Corrientes Musicales

El Rock Argentino
I PARTE

Del barrio a la multitud

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Miguel Grinberg

Invierno 1966 en Buenos Aires. En el Teatro del Altillo (Florida 640) se ofrece un breve ciclo de recitales de rock, a cargo del grupo Los Beatniks. En el mundo, y en la Argentina, la beatlemanía es el pan de cada amanecer. En todas partes, centenas de jóvenes músicos tratan de emular al cuarteto de Liverpool. Algunos como necesidad expresiva generacional, otros por un mero asunto de marketing. Los Beatniks estaban entre los primeros, en especial dos de sus miembros: Morís Birabent y Pajarito Zaguri. La cosa había tomado cuerpo para ellos el verano previo, en Villa Gesell, donde otros -como Javier Martínez- sentían que una canción diferente les ardía en el alma. No eran los únicos. El año anterior, desde Rosario, habían bajado a la Capital Federal Litto Nebbia y Los Gatos Salvajes. Para éstos, la principal fuente de trabajo seria la Escala Musical, circuito comercial compuesto por un programa de radio y bailes en clubes, al que luego se agregó un programa de TV. Hacia esa misma órbita de trabajo, y desde Montevideo, peregrinaron Los Shakers, encabezados por Hugo Fattoruso.

Rock Nativo

Los Beatniks cantaban cosas propias en castellano. Los Gatos Salvajes igual, aunque en su repertorio había temas originales de Los Rolling Stones. Los Shakers (que se vestían y peinaban igual que Los Beatles) componían sus canciones. pero las letras eran en inglés. Otro grupo porteño (y de trayectoria breve), Los Seasons, hacia lo mismo.
Todos ellos, alguna vez. se habían copado con el rock and roll de la década del cincuenta: Elvis Presley. Bill Haley, Little Richard, mayormente. Algunos de ellos cultivaban el jazz moderno (con discos de John Coltrane, por ejemplo) y conocían la bossa-nova brasileña (nacida en 1960). Y en la Argentina se había hecho popular el grupo mexicano Los Teen Tops, cuyo cantante -Enrique Guzmán- había conseguido expresar en castellano los hits de los fifties. Pese a tratarse de traducciones. Guzmán estableció un punto de referencia valioso para lo que otros -después- enriquecerían con singular obstinación.
Los Beatles hicieron imposible cualquier retroceso y abrieron vetas inéditas para la música juvenil. Sus películas ¡Yeah! ¡Yeah! ¡Yeah! (A Hard Day's Nignt, 1964) y (Socorro! (|Helpl, 1965) y sus elepés Rubber Soul y Revolver desembocaron en 1967 en un simple histórico (Penny Lane / Strawberry Fields Forever) y en un álbum monumental: Sergeant Pepper's Lonely Hearts Club Band. Pero no se trataba simplemente de un acto de mimetismo: los jóvenes de comarcas disimiles no estaban copiando los ritos de un conjunto británico. Estaban asumiendo su identidad no complaciente, su poesía vital y su voluntad de confluencia. Nadie lo organizó (ni puede organizarse). Emergió de pronto, a una hora del siglo XX en la cual muchos (al mismo tiempo) asumieron que al alma también hay que darle de comer.
En cierto modo Los Beatles fueron anticipando cuestiones estéticas y éticas que luego serian encarnadas por millones de jóvenes. Un poco antes, el mismo fervor había tenido como ámbito la poesía y el cine. La Beat Generation norteamericana, los Angry Young Men ingleses, la Nouvelle Vague francesa y otros fenómenos neoculturales de menor impacto pero de semejante relevancia. contribuyeron a clarificar cuestiones espirituales cuyos primeros indicios se tuvieron en 1955. a partir de la muerte accidental del joven actor estadounidense James Deán y el tema musical Rock Around The clock (Haley y sus Cometas) en la banda sonora del film Semillas de Maldad (The Blackboard Jungte).
Así fue que durante el invierno de 1966, en Buenos Aires, pasó a tomar cuerpo algo distinto. No era la "música joven"-estandarizada a la manera del llamado Club del Clan (cuyas cúspides fueron Palito Ortega y Violeta Rivas). Era algo que no dependía del éxito, ni de la multitud. Era algo Intimo que empezaba a compartirse, y que ahora podemos enfocar como el comienzo del rock argentino.

