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Narrativa argentina: 70 años y ninguna flor

Roberto Yahni: 70 años de narrativa argentina 1900/1970 (Alianza Editorial, Madrid, 210 páginas).

Las antologías, pese a la arbitrariedad de su condición, cumplen muchas veces una loable misión: se asemejan al aviso publicitario que trata de difundir un producto, aunque es sabido que nunca esa mercadería promocionada tiene la calidad o la ventaja de todo lo anunciado en la publicidad, porque de lo contrario se dudaría de las armas o del lema del aviso y hasta del mismo promotor, situación no muy frecuente dados los adjetivos y las ponderaciones con que se envuelve un producto para su competencia en el mercado. Por eso, una selección corre numerosos riesgos y resulta tan difícil su perduración o vigencia, sus inmediatos resultados, trascendencia o efectividad a través del tiempo. Pero si es justo hablar de la vocación funeraria de toda antología, también está permitido elogiar y valorar una tarea tan noble como riesgosa, como en este caso, en donde Roberto Yahni debió afrontar, además, el peligro de un público tan exigente como el español, tratándose precisamente de un idioma que es tan nuestro como peninsular. Cabe, sí, el análisis desde aquí, ahora que el libro ha llegado a librerías argentinas, para evaluar con riguroso sentido crítico el trabajo, los propósitos y logros de una empresa que lleva el ambicioso título de 70 años de narrativa argentina, y que ha procurado captar y transmitir la diversidad de nuestra literatura en tan sólo doscientas páginas de un libro de dimensiones reducidas.
Ese primer escollo —la brevedad— agudizó la arbitrariedad, ya que Yahni tuvo que remitirse a un número escueto de escritores —dieciocho— en un lapso de siete décadas que se caracteriza justamente por la variedad de autores y tendencias. Ahí, Roberto Yahni emplea un criterio bastante falso, al tomar decidido partido —como dice en su prólogo— por la literatura fantástica, descartando lo que él llama literatura realista con un concepto estético —y, por supuesto, ideológico— que deja signada la selección desde su origen. Pregunta: "¿Cuántas veces la historia de la novela no ha hecho sino aproximar la obra a la realidad, resultando, en muchos casos, la historia de una dependencia, de una subordinación?", y él mismo responde con una definición tan personal como abusiva: "Quien haya vivido o estudiado testimonios de la realidad argentina de las últimas décadas no creerá desacertado pensar que hacer literatura fantástica en la Argentina es, hoy, la forma más segura de transcribir esa realidad. Para la realidad argentina, el «realismo» parece resultar ya insuficiente...". Claro que en diez páginas de prólogo, Yahni ni puede explicar sus conceptos ni puede aclarar debidamente esta forma de entender el hecho literario Este despótico criterio —o falta de criterio— resulta pernicioso para los incluidos en la selección, como en los casos más específicos de Quiroga, Arlt, Cortázar o -el mismo Borges, no muy bien representados con relatos que no son lo mejor de su obra. Roberto Yahni vuelve a caer —como en la reciente Enciclopedia de la Literatura Argentina que, bajo su dirección y la de Pedro Orgambide, publicara Editorial Sudamericana— en las descontroladas y estruendosas omisiones, en la ausencia absoluta de rigor y mesura críticos que le hacen decir, por ejemplo, que "Silvina Ocampo (es) quizás nuestra mejor narradora", juicio demasiado comprometido y peligroso, pese al "quizás" que trata de suavizar el barbarismo. Asocia, también, a la generación parricida que aparece en 1955 con ese "realismo" que desaprueba, y que, según él, "repartió la despreocupación por el lenguaje", olvidándose de un Murena —que no tiene nada que ver con ese "realismo"— o de un Vanasco —"realista" que profundiza en el lenguaje—, entre tantos otros, de un movimiento que presentó una amplia gama de posibilidades y realizaciones.
Y nos preocupamos con tanta severidad pensando que el público español no tuvo, de esta manera, la oportunidad de conocer, aunque someramente, el panorama profuso y válido de nuestra literatura, o por lo menos de la cuentística argentina. ¿Puede, acaso, aportar un capítulo de una novela de Mallea, como se incluye, a dar una imagen siquiera del novelista argentino? En cuestión de azar, salen mejor parados Haroldo Conti, Pedro Orgambide y Juan José Hernández, o el mismo Rodolfo Walsh, aunque este último mediante un cuento que no tiene la altura de "Irlandeses detrás de un gato" o "Los oficios terrestres", sus relatos más representativos. Salvo que el lector español obre luego por apetito y necesidad, y busque por otros medios —y otros libros— todo aquello que no se le pudo ofrecer en este volumen: con esa condición queda justificado el libro y el intento forzado de una aproximación tan relativa a la narrativa argentina contemporánea.
Tal vez la culpa de este petit muestrario recaiga exclusivamente en la editorial española, que en su colección de bolsillo sólo cuenta con una sola obra argentina —el Facundo de Sarmiento— en casi trescientos títulos publicados, y que, al parecer, trató de suplir tanta ausencia y marginación con un improvisado libro, una especie de receta o síntesis que no agrega ni aporta nada, a no ser una pálida, confusa y distorsionada valoración de nuestras letras y de sus hombres, que en setenta años han hecho, por suerte, mucho más de lo que insinúa o esboza la antología de Roberto Yahni.
CONFIRMADO - 21 de abril de 1971 - Pág. 43

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