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THELMA BIRAL.
La semana pasada el público porteño consagró con un éxito
taquillero —algo que rara vez logran los largos metrajes
argentinos— el último film de Leopoldo Torre Nilsson, La Maffia.
Ese suceso premió, también, la labor de una actriz argentina de
primera línea, que alcanzó así el punto cumbre de su carrera:
Thelma Biral no sólo acaparó gran parte de los justos elogios
que en los últimos días se brindaron al film sino que, además,
reafirmó definitivamente los méritos que en 1970 la llevaron a
obtener el Martin Fierro por su actuación en la TV local. Es
que, curiosamente, ese medio a menudo invadido por la
mediocridad sirvió para que la Biral alcanzara la difusión
masiva: fue durante varios años una de las principales
protagonistas de 'El amor tiene cara de mujer', un lacrimógeno
ciclo concebido por la guionista Nené Cascallar. Pero, por
supuesto, no son ésos los únicos datos de su curriculum:
radicada en el Uruguay, durante su adolescencia estuvo vinculada
a la Comedia Nacional, una institución montevideana que brindó
innumerables actores al teatro rioplatense. En 1967 volvió a la
Argentina e ingresó al escenario porteño representando 'El
vergonzoso en palacio', de Tirso de Molina, con un trabajo
encomiable, todavía recordado por los aficionados al género.
Luego llegó al cine: el elenco de Argentino hasta la muerte, un
film épico, la contó entre una de sus figuras principales, y
ahora Torre Nilsson la eligió para encarnar en la pantalla un
personaje aparentemente inspirado en Agata Galiffi. Claro que
las bondades de su actuación en La Maffia no fueron el único
comentario que se tejió la semana pasada en torno de la
película: una denuncia presentada por Pascual Caligiuri
—director del L'Eco dei Calabresi, una publicación de la
colectividad calabresa en Buenos Aires— provocó justificable
estupor en el ambiente cinematográfico. Porque Caligiuri se
presentó ante el juzgado correccional del doctor Alfredo Grosso
Soto solicitando que se suspenda la exhibición de la película y
que se secuestren las copias: dos de sus secuencias —argumentó—
ofenden a la colectividad calabresa.
Revista Siete Días Ilustrados
17.04.1972