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En su modesta casa de Morón, Siete Días indagó
los detalles del accidente y charló con el
pugilista para conocer su pasado, sus proyectos,
además de los gustos, fobias y tics que componen
su personalidad. Amante de la velocidad,
proporcionó una mesurada versión del accidente:
"Sí, hermano, yo siempre ando ligero, como a 180
kilómetros por hora, todo lo que da el coche.
Pero esta vez, por suerte —aprieta sus puños—
viajaba despacio. Ibamos al Autódromo a ver
correr a mi amigo Héctor Moro, cuando de repente
nos dobló un camión en contramano. No tuvimos
tiempo para nada, te juro. Se nos vino encima y
chocamos de frente. Yo me agarré al volante con
tanta desesperación para no salir por el
parabrisas que lo rompí todo con las manos. Mirá
como quedé (va mostrando sus heridas
lentamente): seis puntos en la nuca, este otro
corte en la cabeza, y el tobillo. Mirá, todo
hinchado. Mi médico es el doctor Roberto
Paladino, pero con el apuro nos atendieron en el
hospital de Morón. Lo de la cabeza no es nada.
En una semana voy a estar nuevo. Pero el tobillo
me tiene preocupado: es una especie de hematoma,
un esguince, ¡qué sé yo! . .. La verdad es que
salvé la vida porque iba despacio". El barrio
es de casas bajas, a unas diez cuadras de la
estación del ferrocarril, casi en los fondos de
una fábrica de alambres, sobre una calle de
tierra. La construcción es modesta, sin veredas.
La alquila por 800 pesos mensuales. Son las 11
de la mañana, y Víctor Emilio Galíndez (25, tres
hijos), actual campeón argentino y sudamericano
de los mediopesados se está reponiendo de las
lesiones sufridas. Revista Siete Días
Ilustrados 28.10.1974
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