Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 

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Tita Matteucci

"LA TITA", — Se ponía en puntas de pie y apenas alcanzaba el alambre, en el cual iba colgando una por una las casacas recién lavadas de los jugadores de Racing.
—Tengo que esperar que se sequen y después plancharlas. Llevamos cuarenta. Claro que son nuevas, pero a mí me gusta lavarlas antes de que las estrenen. Además es una cábala...
Se llama Tita Matteucci y vive en una casita construida a un costado del cemento de la cancha de Racing. Su padre, don César, hace más de cuarenta años que cuida del cesped y que arroja bolsas con aserrín en las áreas chicas.
—Mi vida siempre transcurrió aquí. De chiquita, en vez de jugar con muñecas, le pateaba al arco a Grisetti. Le hice goles...
Ríe como una chiquilina que recuerda una travesura. Termina de colocar el último broche y dice:
—Tengo que hacer mis valijas. Dentro de pocas horas me voy con los chicos...
"Los chicos" son los jugadores de Racing. La invitaron a presenciar el encuentro contra el Celtic.
—¿Qué sintió cuando le dijeron que le pagaban el viaje?
—Miedo..,
—¿De qué?
De todo. Del avión. De lo que pueda pasar allí. Del partido. ¿Ustedes se imaginan? "La Tita de Racing" en Europa... En un hotel "bacán". Atendida. Servida. No... Yo no estoy acostumbrada a esas cosas. Por eso tengo miedo...
Entró en la casa y puso una valijita humilde sobre la cama. En ese momento entró Cejas. En sus manos llevaba un gran paquete.
—Toma Tita. Es para vos.
Ella lo desenvolvió y encontró tres grandes maletas de viaje. Miró hacia el suelo y musitó un "gracias", algo avergonzada.
Cuando nos quedamos solos comentó:
—Yo tengo que dar la vida por los muchachos. La vida tengo que dar...
Horas después alguien nos aseguraba que Tita no lloraba nunca. Era una gran mentira...
Revista Gente y la Actualidad
19.10.1967

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