La Cueva

Al 1723 de la avenida Pueyrredón había un boliche que todos conocieron como La Cueva. Antes había sido un boliche de jazz llamado Pasarotus. Y a mediados del 66 otra onda comenzó a vibrar a fondo en ese subsuelo de la ciudad. Tenia algo que ver con el rock and roll, con Los Beatles y con los Stones, pero se componía andando por Buenos Aires y se cantaba en nuestro idioma. Estaban Moris, Pajarito, Javier, Litto y un pibe cuyos documentos decían José Alberto Iglesias, pero al que todos llamaban Tanguito. Los Beatniks y Los Seasons se habían desbandado. A la Cueva caían dos miembros de este último: Carlos Mellino (luego de Alma y Vida) y Alejandro Medina (luego de Manal). Muchos más aterrizaron allí, para cantar, para tocar. para escuchar lo de los demás, en una especie de crisol donde la música no paraba nunca. Seguía en la Perla del Once, en Plaza Francia, en la plazoleta enfrentada al pasaje Seaver. Y cuando vino el frío-frío, la música seguía en todo departamento que se pudiera "copar".
En los barrios la ceremonia también tenia sus cultores, que no iban a La Cueva, pero que tiempo después serian también parte del ciclo inaugural del rock argentino, caracterizado por la búsqueda de un lenguaje cantado. Todo se hacia porque se sentía necesario, como respirar. Nadie estaba coordinando un movimiento ni organizando una "ola" para competir en la televisión. La música pasaba a ser un modo de vida. Algo similar estaba sucediendo en los cafés del Greenwich Village neoyorquino y en la ciudad de San Francisco. Bob Dylan había electrificado el sonido del folk y la respuesta norteamericana a la invasión rítmica inglesa seria impresionante.
La respuesta argentina tuvo tres ejes que giraron hasta 1970. en lo que a conjuntos se refiere: el trio Manal, el cuarteto Almendra y el grupo Los Gatos. Este último fue el primero en producir una grieta en el hielo de la ciudad, encabezado por Litto, que tras la disolución de Los Gatos Salvajes armó otro conjunto en 1967. con Ciro, Kay. Moro y Alfredo. Morís por un lado y Tanguito por otro (como solistas) fueron otras vertientes de un torrente que también contó con los fugaces Abuelos de la Nada (de Miguel Peralta) y los platenses de La Cofradía de la Flor Solar.
En diciembre de 1966 nos planteamos la posibilidad de hacer un recital que sirviera por un lado como historia del rock and roll y por otro como presentación de esa nueva música urbana. Moris y Tanguito estuvieron de acuerdo. Los Seasons se reunieron por última vez para la ocasión. Javier Martínez adhirió en primera instancia, pero cuando se le planteó que era necesario "ensayar" el espectáculo, repudió el concierto, secundado por la plana mayor del público "cuevero", desertando. Un argentino recién vuelto de los EE. UU. se plegó con el repertorio de Bob Dylan. Mellino localizó a una chica llamada Susana, que acompañada en guitarra por su hermano preparó seis canciones compuestas por Rodolfo Cabral, un tandilense que había decidido renunciar a su carrera comercial (bajo el nombre Indio Gasparino) pero que todavía no estaba a punto para su nueva etapa como Facundo Cabral. Susana estrenó sus primeros temas, y después se perdió en el silencio, tras un accidentado romance con Tanguito. Este, por motivos nunca claros, quiso actuar con otro seudónimo, y adoptó brevemente un nombre que le habla gustado: Donovan. En vísperas del verano hicimos tres recitales en el Teatro de la Fábula. junto al Mercado de Abasto. Solamente vinieron dos críticos: el de El Mundo (que nos tomó el pelo) y la cronista del Buenos Aires Herald (que nos hizo una reseña sensacional). El ciclo, para que no hubiera confusión en cuanto a sus intenciones, se llamó Aquí, allá y en todas partes.

