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UNA de las Jóvenes estrellas más prestigiosas de
nuestra pantalla, cuyo talento brilló de
inmediato y cuya personalidad le ha deparado la
intensa popularidad de que disfruta, es Amella
Bence. Verdadero aporte cinematográfico, es de
las que consideran que una actriz "no llega"
nunca y que siempre, siempre, es necesario el
estudio, que ha de continuar depurando y
afinando la sensibilidad. Joven, bonita,
delicada Amelia Bence siente una verdadera
pasión por el cine, al cual ha consagrado su
vida.
NO SOY ANTOJADIZA
—Y no es que sea antojadiza — prosigue —. Es,
repito, mi enorme respeto por el público y el
arte.
Y a propósito de éste, hay una anécdota que
ilustra de la veracidad de este sentimiento.
Amelia integraba una compañía teatral — hace
algún tiempo de esto —, que tras la noche del
debut, en una ciudad del Interior, no reunió en
el teatro donde actuaba, más que diez
espectadores. El director exclamó:
—Nosotros, en la compañía, somos más que el
número de personas de las plateas. Que ellos
sean los que trabajen.
La broma motivó otra y otra. La hora de levantar
el telón se dilataba, no estando de acuerdo
muchos intérpretes de actuar para tan pocos
espectadores. Y es asi cuando Amella terció,
seria, firme, orgullosa, en la conversación de
sus compañeros y colegas:
—Diez o diez mil espectadores, para un artista
de verdad, es lo mismo. El teatro no permite que
se hagan diferencias. Nuestro deber es
perfectamente claro. Debemos trabajar como si lo
hiciéramos con todos los críticos teatrales del
mundo en la sala
—Pero, Amelia..., somos más nosotros, los de la
compañía.
—Quizá, pero ellos tienen más amor al teatro.
Nadie sintió ganas de reír ya. Todos ocuparon
sus puestos, y el telón comenzó a elevarse
lentamente.
Revista Radiolandia
23.06.1945
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