Louis Armstrong
Do not cross (No pasar): la orden campeaba en innumerables
listones de madera, omnipresentes en las veredas neoyorquinas
cada vez que se desata un acontecimiento significativo. Esta
vez, una vasta extensión del maderamen fue desbordada por el
gentío: así, paso a paso, desde la isla de Manhattan y los otros
grandes conglomerados de esta ciudad-isla —sobre todo Brooklyn y
Bronx— los fieles iban llegando hasta un recinto convertido
repentinamente en imán multitudinario. Por un segundo, el
rumoreo admirativo cedió lugar al abucheo y a algunos aullidos
burlones: fue al aparecer el gobernador Nelson Rockefeller y el
alcalde John Lindsay, titulares del mundillo oficial que tampoco
quiso faltar a una ceremonia tal vez sin antecedentes en su
género. Jamás Nueva York había vivido tal euforia muda —no en
número, pero sí en fervor— ni ,aun cuando tuvo lugar el desfile
triunfal de los primeros lunautas.
Revista Siete Días Ilustrados
19.07.1971