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—Yo tenía experiencia en algunos conjuntos.
Había formado el dúo Ramos-Basualdo, después
estuve en Ollantay, también con Luis Alberto
Peralta Luna, con Hugo de la Silva y con el
"Tarateño" Rojas; quiero que se entienda bien:
todos ellos son excelentes profesionales, como
se dice ahora, muy buenos músicos, pero yo
quería hacer lo mío, lo que sentía como propio.
La quenita, en esos tiempos, casi oficiaba de
complemento, el "detallecito exótico"... Sentía
que la música se me estaba atragantando.
—Pero estaba interpretando música.
—La música
para mí es algo diferente. Alguna vez integré "The
blue harmony"; yo tocaba la armónica. La música
es una sola si se hace con dignidad; además, las
necesidades tienen piernas largas para correr y
siempre le ganan al dinero. Pero quiero explicar
este asunto de la música que para mí es
demasiado importante porque está demasiado
ligada a mi manera de ser. Cada hombre es un
mundo; lo que yo hago corresponde a mi mundo,
donde se mezclan toda esa soledad de Humahuaca,
los cerros y sus colores, la sangre de mis
antepasados o vaya a saber uno qué montón de
cosas más... Lo que yo hago es música andina.
Claro y sin vueltas: folklore puro. Cuando toqué
con Ariel Ramírez y con Jaime Torres estaba muy
cerca de lo que quería hacer.
fragmento de
reportaje a Uña Ramos por Jorge de Luján
Gutiérrez
Foto: Aldo Abaca
Revista Siete
Días Ilustrados