continuación
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Tito demoron |
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o-o-o
Historietas desde
Traselpuente II o-o-o
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Tinny
Solía
decirme cuando tomaba una cebolla de la cesta, "Tinny -ella era
la única a quien aceptaba semejante mote- debajo del agua no hay lágrimas."
y guiñaba su ojo enfermo con una sonrisa que hacía olvidar el
defecto en su rostro, inmediatamente.
La recuerdo cantando, sus bucles a contraluz de la ventana de la
cocina, la canción del único film donde había logrado actuar cuando
joven, The fighting's brothers:
Too many men in your life.
Too
many secrets in your neck.
Perhaps you know them.
Distance but no mentions.
Satisfactions.
Podía estar horas con la misma canción moviendo tiernamente su
cintura. Tomando cualquier elemento de la cocina para que hiciera las
veces de micrófono. Mirando. Inquietándome. Seduciéndome con sus
dedos.
No hay lágrimas debajo del agua... me repetí cada vez que tomé una
cebolla de la cesta. Pero ella no regresó a sonreír. Y pienso en
ella, fresca y celosa. Imaginable y poseída. Débil y consentida.
Dios hizo al hombre desgraciado por naturaleza. De otra forma no se
explica que una estúpida enfermedad la haya llevado al suicidio en
Crist Lake, para dejarme aquí solo en la cocina. Sin la compañera de
años guiñándome su ojo enfermo. Sin la seducción. Sin la risa.
No hay lágrimas debajo del agua.
Nadie llora debajo de un lago.
Allí estaré.
Jeffrey, amigo, cuida de la zarzamora.
Testamento de Andrew "Tinny" Scartall encontrado en la
cocina de la posada de Jeffrey el día de su desaparición, en junio
del 47. |
El
semillero
Y
de eso lo acusaron. De robar. Toda una vida cargando con un delito
menor sin prueba para el castigo. Tuvo acaso la indolente necesidad de
demostrarse que las cosas eran de quienes fecundaban y no de los
herederos de Caín. Labrador irlandés que supo apropiarse para una
primer cosecha de las semillas que la One Fortuny Corp. había traído
desde los grandes almacenes que poseía mas allá de Puerto Chico. La
mísera ociosidad del intermediario, el placer sensual del dinero
convertido en distribuidor legal del fruto que el creador nos ha
brindado para alimento del cuerpo y regocijo del saberse contento por
regar a la madre tierra con el propio sudor. No es la riqueza de quien
posee, sino de quien entrega en cada rincón. Hizo fortuna el labrador
John C. Braunder con aquella primer bolsa distraída al azar. Hizo
fortuna pero olvidó. Y el olvido le trajo los más delicados
placeres, los manjares más sabrosos y los vinos más exquisitos. Le
trajo el amor de magníficas criaturas, hermosas mujeres que brillaban
a su alrededor sabiéndose halagadas por el precio que las sustentaba.
Goces y diversiones, placeres degradados. Afirmaciones y excusas.
Braunder tuvo una vida plena en nuestros campos. Generoso por demás.
Pero olvidó. Y el olvido no perdona. La noche del treinta y uno de
diciembre, mientras festejaba con algarabía la llegada de 1947, la
ignorancia terminó en su vida. El momento culmine de todo ser humano
es cuando empieza a darse cuenta que el cuerpo es perecedero. La mayor
de la sabiduría se adquiere en esos momentos en que se descubre el
camino hacia el final. Cuando comienza a vislumbrarse la plataforma
que penetrará en la mente hasta que la luz deje de ingresar en
nosotros. El descubrimiento del espejismo que resulta ser la obtención
de satisfacciones mundanas que nos han llevado a la casi interminable
repetición de los deleites embriagadores y engañosos. Braunder olvidó.
La noche de fin de año dos extranjeros le quebraron las rodillas, allí
donde almacena sus bolsas de semillas, y secuestraron a una de sus
damiselas preferidas, de origen turco.
Hermosa dama.
Reverendo Minfoll, Presbistería Conciliar, Soudmerry, 1948. |
Rosales
Caminó
despacio por la senda. El viejo Basset Hound tironeaba de su correa,
atolondrado y atropellando los rosales. El brazo ortopédico de Sarah
se estiraba hasta sacudir su hombro. Parecía confiada. No había
dudas en su rostro y cualquier emoción seguramente le resultaba fácilmente
gobernable.
