Comentarios sobre libros
Los años despiadados
David Viñas
Esta
segunda novela del autor de "Cayó sobre su rostro", confirma, y en
cierta forma subraya, la ubicación de David Viñas en la nueva y
bienvenida novelística argentina. Esta ubicación no se produce, sin
embargo, como a manera de continuidad de una línea en la que, salvo
excepciones esclarecidas, la mengua de personalidad y de "algo que
decir" ha sido notoria, por más argumentos que se hayan empleado para
adjudicarle calificaciones honrosas. La personalidad literaria de
Viñas, al contrario, por encima y por debajo de influencias de tiempo
y espacio, es evidente; como lo es también el hecho de que se haya
favorecido para el despliegue prepotente de sus comunicaciones, con
resortes y procedimientos estilísticos impuestos, más que por algún
notable de la novela contemporánea, como pudiera parecer en primera
instancia, por una tónica, un clima que está en el aire como síntesis
de muchas otras comunicaciones nacidas, precisamente, de un "tener qué
decir" en respuesta a algunos interrogantes de época. Confesamos
que 'Los años despiadados' nos gusta menos que la anterior novela de
Viñas; pero tómese esto como acotación marginal y posterior a un
reconocimiento de la altivez original de su estilo, que se apoya más,
repetimos para convencer a escépticos, en la fuerza desmañada,
arbitraria e interior de sus ficciones, que en fórmulas literarias
exteriores, aunque éstas existan como rastreos de pasos ilustres o
como contribución o derecho de piso de cualidades en maduración
definitiva. Aquí —aún más que en "Cayó sobre su rostro"— Viñas soba y
resoba la materia elemental de su encuadre novelístico, y así, como
por un dar vueltas y revolver en una olla de densa sustancia
imaginativa, los personajes y sus relaciones obscuras se informan, es
decir, entran en una forma sin forma. gelatinosa, una forma de
apariencias inconcebibles pero llena de revelaciones que. aunque
tenebrosas por la índole misma de sus apariencias, ilumina fondos de
imperiosa puja por el aire fresco de la vida. No es esto, en
definitiva, un obscurecer premeditado, reiterada y confusamente con
"impromptus" de su imaginación, como podría suponerlo un pueril
criterio profesional, sino, al contrario: en las vueltas y revueltas
de esa gelatina en que frases, gestos fugaces y hechos fragmentarios
se enturbian e implican como con cierta fiebre posesional, atrapa
Viñas los restos engañosos y turbios del acontecimiento minúsculo, de
los contactos sin huella, de las voces perdidas para siempre, del roce
gastador de mármoles y sensaciones, del polvillo que se acumula sobre
las cosas y los seres. para rescatar en estado de pureza, es decir,
invulnerable todavía a toda corrupción sentimental, retórica,
imaginativa o naturalista, el trasfondo humano. Esa obsesión le sirve
a Viñas en este libro para dar, por detrás de lo humano como hecho
individual o relación de unos pocos personajes, una perspectiva de
época, en la que, sin lloriqueos tardíos ni sermones iracundos se
vislumbra un memento "social" argentino y las comillas quieren
advertir sobre un significado del término veraz y no deformado por los
manoseos. La sobriedad esquemática con que esta segunda relación se
fija en el libro de Viñas, sin llegar a ser un valor en sí
—novelístico, como correspondería definirlo—, llama la atención acerca
de la intensidad y la lucidez de su ahondamiento. Pero dijimos que
'Los años despiadados' nos gusta menos que la anterior novela de este
autor, y vale la pena explicar por qué. Nos hemos ubicado, como se
puede observar y como corresponde a toda crónica literaria, en el
plano artístico desde el que el escritor ha creado su obra, o, por lo
menos, así lo hemos intentado. No obstante, con todos los
reconocimientos ya señalados, advertimos que Viñas, en algunos
instantes se deja él mismo atrapar por la liturgia, digamos, de su
desarrollo narrativo: algo así como un prodigarse en el relato de los
hechos y de las asociaciones subjetivas no para alcanzar una meta
determinada —novelística, claro—, sino para quedarse, estarse en el
sobado de los materiales que maneja, con una pereza placentera, un
casi virtuosismo que atrasa el "tiempo" narrativo sin ganancias de
otro orden y cuyo peligro es el que, pretendiendo huir de una retórica
pasatista y estéril, puede caerse en otro tipo de retórica, que
deslumbra por lo desacostumbrado de sus hallazgos, pero de cuya
utilidad a los fines de la novela, a los fines virtuales, no puede
estarse seguro. En "Cayó sobre su rostro", creemos, había una más
rigurosa adecuación de linio el proceso narrativo a esa finalidad
última y profunda de la obra. Entiéndase bien que lo que objetamos
ocurre por momentos, como lastre de un estilo que quiere agotar todas
sus posibilidades expresivas, como una cargazón que a veces se
interpone entre el relato y el hecho novelístico en sí, y que para
nada significa un reparo al estilo de Viñas como resultado total,
sobre el que hemos manifestado claramente, creemos, nuestro punto de
vista favorable. (Edición Letras Universitarias) Revista Vea y Lea
18.07.1956 |