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Que se rían todos: eso es lo difícil
Durante los 60 minutos que dura el show, se olvida de
treinta años de escenarios distintos y cambiantes, del rumor
fragoroso de algunos éxitos, del sabor secreto de ciertos
fracasos. Durante esa hora, la noche de los sábados, Dringue
Farías parece empeñarse en perseguir el tono, el clima
intransferible de una mera improvisación divertida, de un
juego entre amigos: nunca como entonces se advierten menos
esos treinta años de vodevil y sainetes, de comedias y
comedietas. Pocas veces como en esa hora es dable acercarse
a un oficio al que la experiencia ha transformado en
espontaneidad, al que un largo ejercicio ha trasmutado en
frescura expresiva.
Los sábados de 21.30 a 22.30, El show de Dringue Farías, en
el Canal 13 de televisión, de Buenos Aires, elabora también
otras hazañas: principalmente la de Luis Weintraub, un
director de cámaras imaginativo y preciso, capaz de
convertir la pobreza de elementos técnicos en una inagotable
fuente de sorpresas s inventos. No es raro que, a partir de
estas dos premisas fundamentales, se acumule una amplia gama
de actores, cantantes, bailarinas y actrices que, si por una
parte justifican el alto rating del ciclo, por la otra lo
convierten en una de las expresiones más maduras y logradas
de la comedia musical televisada en la Argentina, hechos que
se dan pocas veces juntos en la realidad.
También el año anterior El show de Dringue Farías promovió
altos ratings: sin embargo, no aportaba ninguna de las
virtudes esenciales que hoy lo distinguen. Dringue Farías
cumplía allí la rutinaria función de asegurar el lucimiento
de otras figuras, dar pie a las canciones, a los sketches, a
las escenas de Juan Carlos Thorry, Beatriz Taibo, Elina
Colomer, Pedro Quartucci y Julia Sandoval. A fines de 1965,
al terminar el ciclo, Dringue Farías emprendió un viaje por
las principales capitales de Europa: "Allí aprendí algo que
ya sabía, si me perdonan la paradoja. Todo. el humor lo
inventó Chaplin hace muchísimos años, y desde entonces no se
hace más que repetirlo. Lo importante, entonces, es tratar
de hacer algo nuevo, aunque sin tener nunca la esperanza de
lograrlo de verdad". Lejos de ser una confesión de fracaso,
esta punzante reflexión de Farías lo lleva a la aventura de
un humor lleno de antecedentes y nostalgias, cruzado a
menudo, sin embargo, por ráfagas de limpia originalidad, de
desusada potencia cómica.
"Algunos creen que hacer humor sutil es más difícil que
hacer reír a las multitudes. Yo creo que es al revés: hacer
humor sutil es resignarse a un público necesariamente
minoritario, alerta a todas las referencias artísticas,
políticas, etcétera; con tener un poco de ingenio, basta. En
cambio, para hacer reír a gente que conoce toda la gama de
cuentos verdes, de chistes con varios sentidos, hace falta
tener ingenio y además muy buena memoria", explica.
De todas maneras, su viaje a Europa, su frecuentación de los
programas de Bob Hope y Danny Kaye — donde fue presentado a
los espectadores norteamericanos— y de algunos shows
italianos y franceses le habrían abierto más y mejores
perspectivas: transformó su papel, incorporó a nuevos
elementos, como el cantante Raúl Lavié, que se convirtió,
desde el primer programa, en un comediante de insospechadas
dotes; a Beba Bidart, una vedette de gran experiencia y
dominio de la escena; a la "nuevaolera" Peggy Sol, al cómico
Guido Gorgatti.
La verdadera revolución parece deberse, sin embargo, a una
nueva actitud del libretista Miguel Coronatto Paz:
"Decidimos aceptar cualquier contribución, cualquier
libreto, así estuviera mal escrito, con tal de que nos
suministrara ideas originales, situaciones novedosas",
comenta. El nuevo método no dejaría de dar buenos
resultados: Miguel Coronatto Paz ha reescrito, reelaborado
varios sketches provistos por libretistas jóvenes, sin
experiencia, pero portadores de la virtud esencial:
originalidad y frescura.
Todos los viernes por la tarde, en el más espacioso estudio
del Canal 13. el equipo que encabeza Dringue Farías se reúne
para ensayar. Sólo seis horas después, Luis Weintraub dará
la orden de comenzar la grabación. "Yo estoy entusiasmado
porque trabajo con profesionales de gran experiencia, pero
compenetrados con el nuevo tono del programa. Creo que para
todos nosotros, el show es una especie de reencuentro con lo
mejor de nuestra profesión", confiesa Farías, casi pudoroso
del entusiasmo que lo anima y que, visiblemente. se ha
contagiado al elenco. Es muchas veces de esas seis horas de
ensayo de donde surge el clima de desbordante inventiva, de
burbujeante imaginación humorística.
"Creo que es un gran programa, pero conozco al dedillo sus
defectos —se defiende Farías—. El peor de todos es, sin
duda, la discontinuidad que se produce a veces por falta de
textos originales. Es algo que sólo logra salvarse por el
entusiasmo de los actores, por la completa libertad con que
trabajamos", afirma.
Algo más que entusiasmo pude advertirse en la actuación de
Dringue y del elenco que lo acompaña, en la excelente
emisión del sábado 18 de junio, donde Guido Gorgatti, con un
texto que se empinaba sobre un hecho policial ocurrido
recientemente, compuso a un sátiro antológico, y más tarde a
un Juan Tenorio de irresistible gracia. Un programa cuyo
primer cuadro —con Dringue Farías tocando una flauta,
dirigiendo a un sexteto de música tropical— probaba ya la
eficiencia de un humor simple y eficaz, apoyado por un
concepto de la televisión que no recomienda a las palabras
lo que la imagen por sí misma no puede dar. Un programa que,
en más de un sentido, marca un síntoma de madurez y de rigor
en la televisión argentina.
revista Confirmado
23 de junio de 1966 |
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