El mismo banquillo de los últimos dos años la esperaba al límite de
la encrucijada.
Todas las tardes la misma rutina: llegar, sentarse y cruzar las
piernas.
Subió el Basset Hound al banco y dejó caer suavemente su cabeza
sobre la falda de Sarah. Solo en ese instante ella cerró sus ojos y
reclinó la cabeza hacia atrás.
La batalla por superar la agonía comenzaba otra vez.
La herida aguda en su psiquis seguía marcada por aquel hombre, que en
ese mismo lugar, hubo de arruinar su cuerpo.
Los rosales destrozados.
La gramilla y la burla.
La venganza.
El perezozo descuido.
No sentir.
No resistir.
Escapar.
Un hombre se acercó al banquillo.
El Basset Hound abrió sus tiernos ojos.
Vio como degollaban a su dueña.
Occiput Park, Soudmerry, navidades del '48. |
Pacto
Colgó
su traje.
Pasado mañana lo llevaría a la tintorería.
Reparó la caja donde todos los años lo guardaba.
Ya era la hora del descanso.
La desolación es el olvido del hombre. La infinita pérdida de la
gloria abrazada. Ídolo por pocos días, una vez al año. Sam Robgers,
nuestro último Santa en las Grandes Tiendas Soudmerry Hills. Pocos
tuvieron el valor de intentar mirar al hombre que todas las fiestas se
sentaba en el trono de madera especialmente dedicado para las
navidades. Ya nadie recuerda su sonrisa y sin embargo fue un hito. El
único Santa que logró pactar con cada niño que se le acercó desde
1935 en Traselpuente. Para él los caprichos infantiles eran el
alimento y gozo que lo sujetaba casi con desesperada tenacidad a esta
vida. La espera de esos días le insuflaban energías adicionales. Los
ojos comenzaban a brillarles, como si constantemente hubiera humedad
en ellos. El color de su rostro sonrojaba como nunca en el año.
Ninguna alegría se le perdía. Ningún otro placer lo distraía. Ningún
sufrimiento definía sus jornadas en esos tiempos.
Todo pequeño que se inclinaba reverentemente con su capricho a cuesta
era satisfecho. La sola mirada que Sam dirigía a los adultos, era la
complicidad que los pequeños necesitaban para calmarse. En ese
instante no había mas que un dogma, mas que un solo dios, una sola
virtuosidad. En lo más profundo del alma sus adoradores regresaban a
sus mayores sabiendo que lo que habían pedido sería entregado. ¿Un
espíritu noble? ¿Una posesión feliz? ¿Un rito sacrílego?.
Durante trece años los empleados de las Grandes Tiendas de la familia
Hills se jactaron de tener la persona que mejor representaba el papel
de dador que nuestra sociedad puede esperar. Esos días todo Soudmerry
hablaba de él.
Siempre había sido de esa forma, hasta pasadas las navidades de 1948
en que una banda de jóvenes le robó el pequeño amuleto de
brillantes que colgaba en su torso todos los días de adviento.
Su cuerpo fue encontrado varios días después ante la denuncia de
malos olores en los departamentos de la 49 y Backinstrong donde vivía.
La barba perdió su resplandor cuando la sangre tiñó su espesura.
Alex
Robgerson, Soudmerry, 1952. |
Hilachas
Fatigadamente,
pero con la misma estima de siempre, acarició al gato y lo colocó
sobre el escritorio. Tomó su lapicera y escribió sobre la planilla
de la asistencia. La mascota del Profesor James J. Grass se estiró
suavemente sobre ella, como siempre lo hizo, abandonándose al encanto
de ser observado, sin sobresaltos, encerrando en su mirada los
complacientes rostros juveniles.
El profesor comenzó su clase, allí en las Primeras Academias de
Estilo Excelsior, en el primer piso de la esquina de la 49 y Roadmiss.
