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"Cuando en 1961 los guerrilleros Uturuncos se agazaparon
en Tucumán, el país pensó que un riesgoso brote de castrismo
asomaba por el norte argentino. Pero el "guerrillerismo" no
prosperó. Algunos observadores se preguntaron por qué habían
elegido Tucumán. Un alto funcionario, que tuvo a su cargo la
tarea de desbaratar el intento rebelde, explicó: "Tucumán
tiene cerros que se prestan a una guerra de guerrillas;
además, estaban cerca de la civilización". Es cierto, pero
no es todo. Fundamentalmente, la iracundia juvenil se
instaló en los cerros tucumanos, porque Tucumán es un
baluarte del peronismo.
¿Y por qué es baluarte? La respuesta hay que buscarla en los
ingenios azucareros. En torno a estos centros industriales
(27 en total) se desarrolla la economía tucumana. En torno a
ellos, también, creció el peronismo. Un peronista que nada
tiene que ver con el que existe en los populosos centros
industriales del Gran Buenos Aires o en las capitales del
interior, donde el obrero es peronista porque busca confort,
standard creciente. En cambio, el trabajador tucumano del
cañaveral ve en el peronismo un arma poderosa para
desquitarse, con ácido resentimiento social, de una injusta
política económica." (Revista 7 Días, 1965) |
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