Futilísima Ruinosa Satelital

Hipólito

Acaba de cumplirse el décimo aniversario del fallecimiento del ex presidente argentino que más apasionados juicios suscitó durante su mandato en todas las clases sociales. Mereció elogios y censuras de unos y de otros como hasta entonces no había inspirado ninguno de los primeros mandatarios de la Nación. Apareció en el escenario político en 1880, incorporándose a la Cámara de Diputados, y ya entonces manifestó esa tendencia de su espíritu que adoptó después: su parquedad en el hablar y su hermetismo.

Por JOSE P. BARREIRO
julio de 1943
AL incorporarse al Congreso, en octubre de 1880, Hipólito Yrigoyen inaugura su actuación en el escenario nacional, esa actuación que cerró la muerte hace justamente diez años y que tan intensamente gravitó en la vida argentina durante el decurso de medio siglo.
Hasta ese entonces la actuación política de Hipólito Yrigoyen había estado circunscripta a la jurisdicción de la provincia de Buenos Aires. Dos puestos en la administración policía la presidencia de un consejo escolar conferida por Sarmiento y el discutidísimo mandato legislativo de 1877 constituían la foja de servicios de aquel hombre de treinta años
escasos, sin estudios disciplinados, sin libros, sin fortuna y sin abolengo que venía abriéndose paso misteriosamente en el afán de formar parte de los cuadros superiores demuestra política.

Elegido en singulares elecciones, sin oposición, bajo el estado de sitio, a raíz del estallido revolucionario provocado en 1880 por la capitalización de Buenos Aires, Hipólito Yrigoyen llega al Congreso de la Nación para reemplazar a los insurrectos que no quisieron concurrir a Belgrano. La responsabilidad es enorme, pues los diputados cesantes se llamaban Bartolomé Mitre, Emilio Mitre, Juan Bautista Alberdi, José María Gutiérrez, Rufino de Ellzalde, Bunge, Escalada, Juan Agustín García, Francisco de Elizalde, Manuel Augusto Montes de Oca, Dardo Rocha, Zavalía, Juan José Montes de Oca, Obligado, Gainza, Huergo, Manuel Quintana y Quirno Costa. ¡Hermosas aquellas épocas de la vida parlamentaria argentina!
Pero si dentro del término medio parlamentario Hipólito Yrigoyen viene a reemplazar a tan ilustre pléyade, no hay duda alguna que la lista en que llega amparada su personalidad, hasta entonces desconocida, tiene en su mayor parte la misma selección eminente que la nómina de los antecesores expulsados. Figuran en esa lista, elegida canónicamente Luis Sáenz Peña, Bernardo de Yrigoyen, Delfín Gallo, José C, Paz, Estanislao Zeballos, Pedro Goyena, Miguel Goyena, Rafael Ruiz de los Llanos, Nicolás Calvo, Miguel Cané, Enrique B. Moreno, Carlos D' Amico, Mariano Demaría, Antonino Cambaceres, Luis Lagos García, etc. En el penúltimo lugar del escrutinio, con 18.253 sufragios, aparece Hipólito Yrigoyen, y cerrando la nómina, la joven y genial personalidad de Lucio Vicente López, el novelista en cierne de "La gran aldea", el infortunado contendor del trágico duelo con el coronel Sarmiento. ¡Los hombres qué actuaban en política en la provincia de Buenos Aires! ¡Los espíritus de acción y de reserva que tenía el país!
La fuerza de la mayoría oficialista, la necesidad de integrar el Congreso, salva al diploma del diputado Yrigoyen de un rechazo fulminante, dados los vicios de que, a pesar del carácter canónico, estuvo matizada la elección, sobre todo en los distritos electorales de San Cristóbal, Concepción, Balvanera y Baradero. El diputado Absalón Rojas propuso en la sesión del 8 de octubre que tanto el diploma de Hipólito Yrigoyen como el de Lucio Vicente López fueran postergados. La mayoría salva el diploma de Yrigoyen. La credencial de López no tuvo esa suerte. Al respecto ha dicho Paul Groussac en "Los qué pasaban": "El diploma de López (entonces en Europa) fué tenazmente atacado por sus adversarios, débilmente defendido por sus amigos, con excepción de Cané, y finalmente remitido al examen de una comisión que nunca se expidió."

Después de esta evocación vamos á con los consejos a nuestras ávidas oyentes:

NO SE OLVIDE: ¡ENJUAGUESE 14 VECES!
La receta la da un gran especialista de belleza que vive en Hollytvood, cuya clientela la componen las actrices más famosas del celuloide yanqui.
Dice ese especialista que, efectivamente, el jabón es necesario para librar al cutis de muchas impurezas nocivas. "|Pero... si usted se lava la cara con jabón, tendrá la precaución de enjuagarse después catorce veces, por lo menos, con agua bien limpía, clara y suavizadas"
Conque, ya lo saben. Será un medio eficaz para reducir la aspereza de una limpieza enérgica en el cutis siempre tan delicado.

CUIDADO CON LAS TIJERITAS
"Es innegable que las tijeritas que rizan las pestañas embellecen mucho los ojos. Un rizado suave puede poner en relieve interesantes ojazos, que con pestañas lisas, "llovidas", pasan sin notarse.
Pero, es necesario saber usar con prudencia esas tijeritas. Con suavidad. Con tranquilidad. Sólo así se logrará un rizado bonito y que no afecte la salud delicada de las pestañas, y de los ojos.

UNA MASCARA CONTRA LAS ARRUGAS
¿Quiere una máscara ideal para planchar esas pequeñas arrugas que empiezan a adornar su cara?
Corte un pedazo de manzana. Hágala cocinar con un poco de leche, hasta que quede reducida a una crema-pasta, Apliquela sobre su cara y tiéndase cómoda, evitando a la vez contraer los músculos faciales. Quédese inmóvil por cinco minutos. Enjuáguese con agua apenas entibiada. Después pásese agua de rosas.

siguiente

Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado