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"Siempre sonó a demagógico el relato de mi
llegada a este país. Recibí una carta de un
amigo peruano, estudiante de Medicina en Buenos
Aires. Corría 1957. En la carta decía: "Negro.
Cuando tenías 18 años decías que te vendrías
para la Argentina. ¿Qué estás esperando? ¿Ya no
pensás lo mismo?" A los 18 años, a través de las
películas de teléfono blanco, tan repudiadas por
cierta pedantería pseudointelectual, nosotros
recibíamos una constante invitación para conocer
este país. Los que vivíamos en una ciudad
semicolonial como Lima, el ver una película como
Adolescencia, o —salvando las distancias— como
Prisioneros de la Tierra, La Guerra Gaucha,
implicaba una tentación constante, sobre todo
porque los que venían te contaban las cosas que
se daban en esta tierra: la facilidad para
estudiar, para comprar libros, la facilidad para
codearse con gente que se daba. Mi padre estuvo
aquí alrededor de 1920 y me decía siempre:
"Cuando usted vaya a la Argentina va a aprender
a ser señor". Argentina es uno de los grandes
países de América."
Hugo Guerrero Marthineitz
Revista Siete Días Ilustrados
19.04.1970