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DEMOS comienzo por una anécdota.
Cuando una dama de la corte del rey Alfonso de Aragón loaba
a éste en sus progenitores, contestó el monarca : "Yo tengo
por nada lo que estimáis tanto en mí; pues la nobleza que
elogiáis no es la mía, sino la de mis antecesores. La
verdadera nobleza no es bien hereditario, sino fruto del
mérito y recompensa de la virtud."
Ciertamente.
La virtud es lo de veras, lo demás, es burla.
Por la virtud nada más se mide la nobleza, y si tal y tan
lógica medida regía ya en el pueblo del aragonés monarca,
donde abundaban tanto los nobles, condes, duques y marqueses
..¿cuánto más no regirá en la Argentina de Perón, en donde,
merced al Peronismo, todos somos Pueblo ?
Pues bien. Si en nuestro Pueblo, mejor que en ningún otro,
la nobleza es virtud que se pierde por todo lo que no es
virtuoso, nobleza muy encumbrada es la de nuestra
incomparable Evita, que supo adunar en sí las virtudes todas
— humildad, abnegación, desprendimiento, sacrificio—, que,
para ser noble, demanda el Peronismo.
Evita no era noble de origen porque era mujer del pueblo;
pero merecía serlo. Y con general aplauso el pueblo la hizo
noble, porque se lo merecía.
Ningún corazón humano deja de ser tentado por la gloria de
una felicidad terrena, y el corazón de Evita también se
sintió magnificado por esa gloria, porque esa gloria le
venía del pueblo.
Mas cuando el pueblo, considerándola merecedora de mucho
más, se propuso elevarla a mayoría más alta que la que ya
tenía, entonces fué cuando ella renuncia a los honores y
quiere ser pueblo, para expresar al pueblo que abajo, en su
pueblo, estaba y no más arriba la "Razón de su vida".
Qué sutil arte de vivir el de esta mujer milagro!
Pudo tener mayor altura de dignidad y no la quiso.
Era muy alta la que tenía y no se sirvió de ella para
señorearse ante los que precedía en mayoría.
Se humilló y no disminuyó por eso, sino que realzó su
grandeza.
Era eminencia y sabía con naturalidad increíble reprimir el
fausto de su gloria.
Y todo por vivir "codo a codo y corazón a corazón", como
ella decía, con su pueblo.
Todo por hacer que su pueblo amase cada día más a Perón, que
bien se lo merece por lo mucho que ha hecho y hará todavía
por su Nueva Argentina.
Pese, pues, a la soberbia envejecida de los que en nuestro
pueblo se tenían por nobles y a la envidia de sus viles
cómplices, Evita era y continúa siendo admirable.
Sus virtudes hiciéronla noble, y por sus virtudes, por su
humildad especialmente, se labró el galardón de su vida, no
"en madera de alerce, que pasa por incorruptible", sino en
oro purísimo, que dura eternamente.
JUAN DEL PRADO
Revista Mundo Peronista
1º de noviembre de 1952 |
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