Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 

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Karadagian

—¿Y cuáles son tus defectos?
—Yo tengo dos complejos en mi vida, el de inferioridad ante la sociedad y el de superioridad ante el público. Soy un tímido incorregible que no se anima a salir solo a la calle, que siempre quiere estar con un amigo. Pero cuando subo al ring me transformo por completo, soy otro hombre, absolutamente al revés. Desde que me anuncian me siento grande, bravo. Soy un rey. Veo a todos Chiquititos, y me digo: Ahora me los meto a todos en el bolsillo, los voy a hacer llorar, los voy a hacer reír, los voy a hacer gritar. Y lo hago.
—¿Y los defectos de la troupe de luchadores?
—Ahora muy pocos, porque hay mucho control, hacemos gimnasia todos los días, tomamos lista y al que falta lo sancionamos; somos una organización empresaria; hace falta eso, porque el catch tiene mucho swing y requiere profesionalismo. Antes, en cambio, la lucha era una cosa muy pesada, aburrida. Había un ruso, Colacuarani se llamaba, que apenas llegaba compraba alcohol puro, lo mezclaba con jugo de naranja y lo ponía a fermentar en el ropero; tomaba eso como nosotros tomamos agua. Una noche, peleando con Montañita en el Luna se quedó dormido en una toma. Roncaba y todo en medio del abrazo del oso; por suerte, el Hombre Montaña lo despertó sin que el público se avivara.
(en la foto Martín Karadagian con el Hombre Montaña)
Revista Siete Días Ilustrados
07-01-1974

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