Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 

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Gurarany

—También el vino es un maestro. ..
—Claro, también se aprende con el vino. No con el vino de las borracheras, porque si uno cree que el vino está para tomarse un par de vasos y emborracharse es un pobre hombre. Pero cuando se ve que el vino es la única diversión que tiene mucha gente, mucha gente pobre que trabaja todo el día y ve a sus chicos descalzos, a su mujer sin dentadura, a su madre con el hígado destrozado; cuando se comprende que el vino es una evasión y una caricia, entonces se aprenden muchas cosas del vino. Yo sé que no es una solución, sé que no es aconsejable, pero también veo que en el vino están los únicos momentos de paz, de tranquilidad y de placer que tienen muchos hombres. Mi padre, por ejemplo, era un hombre muy malo, nos pegaba. Era un indio. Pero, ¿por qué era malo, por qué era así? Pues porque a él lo robaron de chico, lo criaron quienes no eran sus padres, le pusieron Rodríguez cuando él en realidad era un indio guaraní, era malo porque no conocía ni a su padre ni a su madre y porque trabajó toda la vida en el monte para la Forestal Argentina y le pagaron siempre muy mal. Pero cuando tomaba vino era un hombre bueno, un hombre manso que jugaba con nosotros, acariciaba a mi madre y cantaba. ¡Qué importancia tiene el vino, entonces, si es capaz de devolverle a alguien la alegría y el canto! Sí, yo aprendí muchas cosas del vino, y quizás aprenda muchas más todavía.
Revista Siete Días Ilustrados
19 de marzo de 1973

Fragmento de caricatura revista Caras y Caretas

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