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La lección no aprendida Con Robespierre, los
franceses suponían que a la felicidad solo
podría llegarse por un cambio radical. Con León
Blum, querían reformar la sociedad. Con de
Gaulle, el francés prefiere organizarla. La
actual sociedad de los supermarkets, la
Eurovisión, la seguridad social y la estabilidad
institucional y financiera le agrada mucho más
de lo que aparenta. Psicológicamente vive en el
optimismo, seguro de que la ciencia resolverá
todos sus problemas. Comenzando por los de la
economía. El estado vela y administra; organiza
el presente y planea el porvenir. Políticamente,
el francés de hoy ya no sueña con la revolución.
Solo pide que el país sea administrado con
seriedad y justicia. Algún día, en el
frontispicio de las alcaldías, el viejo lema
"Libertad, igualdad, fraternidad" será
sustituido por este otro; "Eficacia, equidad,
prosperidad". Los únicos que siguen aferrados
a sus viejos hábitos y esquemas, sin enterarse
de los cambios habidos en la sociedad francesa,
son los partidos políticos. Continúan
comportándose como en los tiempos en que cada
uno de ellos representaba a una clase social:
Los independientes hablan en nombre de los
campesinos; los radicales, de los comerciantes;
los socialistas, de los funcionarios; los
comunistas, de los obreros. Pero hoy las clases
han perdido mucha de su antigua cohesión (sobre
siete millones de obreros que hay en Francia,
solo uno y medio son trabajadores no
calificados); en los últimos años se desarrolló
una vigorosa baja clase media en el seno de la
sociedad gala. Y a esa baja clase media, muchos
de los problemas que le plantean los Partidos le
parecen irreales. "Revolución",
"nacionalización", "escuela libre",
"liberalismo", "anticomunismo" son sloqans que
dejan absolutamente indiferentes a la mayoría de
los franceses de hoy. A quienes tampoco les
agrada ver cómo los partidos rechazan "in toto"
la gestión del gobierno, como "si todo" lo que
hace de Gaulle fuese nefasto para el país. Les
irrita oír a un hombre de la talla de François
Mitterand repetir constantemente: "Estoy contra
todo; en conjunto y en detalle". Eso es
desconocer el nuevo gusto que hoy impera en
Francia, y nadie podrá convencer a ningún
francés de que el general se equivoca en todo lo
que hace. Revista Panorama octubre 1964
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