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Sara Gallardo habla de María Larreta
Antes que nada, quién es. Una muchacha que apareció hace seis
años, y al aparecer marcó la dimensión de modelo con un sello
superior. Quién era. Una figura hierática con una parva de pelo
dorado, cubierta de cadenas de oro. ¿Quién se creía que era?,
¡por favor! En aquel momento las modelos eran muy altas y
sonreían al público. Ella desfilaba con ferocidad, con un
rodete, mirando a la nada, y no era muy alta. María Larreta.
"Desfilaba como soy yo".
"Como soy yo". Vista así, con las cejas fruncidas, mirando de
frente, apretando los labios, con algo de chico valeroso, parece
alguien para quien el mundo es un territorio árido, un lugar de
lucha.
MARIA LARRETA HABLA DE SARA GALLARDO
Vive en un antiguo departamento; un cuarto piso de la calle
Carlos Pellegrini, al que se llega jadeando, luego de subir la
oscura, infinita escalera, por la impaciencia de esperar un
utópico ascensor.
Una vez adentro, la penumbra da lugar a la luz total: la avenida
9 de Julio, ruidosa y clara, deja entrar el cielo por todas las
puertas y ventanas. Los ambientes son amplios, casi despoblados.
Ningún cuadro cubre las paredes; hay dos Robirosas esperando ser
colgados, al parecer, hace muchos años. Pocos muebles; nada que
incomode el vagar, el viajar de sus moradores; el moverse en
libertad, por estancias adecuadas, amoldadas a sus sueños. Sí,
eso parece: la casa-barco, casa-mundo.
De algún lado surge la pasajera, la dueña. Es altísima y
estilizada. De pelo negro y boca remarcable. Sonríe de timidez;
esa sonrisa y timidez la seguirán por toda la entrevista.
Sus movimientos, las interminables extremidades, le confieren un
aire, un parecido con aquellas figuras tan bien descriptas por
ella: los galgos, protagonistas de su obra.
Revista Gente y la Actualidad
18.05.1972