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—Volviendo al tema de la política musical: usted considera a la
prohibición de su ópera "Bomarzo", ocurrida una década atrás,
como un episodio circunstancial o como resultado de una pugna
entre dos corrientes de pensamiento, que podría reeditar
situaciones análogas?
—Creo que si no se hubiesen publicado algunos artículos
llamativos sobre "Bomarzo" el problema no se hubiese planteado.
Sin embargo, la prohibición fue la consecuencia de una política
cultural determinada. Pero el detonante no fue de orden
cultural, sino una reacción ante ciertas criticas en las que,
por ejemplo, se hablaba mucho de sexo, en lo que ni Mujica
Láinez ni yo habíamos pensado. Yo estoy absolutamente en contra
de la censura y sólo la justifico cuando se trata de obras
pornográficas, cuando se alientan las bajas pasiones con
espíritu comercial. Sí en aquella época se hubiera expuesto acá
la Venus de Milo, seguramente le habrían puesto un porta-senos.
El episodio de "Bomarzo" ya pasó.
Ginastera y señora en la Revista Confirmado
07.06.1979