"Cuando casi todo el mundo está descansando, mi gato también lo
hace. No es lo apropiado para quienes aún deben aprender. El descanso
en Vds. es meramente fortuito. El tiempo de descanso es apenas una
isla en el camino del edificio que están construyendo, que es su vida
misma. Un pequeño jardín carente de expresión. Peculiar, por
cierto, pero solo una chispa de luz que dejará de alumbrar el ocio
cuando los atentos sentidos los lleven hacia la actividad creativa. Es
el espíritu quien necesita del reposo, por la actividad que el cuerpo
físico le propina. Así es que cuando el corazón disminuya su
intensidad en el latido se darán cuenta de la realidad e importancia
del descanso."
Miró por la persiana. La vieja cúpula seguía allí, observando la
ciudad. Las palabras fluían en la sala estudiantil y el significado
ingresaba lenta y pausadamente en cada uno de sus alumnos. El sol
iluminaba triangular, ilustrando con claridad el viejo piso
entarugado. Tomó una cerilla, encendió una madera de incienso.
Observó como ascendía el humo. Estiró su mano jugueteando con él.
"Durante una corta distancia el recinto puede ser una guía para
el descanso. El punto principal donde mecer el alma. La dilucidación
de las experiencias vividas durante la excitación de la vida moderna.
El escape necesario de toda intención e influencia. El brillo apagado
de desdichadas preguntas de toda una semana. La huida..."
Persiguió al humo que se filtraba por las hendijas hacia el exterior,
como intentando alcanzar la vieja cúpula. Estiró sus brazos acompañando
los extraños lazos que se formaban. Acompañó el velo sin espesor y
se arrojó por la ventana para seguir las hilachas.
En el escritorio del viejo profesor, escrito sobre la planilla de
asistencia se leía: "la ansiedad es un obstáculo grosero y
violento".
Primeras Academias de Estilo Excelsior, 1948. |
Incendio
"De
algo estoy más que seguro, fue Sánchez quien la mandó. Esas cosas
no pudieron salir solas de ella. No es tan aguda y no ha funcionado
bien en los últimos meses, estuvimos averiguando. Debió ser Sánchez.
No queda otra. Y no intentes convencerme de lo contrario, conozco tu
debilidad por esa mujer. Kelly estuvo allí. Los vio irse por detrás.
Malditos. Lograron incendiar el lugar. Tuvo que ser Sánchez con su
poder hipnótico sobre ella, tan débil como atractiva. Tan simpática
como solitaria. Kelly la conoció bien antes que el alcohol hiciera
estragos en su personalidad. Tú no ayudaste mucho entonces. Nunca
resistió el dolor, lo sabes. Maldito Sánchez. Vamos a dar con él y
retornarlo a su jaula. Loco incendiario.
No te preocupes Ronney a ti no te pasará lo mismo, esta vez no
escapará."
Escuchado en el Bar de Ronney al ayudante del alguacil.
*Altemar
Sánchez, sudamericano, integrante de la mafia del Barrio Senegal en
la vecina localidad de Tighrab. Fue condenado el 14 de abril de 1948 a
30 años de prisión. Salió en libertad en 1969 por buena conducta.
Su esposa lo aguardó a la salida de la prisión y mientras lo
abrazaba acuchilló su espalda provocándole la muerte instantánea.
Nunca fue atrapada. |
Viuda
"La
capacidad de daño estaba latente en él; sus gestos cortantes, su voz
retenida, sus ojos moviéndose sin señal. Confusión y desórdenes.
Parecía que bastara una pequeña chispa para alertarlo. Y sin embargo
se contenía a diario y muy pocos podrían decir que le conocieron de
mal humor o comportarse con imprudencia. La tarde del treinta de junio
fue diferente.
Un amigo lo alertó: "Jim entró a tu casa, acabo de ver que tu
mujer le abría la puerta". La conquista diaria de una atmósfera
agradable se tornó irremediablemente transformada. Semejaba un
recluso, por momentos incorporándose y caminando. Por momentos se
sentaba y mascullaba. Él sabía que los ojos de sus colegas lo
intimidaban a actuar. "¿Qué se supone que debo hacer?", se
preguntó en esos minutos. Golpeó el escritorio. Se incorporó y
acomodó la silla con violencia. Las manos del resto acompañó el
movimiento alentando su incontención. "¿Cómo es posible que
este hombre no reaccione?" pareció brillar en cada mirada.
Empujó la puerta,
salió hacia el estacionamiento
condujo por la 49 hasta Bringston.
Aparcó.
Apagó el motor.
