1
Este país del sol
esta ranura
de mirarse en lo alto y de mirarnos
nos conoció el amor cuando lo hallamos
disperso entre los hechos,
manoseado
con un triste apetito,
como un roce,
un menester del lecho,
una palabra,
roto por el gemido en el tumulto,
profeta solitario de las calles.
Y éste era el viejo amor,
éste era el rito
que levantó la piedra y besó el pámpano,
ésta fue la heredad de los pastores
fundadores de Dios y de las tablas:
este pulso de mí,
estas canciones
antiguas de cantar,
esta labranza
de un solo idioma y una sola fecha
era el amor.
Y nadie lo encontraba.
Y yo lo vi pasar como un sollozo
como un cántaro seco,
como un agua
inútil de golpearse entre las rocas,
devastarse, caer y devastarse;
lo vi por las ciudades,
por las ropas
con un árido sexo arrebujado
tan exiguo de su sed primera,
tan caído a la cal,
tan horadado,
que no supe qué hacer con mi caricia,
mi entraña germinal,
mi niño extraño:
no supe y regresé,
volví al comienzo
de cada soledad,
abandonado.
Regresé a desandar al hombre,
el vino
donde la tarde afila su navaja,
a releer las cartas malheridas
de adiós, de nunca,
de escribir distancias
y ya nadie sabía:
era tan lejos,
tan al cubo del tiempo y olvidado
que no tuve si no cierta memoria,
cierta bujía obsesa de la sangre
que me puso la voz como de luna,
como de junco azul,
como de aldaba
puesta a llamar al grito hasta lo hondo,
puesta a golpear al norte mi garganta.
Y entonces tú.
Entonces me creciste
de un eco dulce que en la fe llevaba.
Yo te besé en la luz,
donde se besan
la madera, los pájaros y el agua,
porque era necesario que tuvieras
un clima donde andar con tu milagro,
una lluvia de júbilo a tu diestra
y un badajo de sol por las mañanas.
Era tan necesario darte espacio,
lugar en la canción,
sitio en el alba,
mientras yo hilaba mi canción agreste
con el viento que hilaba tu costado.
Por eso fue distinto,
parecía
que el río te llevaba de la mano
para que hasta la sal te conociera
antes de ser espuma entre las aguas.
Ibas hacia la noche como el día
con un paso apagado y otro en llamas,
lenta de tu misterio,
promovida
por un rumor de niños y campanas.
Y hubo que hacer de nuevo cada cosa:
la minuciosa flor, la lluvia;
tanto
que llegada al amor no fue posible
penetrar en lo muerto y olvidarte,
porque tú,
fundadora, regresabas
hasta habitar mi voz con tu imbatible
diapasón de nacer,
prieto en la carne;
propagadora de la miel del mundo,
llegaste a mi canción con tu rescate
y en realidad fue nueva cada cosa
a partir de la luna en que llegaste.
Aquí,
bajo la luz,
dije tu nombre,
tu sílaba de música,
tu fiesta
y luego lo supieron los racimos,
los niños, las canciones y la tierra.
2
Si ahora digo amor tal vez no diga
que la ausencia me mira del fondo de tus ojos,
que aquí estuvimos juntos,
que fue hermoso
y que el sol conocía tu perfil de memoria.
Tal vez sea imposible que alguien sepa lo claro,
lo luz que fue llevarte de la mano pequeña
como a un tallo mecido por un viento de música
hacia los territorios donde aguarda el silencio.
Y ya que estás distante,
que pensarán los árboles,
qué dirán las canciones,
cómo verá la noche mi soledad de ríos;
dónde pondrán su ronda los niños de la tarde,
adónde irán los pájaros sin tu risa y mi silbo
y la calle tan sola con sus puertas inútiles
y las sombras sin besos
y los perros perdidos;
ahora que la ausencia me interrumpe la boca,
ahora que me esperas tan allá de los niños.
Se nos ha muerto el año.
Yo le veo el invierno
hecho de un solo frío,
de un solo tajo solo
a la mitad de agosto,
de una dura distancia
larga, definitiva.
Porque de pronto sobran los barcos,
los andenes
y de pronto este rumbo ya no tiene sentido
como si nadie fuera hacia ninguna parte
o alguien hubiera muerto a mitad de camino.
Alguien.
Mi voz. Tu pelo. Las cosas
que no dije.
La flor de tu vestido.
Se nos ha muerto el año donde dejé tu nombre
para que recobrara su condición de estío.
Ya no sé,
nunca
entiendo estas precarias sílabas,
cosas que no recuerdo de pronto me dominan:
te dije que tenías la piel como de humo?
que de estarme en tus ojos me conozco el origen?
te he enseñado el misterio de los árboles solos?
sabes ya que tus manos son dos siestas dormidas?
No sé,
nunca recuerdo tanta distancia,
tanta
canción que no he cantado cuando anduvimos juntos
Me dolería mucho no haberte dicho todo
lo que llevo en la boca casi como otra risa.
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