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Antiguo dialoguista del cine francés, Jacques Prévert
confiesa que se volvió charlatán por vocación. Nacido en
Neuilly-sur-Seine, el 4 de febrero de 1900, después de
varios "oficios inconfesables" se encontró con André Bretón,
el mundo del surrealismo y terminó trabajando como actor: en
La Atlántida hacía el papel de soldado, en La batalla de
Fontenoy interpretaba a la vez a Hitler y a Nicolás II. Al
mismo tiempo comenzó a escribir argumentos y, poco a poco,
le entregó a Marcel Carné todo su universo: supo crear un
estilo de diálogos y se lo reconoce como el padre del
realismo poético, cuyo mayor exponente es Amanece. Desde
1932 a 1936 trabajó en el Grupo Octubre, el primer intento
de hacer un teatro para los sectores populares sobre textos
que el poeta improvisaba en cuatro horas, mechándolos con
vitriólicos ataques a Citroën, el prefecto de policía y a
los poderosos de la Tierra. Pionero del teatro del absurdo
en 1933, causó en Moscú un verdadero escándalo al montar una
suerte de revista bretona disparatada, Siga al druida. Hoy,
ha descubierto la televisión, no cree más en el teatro, ni
en el cine. Sin embargo, teatro, cine y televisión fueron,
como el verso, las diversas máscaras del poeta.
Nadie mejor que Gaetan Picón, cuyo estudio encabeza
Historias, un volumen que en breve editará Rodolfo Alonso y
con cuya autorización anticipamos estos fragmentos, ha
definido la poesía de Prévert: "Despreocupada de toda
sutileza de sintaxis o de prosodia, sin alquimia, sin
hermetismo, de su pasado surrealista conserva principalmente
ese desdén por el discurso . . . tiene una dicción más que
un estilo, y por otra parte algunos de sus textos han sido
escritos precisamente para ser leídos
"Si tu supieras dice ella
Yo sé
dice el reparador de loza
Yo sé
dice el lavador de perros
Y lo que no sé lo adivino y lo que no adivino
lo invento
Y lo que no invento lo olvido"
fragmento de la nota aparecida en la revista Periscopio en
diciembre de 1969 |
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