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JOSIP BROZ TITO (80). El mariscal Tito, figura
ya legendaria, cumplió ochenta años. Lejanos
están los años de obrero, mecánico, en los
cuales el hijo de campesino pobre no soñaba con
guerras y problemas de estado. Distantes se
encuentran también sus años de soldado y su
posterior cautiverio en la Rusia zarista. De
obrero croata a sargento austríaco o prisionero
de guerra. Allí, templado el ánimo en avatares
muy distintos a su pequeño destino, comienza a
vislumbrar otras posibilidades, otros
menesteres. Discute, lee, comenta y resume, en
su manera campechana y simple, todos los arduos
problemas de la política, de la dialéctica.
Casado con una "intelectual" rusa (purgada
durante el stalinismo) al mariscal Tito le
correspondió, años después, dentro de la cerrada
formación de los países del Este, la situación
de hermano deschavetado, disparatado, capaz de
licencias y libertades que sonaban a rebeldía,
totalmente alejado de la sumisión y el
acatamiento. A ello y a su tradicional bonhomía
(junto a una vitalidad que lo mantiene lúcido y
fuerte) es que Josip Broz Tito no sólo cumple
ochenta años desde la cumbre del poder, sino
que, además, lo hace sobre una Yugoslavia que
acepta, aunque con disidencias, sus eternos
arrebatos de representante de un pueblo
independiente. Revista Gente y la Actualidad
01.06.1972
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