Recapacitó un instante
Sus ojos estaban humedecidos.
Abrió la puerta de su casa,
se dirigió presuroso a su cuarto,
Jim estaba allí.
Su mujer lo mató con un tiro certero."
Escuchado en los Estudios Contables Papergnton (1949)
Mary Sain Jines fue excarcelada por buena conducta diez años mas
tarde, no volvió a casarse. |
Buick
"Permaneció
su mente fija en el mismo placer. No dudó en dejar que se escapara
cada instante y empañara el parabrisas de su Buick. Únicamente la síntesis
de un genio pudo distraerlo tan gravemente o la inspirada iluminación
de un poeta, la simple forma de quien inventa un lamento, solamente la
fuerte encrucijada de quien todavía no ha alcanzado a vivir lo
suficiente para extrañar, la falta de dominio de la realidad. Fue en
ese instante, seguramente, ahí cuando se cruza la frontera, esos
precisos momentos que se transita la indolencia como para hacer más rápido
el olvido. No pudo ser de otro modo, solo eso explica la alta
velocidad que aseguraron quienes lo vieron conducir. El resto, lo de
siempre cuando se visita una mujer y la vida fluye, el alcohol.
Dijeron que previamente había visitado el prostíbulo, que allí había
perdido su virginidad. El día del entierro en el cementerio privado
Southmarkinson, Anne Marie, la pequeña de los Johnstol, lloraba
desconsoladamente. Tiempo después se supo de su embarazo."
(1958) |
Rachas
Hubo
épocas que las noticias parecían no existir. Si algún vecino de
otro pueblo leía los diarios podría haber sostenido, no sin pudor,
que la gente de Traselpuente se había extinguido. El curso del tiempo
tiene esas peculiaridades, por momentos pierde la vitalidad con que
suelen calificarlo los filósofos. El tiempo, ese que todo lo puede.
El veneno sin embargo no dejó de escaparse ni por un momento. John
Cripsord, juez transitorio, había tenido dolencias durante mucho
tiempo. Eso llevaba a que cada tanto le hicieran intervenciones. Nunca
se supo cual era su mal ¿tal vez la locura de su alma?, o los muchos
castigos que la ley del hombre le obligaba a imponer. Lo menos
importante de los hombres ocurre debajo de un martillo que golpea
dando la sentencia. La facilidad de la mano en ese torpe movimiento es
menos dúctil que un espontáneo y curativo abrazo. La muerte misma
puede esperar, la sentencia no. El breve tiempo de reposo que da a la
población saber del castigo de un semejante derriba preocupaciones,
alguien, un juez, impone por uno y los viejos rituales de sacrificios
tribales se suceden en forma civilizada. Muchos son los que culpan,
pocos tienen el valor de mirar en ese momento.
La noche del primer día de invierno del 46 fue la última que se vio
pasear a Anna con su terrier, el cuerpo apareció boca abajo a las
orillas del serpenteante riacho que bordea la colina sur, desangrada
totalmente según testimonios. Hay quienes todavía sostienen que
antes de su paseo habitual se la vio en la sala de transfusiones del
viejo hospital.
Apenas unas líneas en el diario, la noticia importante era la
recuperación del juez.
Soudmerry
Hills, Bar de Roonney, 1947 |
Lucky
"Se
sentó al piano, ese mismo, ahí. Ronney siempre lo dejó en el rincón.
Y comenzó a vibrar. Con esa ronquera que solo el alcohol pudo haberle
dado; parecía que el mismo Louis estuviera en su respiración... "but
that lucky old sun... got nothin' to do...". El
abatimiento, tal vez la vida ya rota. La desesperación o el
insoportable silencio del agotado. De quién se sabe perdedor. No hubo
suerte ese día, el viejo sol no acompañó.
Los tragos mandaban en el bar de Ronney, y cuando esto ocurre los
hombres solamente se observan. El sufrimiento aparta los atardeceres y
en Kaspersvy provocaba su faz de intérprete en las siempre
endiabladas teclas del piano. Nunca antes en el Bar de Ronney se había
escuchado una interpretación que rozaba la desesperación y el deseo
del alma a extinguirse definitivamente. Los ojos de unos y otros de
los concurrentes dibujaban las formas caleidoscópicas de cientos de
manos queriendo acompañar la melodía.
