RAIMUNDO ONGARO. Perdió 12 kilos, pero no los ánimos. En la madrugada del sábado 8, por fin libre tras 9 meses de prisión, apenas se permitió un respiro: "Déjenme aspirar unos segundos este aire puro", exclamó, apenas hubo cruzado el portón de Villa Devoto. Después,
con filosótlca parsimonia, se entregó a los familiares, amigos, compañeros sindicalistas y militantes del peronismo combativo, quienes lo sometieron a todo tipo de cariñosos estrujones mientras coreaban su nombre.
El reposo lo esperaba en su chalet de Los Polvorines, en donde fue obtenida la foto. Pero antes Raimundo Ongaro cumplió otra etapa: una bulliciosa caravana de automóviles recorrió media ciudad de Buenos Aires para llevarlo a la sede de la Federación Gráfica Bonaerense,
último bastión de la otrora vigorosa CGT de los Argentinos. Eran las 3 de la mañana y, entre vítores, confetti, brindis y banderas flameantes, Ongaro se permitió algunas reflexiones:
"Estoy emocionado, pero sigo un poco preso: en aquella cápsula permanece todavía un luchador como Agustín Tosco, que merece la libertad". Esa libertad, según anunció Lanusse a la CGT, en la reunión mantenida horas antes de la liberación de Ongaro, se producirá "en un tiempo
prudencial". Tosco permanece detenido desde abril del año pasado. Así, José Rucci —repetidamente repudiado desde la celda por Ongaro y Tosco— se convertía en mensajero de los anuncios de liberación.
Una hora y 35 minutos antes que Ongaro, otro preso político —el decano de los detenidos a disposición del Poder Ejecutivo— recuperaba la libertad. Ahora, Víctor Lapegna —dirigente estudiantil adscripto al Frente de Agrupaciones Universitarias de Izquierda (FAUDI)— guarda un solo buen recuerdo de la cárcel: allí se casó en septiembre de 1971. Por lo demás, el cautiverio, que se prolongó desde el 30 de abril de 1970, no le ha hecho perder bríos. Al pisar la calle, sus primeras palabras se condensaron en un grito: "¡Viva el comandante Che Guevara!".
1972 revista siete dias ilustrados
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