El último aullido de Allen Ginsberg

 

A pesar del título, el tema del nuevo libro de Ginsberg no es la caída de los Estados Unidos. The Fall of America: Poems of these States (1965-1971) —La caída de los Estados Unidos: Poemas de estos Estados— gira alrededor de dos temas principales: el estado de los Estados Unidos y el de su propia vida, el primero eclipsando, a través de las hojas, al segundo. Obstaculizado por su mediana edad, Ginsberg vive la frustración de sus colegas en una era en que la poesía se debilita; en realidad, todo resulta conocido, ya nada acontece.
Demasiadas veces el ciclo de la vida ha recorrido el trecho que conduce hasta la muerte; Neal Cassady ha muerto, Jack Kerouac también. Sólo se trata de una cuestión de tiempo. Los amigos lo son sólo en las buenas, sin esperanza de cambio. El hombre lo ha enfrentado todo: el sexo, el amor, la amistad, las drogas y aun la fama. La guerra vino y se fue; la paz hizo lo mismo. Pero, además, una nave espacial aterrizó en la Luna. Después de Europa y la India, después de Oriente, ¿qué otra cosa resta sino regresar a los Estados Unidos, una Norteamérica inevitablemente ligada a su pasado, a un tránsito de automóviles, ómnibus, trenes, aviones, las autopistas, las ciudades, los aeropuertos, los bares, los salones de lectura, los departamentos.
La movilidad, a la luz de esta inmovilidad, se vuelve aún más imperativa: más y más viajes, más excursiones, más visitas y, para vencer el silencio, el ruido surge como un intruso, a través de las radios, la televisión, los cantantes, la música rock y los misioneros. En Ginsberg coexiste ahora una apasionada sociabilidad junto a un palio de soledad. La profecía invadió un universo religioso vacío, y una descripción topográfica innecesaria reemplazó al drama cotidiano. Ginsberg cumplirá 47 años en el mes de junio. A los 48, Yeats se disculpaba ante sus antepasados: "A pesar de estar cerca de los cuarenta y nueve años / No tengo hijos, no poseo nada salvo un libro". Claudel, por su parte, decía que la mediana edad era el momento en que el alma se dedicaba a acumular disgustos íntimos, mientras Stevens afirmaba que era el último recogimiento del alma en el microcosmos del yo.
La versión de Ginsberg de la crisis de la mediana edad emerge de todas las páginas de los Diarios hindúes (1962-1963) —Indian Journals—:
"Yo quise ser santo. Pero, ¿para qué sufrir? ¿Ilusiones?... Un próximo descanso en la India y el Japón, y luego un viaje supongo: Inglaterra, Dinamarca, Suecia y Noruega, Alemania, Polonia, Rusia y China, y luego de vuelta a casa. Y ése será el fin de ese mundo, tendré casi cincuenta, los parientes se habrán muerto, las viejas ataduras disueltas o quemadas, desleales, a través de tantas décadas, mejor es que se pierdan —¿Jack está borracho? ¿Neal se acuerda de mí? ¿Gregory chilla? ¿Bill está enojado conmigo? ¿Estoy yo todavía conmigo mismo? No me atrevo a escribir todo esto, me avergüenzo demasiado y me aburre ahora, y carezco de la energía necesaria para una gran autobiografía pasional... Creo que no tengo nada con que contribuir a la ejemplaridad general mediante esta muerte lenta, vaga y azarosa".
"Lavado y desolado en las riberas del Ganges, vegetariano y escritor poco fecundo", Ginsberg concluye los Diarios hindúes de la siguiente manera: "Ahora todas las relaciones personales se enfrían / exhaustas". - Cuando el poeta es capaz de reunirlas, la concentración y la exactitud constituyen los innegables poderes de Ginsberg. Kaddish, la gran elegía a su madre Naomí, rebasa de instantes visualizados, comparables al aislamiento de la lepra presentado por el poeta; y los poemas breves de Ginsberg, como el maravilloso American Change —El Cambio Norteamericano— dependen igualmente de que el lector vea, usando las palabras de Yeats, "como si un ojo más severo mirara a través del nuestro". Ginsberg había exclamado frente a las muchedumbres de Sather Gate, en Berkeley: "Tengo que darles un mensaje / voy a señalar una particularidad de cada uno de ustedes", y durante años creyó, junto a Blake y Yeats, que era necesario que "ojo y oído... silencien la mente / Con los detalles minuciosos de la especie humana".
