
3 de mayo de 1966
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