Una gran melodía.
Un viejo informe.
El hombre evidente.
El mecanismo de la influencia.
John Dirber no resistió.
El impulso cautivante
y sentido lo atrapó.
Nadie intentó detenerlo cuando luego de descerrajar cuatro tiros
sobre Kaspersvy se suicidó. 'No sufras', comentan que susurró al oído
de la víctima."
Escuchado la tarde que demolieran el viejo Bar de Ronney a comienzos
de los 70's. |
Three Sergeants
Nunca podría vender un seguro en las cercanías de Triannox House. No sé por qué me dieron esa zona. La 23 y Southmont era el límite. ¿Por qué lo habrán corrido?. Seguramente para beneficiar a G. Clover. Eso debió ser. Pero reasignarme a la zona de la estación de trenes y el loquero, no me beneficiará. Es falta de solidaridad. Saben que tenemos problemas económicos en mi familia. La estación está a pocas calles de aquí ¿Cómo habrán hecho los tres para mantenerse solidarios?. Three Sergeants, así le pusieron a la estación de trenes. Héroes de la gran guerra. Ellos sí fueron solidarios, y por eso sobrevivieron. Pero a mi me dieron la zona donde también está Triannox House, ese loquero auyenta a las familias, nadie quiere vivir cerca. Unas calles más y llego. ¿Y si subo al tren?.
Huiría hacia otra ciudad donde los G. Clover no roben las mejores zonas, dónde las preferencias sean por una trayectoria. Tree Seargeants está aquí cerca.
La vieja estación de trenes. El Señor Movanvent siempre la mantiene pulcra.
Poco tiene que hacer aparte del mantenimiento y sus siestas son prefundas. Es
el pitido de la máquina que lo despierta. Entonces se coloca la gorra y se acerca a la
campana. Tres veces suena el silbato, en homenaje a los sargentos caídos.
Siempre igual. Esta monotonía me abruma. Quisiera huir en ese tren cuando llegue. ¿Cómo habrán hecho para sobrevivir los tres?. Qué valentía!. Un silbato del Teniente y los tres se preparaban. Tres silbatos y subían a la colina para tomarla y convertirse en héroes. ¿Cómo voy a pagar los gastos ahora? Esta zona no es propicia para vender seguros. Ellos lo saben. Debería dejarlos plantados y ahí me valorarían. Luego dirían en la posada que el viejo Peeble era el mejor vendedor de Traselpuente. Transpiro. Siempre transpiro y me agito cuando se pone difícil la situación. Desde aquí se ve la pendiente, y las vías elevadas. Recuerdo de chico saltar por esa pendiente, y de joven dormir la siesta sobre su inclinación hasta que el tren me despertara con su
paso. Estoy llegando a la zona. Subir la pendiente, así corto camino. Detrás de esas vías.... ¿por qué no consideraron mi problema?. G Clover tiene una vida por delante, lo
mío es urgente. Necesito descansar, este calor... Me recuesto. ¿Habrán descansado los tres en la gran guerra? Seguramente no se plantearían cómo vivir. No tendrían tiempo de pensar en eso. El Teniente no sería como
Clover. Él los tenía entrenados y alertas. Un pitido y estarían listos. Tres pitidos y la colina sería de ellos. Héroes, para este pueblo. Sin este sol que adormece. Sin los Clover fastidiando. Ellos le habrían atacado hasta tomar su zona. Tres pitidos y la zona sería de ellos. Tengo que cerrar los ojos para descansar. Esta pendiente es suave. No como aquella colina de los Three Seargents. El viejo Señor Movavent dormirá su siesta, como yo lo hacía, hasta que suene el silbato de la locomotora. Quisiera huir en ese tren cuando aparezca. Tres sonidos del silbato del tren y el viejo Movavent acomodará su gorra. Tengo que cruzar las vías. Hay que tomar la zona. El tren se acerca. Hay que subir la pendiente. Tres silbatos. Movavent se acomoda la gorra. El Teniente ordena. Voy a tomar la colina.
Libro de guardia de la estación de trenes de Traselpuente, 1923.
El telegrama del Señor Movavent a Estación Central decía: "Intruso sobre las vías resultó atropellado. Servicio interrumpido por una hora. La máquina no sufrió desperfectos." |
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