El problema del presente volumen es que los detalles minuciosos de la raza humana parecen desvanecerse del último poema de Ginsberg, dejando lugar a los particulares de índole geográfica. En Los Diarios hindúes, Ginsberg declaraba que, desde el momento en que sabemos que las visiones "ya dejaron de ser consideradas como hechos objetivos y externos, para convertirse en proyecciones plásticas del hacedor y su lenguaje", debemos dejar de preocuparnos por estos "efectos", eliminando lo subjetivo y concentrándonos en el lenguaje mismo. Con una penitencia sólo tenemos la posibilidad de arrepentimos, admite: "Se diría que estoy difiriendo de un paso el avance de este campo (la eliminación del subjetivismo), persistiendo en las habituales series de las fotografías humanísticas —a pesar de que mi concientización ha trascendido los episodios conceptuales y no conceptuales de la experiencia, absurda desde el punto de vista de las viejas definiciones humanísticas... Como el desarrollo de mi mente parece estar bloqueado en este momento, lo mismo sucede con mi actividad creadora, que, interrumpida, gira alrededor de abstractas y tenues diatribas político-sexuales y unas cuantas descripciones de imaginería fotográfica (que contienen algunos sentimientos humanos)".
La caída de los Estados Unidos se produce, entonces, mientras asistimos en Ginsberg a la desaparición o exhaustividad de las relaciones humanas a largo plazo, a un rechazo por "los viejos significados de las definiciones humanísticas", a un deseo insistente (evidente a partir de Howl —Aullido—) de "episodios no conceptuales de la experiencia", y una teoría poética que incluya "más percepciones simultáneas y relacione acontecimientos anteriormente no relacionados por ser considerados irrelevantes".
Bajo estas presiones, Ginsberg se convirtió en un fotógrafo, y su único e inagotable tema es la Tierra y su aspecto. Existen precedentes de este tipo de análisis porque, es cierto, en ese entonces la Tierra parecía más natural. El Polyolbion de Drayton, por ejemplo, es un laberinto casi inmóvil que, a través de Inglaterra, describe ríos y montañas, bosques y valles, pastores, ninfas y acontecimientos históricos pasados. .
El esfuerzo de Ginsberg, a su modo, no difiere del de Drayton: en efecto, el poeta tiene la intención de escribir un largo "poema de estos Estados" (incluyendo poemas tempranos como ser Wichita Vortex Sutra), que finalmente harán forma a la geografía física y espiritual de Norteamérica —sus ríos naturales, montañas y líneas costeras, sus ciudades, sus magníficas autopistas, diques, medios de comunicación masiva (radio, televisión, revistas, diarios, películas), su vida social (bares, universidades, lugares de esparcimiento, la actividad política (especialmente el ostracismo, la sospecha y el odio por los extranjeros), sus poetas y músicos incluyendo la música rock y pop), su mitología (tiras cómicas), graffiti, religión (dogmatismo venenoso), sus bancos, guerras, violencias, su policía secreta, su historia, estaciones— resumiendo, la totalidad de la vida cotidiana. Esta profundización de la vida de todos los días se entrelaza, menos de lo que podría esperarse, con la propia existencia de Ginsberg.
En su mayor parte, las conclusiones arrojadas por el censo de Ginsberg son de índole apocalíptica. Estados Unidos se hundirá a causa de los pecados cometidos, y particularmente aquel de aniquilar a los disidentes y hacer estallar la guerra: "¡Jerry Rubin fue arrestado. / Golpeado, encarcelado, el coxis fracturado / Leary inmovilizado "una amenaza / pública... individuos / de pocos años... juicio / inmaduro... examen / psiquiátrico..." / O sea, cállese o tenga cuidado / Loonybin o Siam. / Leroi por tenencia de armas, 7000$ / honorarios del abogado, años, negociados— / Tachado de CULPABLE / provisoriamente, el enamorado marido de Joan Baez Dave / Harris a la cárcel. / Dylan no habla de política, / y está a salvo —teniendo un bebé, / un hombre— / Cleaver herido, encarcelado / vuelto loco, libertad condicional, / la pila de carne de la Guerra de Vietnam / aumenta".
