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Blanquita Amaro, que tiene como pocas artistas
de su género una cantidad tan grande y variada
de recursos para influir en el espectador, hizo
su debut en un escenario de Madrid, alcanzando
un notorio éxito. Sus bailes tropicales,
aderezados con recios y cadenciosos golpes de
cadera, produjeron un efecto galvanizante.
Público y crítica le dispensaron un recibimiento
muy entusiasta, es verdad, pero que no salía de
los moldes naturales. Pero la cosa cambió de
aspecto cuando Blanquita Amaro anunció su debut
en Barcelona. Por empezar, las autoridades le
temieron un poco al espectáculo de la opulenta
heroína de "Bárbara Atómica", al punto de que
negaron el permiso de actuación. Y la "vedette"
cubana se habría quedado sin trabajar en la
ciudad condal si no interviniera el mismo
embajador de Cuba a fin de que la censura
redujera sus casi irreductibles exigencias.
Y Blanquita Amaro debutó. En verdad, valía
la pena que el representante diplomático de la
patria de Blanquita se preocupara por ella, ya
que nosotros — como todo el público — sabemos
que el espectáculo de la Amaro, si bien un poco
movedizo y tropical, es inofensivo en el fondo.
Como resultó, en verdad, inofensiva su película
"Bárbara Atómica", que en el interior de nuestro
país fué objeto de sanciones y ataques por parte
de una ínfima minoría.
Las noticias en
nuestro poder dicen que el espectáculo de
Blanquita Amaro hace furor en Barcelona, y que,
a pesar de que la platea cuesta 45 pesos, el
teatro está lleno durante todas las funciones
que se ofrecen en el día. Ni qué decir que
Blanquita está encantada y sin propósitos, por
ahora, de regresar a Buenos Aires o a Cuba.
Revista Radiolandia 28.02.1953
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