|
|
YA ES COSTUMBRE. CADA EQUIPO QUE SALE AL EXTERIOR VUELVE CON UNA
AUREOLA DE DESASTRE. AVALANCHAS EN LAS TRIBUNAS, AGRESIONES,
PELEAS. Y DESPUES DEL PARTIDO VIENE LA SEGUNDA PARTE. LA PRENSA
DE ESE PAIS SE DESCARGA CONTRA LOS ARGENTINOS. LOS ACUSA Y LOS
RESPONSABILIZA DE TODO. SE DESCARGA ENTONCES UNA FURIA
ANTIARGENTINA. PASO ULTIMAMENTE EN LIMA, DESPUES DEL PARTIDO
BOCA-SPORTING CRISTAL Y HACE UNA SEMANA EN SANTIAGO DE CHILE,
CUANDO ESTUDIANTES JUGO POR LA COPA LIBERTADORES CON UNION
ESPAÑOLA. ENTONCES LLEGAMOS A HACERNOS ESTA PREGUNTA: ¿NOS ODIAN
A LOS ARGENTINOS EN AMERICA? HABLAMOS CON PERIODISTAS ARGENTINOS
QUE VIAJARON A MENUDO ACOMPAÑANDO EQUIPOS EN GIRA, CON
DESTACADOS HOMBRES DE OPINION EN PAISES DE AMERICA LATINA, CON
ARTURO JAURETCHE, QUE SABE MUCHO DE NUESTROS DEFECTOS Y
VIRTUDES...
¿Nos odian a los argentinos?
La opinión de Jauretche
Por qué no nos estiman a los argentinos en el exterior? No haría
una afirmación tan rotunda: hay que ver quiénes nos estiman,
quiénes no y por qué.
Ante todo aclaremos que la imagen que se tiene del porteño en
latinoamérica es más o menos la misma que tienen de él en el
interior del país. Creo que yo lo puedo decir con comodidad
porque soy un provinciano que he vivido las 4/5 partes de mi
larga vida en la capital. De ahí que mi condición de porteño
electivo es poco discutible. Llegué a incorporarme a esta ciudad
cuando había tranvías a caballo. Aquí hice la escuela secundaria
y me recibí de abogado. Anduve por Corrientes angosta, algunos
amigos míos como Homero Mancione, al que llaman Manzi, escribían
tangos de esta ciudad. Incluso uno lo hicimos en colaboración.
Acá rodé por pensiones de estudiantes, fui aspirante a escritor,
me doctoré en escaños, ocupé algunos cargos. Conocí mucha gente.
Hablo pues de lo que quiero, de lo que elijo. Pero no me tapo
los ojos para hablar.
El porteño en general es un tipo macanudo, generoso, abierto,
siempre dispuesto a la gauchada. Pero al mismo tiempo es medio
botarate, se las sabe todas, y si lo dejás te lleva por delante.
Como diría don Hipólito: es bastante palangana.
Mientras el provinciano lo mira de reojo, haciéndose el que no
sabe nada, espera que el porteño meta la pata. Casi siempre
termina por hacerlo. Además el porteño es tirando a ventajero,
en el sentido de creerse vivo; ya conocemos esos vivos de ojito
que en el fondo son grandísimos giles. A nosotros nos empezaron
a mirar medio mal cuando los hijos de familias ricas, los niños
bien, pichones de oligarcas, se iban a París a tirar manteca al
techo porque nuestra divisa era fuerte. Cuando el peso empezó a
bajar subió el tango, y en lugar de mandar niños bien empezamos
a exportar bailarines mechados con gigolós. Estas exportaciones
no ayudaban, hay que decirlo. Pero eso es en Europa, donde nos
mezclan y nos encajan de vez en cuando la pandereta para
hacernos bailar boleros al este de Río de Janeiro entre manolas
y gauchos.
En los países latinoamericanos la cosa es más grave porque la
mayor parte de los porteños se conduce en esos países como si
nuestros hermanos fueran provincianos menores de edad. Tal vez
esto sea bastante natural y más que nada producto de nuestro
desarrollo acelerado, prematuro con respecto al continente. Y
quizás también se debe a que la historia oficial nos ha hecho
creer que nuestro desarrollo es producto de una capacidad mayor
y no la consecuencia natural, como en Canadá, Australia y Nueva
Zelanda, de que somos productores de materias primas
alimenticias, lo que, durante nuestra época pastoril, nos
permitió quedarnos con una parte de la renta, aunque
lamentablemente eso no se utilizó para capitalizarnos. También
se podría hacer el fundamento de la petulancia intelectual
porteña viendo cómo le pasa lo mismo al yanqui en Estados
Unidos, entendiendo que este conflicto sería lo mismo aun cuando
no tuvieran característica de metrópoli imperial. No se puede
decir que sean barones del Imperio los de Harlem, Brooklyn o el
Village. Pero son yanquis y se resisten a ellos como a cualquier
yanqui.
Con todo, creo que et tema está actualizado por los últimos
acontecimientos de la actualidad futbolística. Si observamos
veremos que el lío en la cancha de Boca se armó entre los
jugadores sin que el público interviniera. Y además se armó a
partido terminado. Cuando se ve la película con ralentisseur se
nota claramente que no hay un episodio que justifique un lío de
esa magnitud. Y uno termina por imaginar que hay dos o tres
jugadores por bando que fueron contratados para hacerlo. Tanto
entre los peruanos como entre los argentinos.
Después ocurre lo de Lima y lo de Santiago. Pero entonces el
escenario del batifondo no es la cancha sino la tribuna. Para
quien tiene alguna experiencia en observar el comportamiento de
las multitudes es evidente la presencia de agitadores, de
perturbadores dirigidos. Esta idea la confirman los comentarios
periodísticos. Son muy ilustrativos. Tanto los que se hacen
fuera del país como algunos ejemplares de la fauna autóctona.
Muestran un claro interés, claro y sospechoso, en convertir la
cosa en algo que nos denigre definitivamente. Y me pregunto si
esto no exhibe algo más que un simple problema futbolístico.
Porque Estudiantes de la Plata esté jugando mal no se justifica
que mueran dos chilenos. Y eso es lo que ocurre. Lo que ha
ocurrido. No hay proporción entre lo que se desencadena, la
causa que lo genera, el carácter multitudinario que se le da a
la cosa y las consecuencias que tiene.