El libro es, en realidad, una denuncia, porque 'La caída de los Estados Unidos' es verdaderamente un diario, "una crónica registrada escrita a mano, o una canción que condensa el flujo del sueño automóvil ómnibus avión." Lo que gana la espontaneidad, lo pierde la reiteración. Pero tan pronto como la crítica fácil brota de los labios, una ''contraverdad" la inmoviliza: quizá resulte aburrido leer el mapa en voz
alta —de la costa Oeste a la costa Este, de la costa Este a la costa Oeste, de "Los Ángeles a Wichita", de "Kansas City a St. Louis", de "Bayonne Turnpike a Tuscarora", y etcétera; pero es cierto que Ginsberg arroja una luz nueva sobre los territorios que me son familiares. Quizás suceda lo mismo con el lector ideal de este poema siempre que conozca Kansas City, Wichita, Salt Lake City, Bixby Canyon y Sonora Desert. "Conózcanme, conozcan mi mapa", exclama Ginsberg; y éste no es un ruego injusto para un poeta.
El alud de detalles de Ginsberg es algo semejante a la lluvia de polvo y lava que preservó a Pompeya del olvido. Aquí yace Norteamérica, a través de miles de sus emanaciones, registradas minuto por minuto, de tal manera que citar de esta cápsula de tiempo resulta imposible.
Ginsberg pertenece, si aceptamos las dos categorías de Blake del "prolífico" y del "devorador", a la del prolífico; su obra siempre emanará más de sí mismo y de sus excesos que lo deseable. Por el otro lado, Ginsberg no deja nada de lado y a menudo resulta inolvidable. Este volumen, por ejemplo, a través de una poesía efímera, contiene la sinopsis última de esta década, un excelente poema de 14 páginas titulado Egloga —Eclogue—, Ginsberg se compró una granja y se instaló allí, en una confusión tragicómica de animales vivos, muertos, vacas que devoran sus girasoles blakeanos, baterías que se descargan, arroyos de agua y detergente, las pléyades, las noticias de la radio, el recuerdo de los muertos, los libros, la lluvia, botellas de Ginger Ale, peleas, pensamientos de Ezequiel y el FBI, el verano indio y el New York Times.
El poema exuda toda la formalidad y la absurdidad del movimiento íntimo, la desesperación "por una vuelta a la naturaleza", combinada con el horror por "la civilización". De esta manera se establece un puente entre lo íntimo y lo internacional. En cada frase, salvo quizá en su más bien profético comienzo, subyace el esfuerzo del ciudadano incompetente que trata de adecuarse a la vida bucólica. Pero la incongruencia cómica inicial se enfrenta con el relato de un poeta atemorizado por la muerte y el hastío, de nuevo entre las estrellas y las colinas.
Más bien tristeza, y no histeria intermitente, subyace en los poemas más elocuentes de Ginsberg. A pesar de ser un heredero indiscutible de Emerson, Whitman y Williams, no nació con el optimismo regenerador y esporádico de éstos. Así como tampoco participa, a semejanza de Whitman, de la acción humana heroica, ni se hunde como éste en la desesperanza. "La elegía —decía Coleridge— es la forma poética de la mente reflexiva... La elegía lo presenta todo como perdido o concluido o ausente o futuro."
Ginsberg, un poeta naturalmente elegiaco, actualmente reprime su talento en este aspecto, probando su suerte con una poesía en la, cual, para citar a Coleridge nuevamente, "todo es puramente externo y objetivo, siendo el poeta una mera voz".
Quizá más tarde, en la condensación de este inagotable mapa de los Estados Unidos, obtengamos de Ginsberg esa suerte de quintaesencia poética de la vejez que ya nos brindaron Yeats y Stevens. Por el momento, no nos es posible envidiar a Ginsberg el esfuerzo realizado para registrar el micro-cosmos de "una Norteamérica vacía de amor".

Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 

Ginsberg
1962
Ginsberg
1973