La Progresión

Y así fue que llegó 1967, con los primeros hippies en Buenos Aires, Córdoba y Rosario. Así fue que Los Gatos grabaron La Balsa (que Tanguito firmó como Ramsés VIl) y Ayer nomás (de Moris y Pipo Lernoud) para la RCA, cambiando en ambos casos un poquito las letras, a fin de ajustarlas a las exigencias del mercado de las trivialidades. A mediados de ese año hicimos un recital gratis en el Theatrón, con música y poesía, donde por primera vez se sentaron juntos los bohemios del Moderno Bar y los hippies de Plaza Francia. Cinco grupos leyeron poemas (La Loca Poesía, Sunda, El Ángel del Altillo. Eco Contemporáneo y Opium). Morís y Litto aportaron alternativamente sus canciones.
Con la aparición de Manal (Javier, Alejo Medina y Claudio Gabis) y de Almendra (Rodolfo García, Emilio Del Guercio, Luis Alberto Spinetta y Edelmiro Molinari) el bienio 1968/69 tomó un color diferente y emergió una música joven que no era como la de antes. Manal con sus blues urbanos y Almendra con una poesía luminosa, definieron buena parte del lenguaje del rock nacional en el primer ciclo de su existencia, que en su ciclo II se abocó a la conquista de un sonido genuino y que en el ciclo III ha tratado de asentar sus estilos. La próxima etapa será la del difícil logro de una identidad indeformable.
Los nuevos conjuntos no fueron la única variante en el ámbito musical. En cierto modo inspirado por el Apple de Los Beatles, apareció un sello discográfico independiente concentrado en el rock local: Mandioca. Tras un accidentado recital-presentación en la Sala Apolo, siguió el ciclo Beat Baires en el teatro Coliseo. un verdadero catálogo de todos los músicos recién salidos del cascarón. Y el elemento más significativo lo constituyó la aparición de un público que daba decididamente la espalda a los "productos" sonoros del periodo, para manifestar su solidaridad por ese rock nativo que le hablaba de cuestiones muy entroncadas con la vida cotidiana de cada cual.

PinAp

En una revista para jóvenes, llamada PinAp, junto a las notas sobre "artistas" de corte complaciente (como Donald o Bárbara y Dick) empezaron a imprimirse reportajes a Los Gatos, Almendra y Manal. El nuevo público también crecía y crecía. En 1969. simultáneamente con el Festival de Woodstock (y no como reflejo de éste según creen algunos) hubo en Buenos Aires dos acontecimientos sin precedentes: un Festival de la Música Beat (llevado a cabo en el teatro El Nacional) y el Festival PinAp (patrocinado por dicha revista en el Anfiteatro Municipal General San Martín).
La industria discográfica había comenzado a explotar la etiqueta "beat" para definir a toda la música hecha por jóvenes con el pelo largo, sin importarle si se trataba de calcos de música anglosajona o del rock argentino en su etapa inicial. Nunca hubo una música Beat propiamente dicha, pero en esos días nadie se preocupaba por discutir rótulos, ya que lo importante era tocar. Así fue que el Festival Beat fue ganado por Pajarito Zaguri y La Barra de Chocolate con su tema Alza la voz, mientras como invitados fuera de concurso habían cantado intérpretes disimiles como Tanguito y Facundo Cabral.
El Festival PinAp (que atrajo a unos 5.000 jóvenes) tuvo significación mayor. No sólo se trató de la primera concentración de roqueros al aire libre, sino que sirvió para demostrar el abismo que había entre las versiones de éxitos foráneos (a cargo, por ejemplo, de Carlos Bisso y su Conexión N° 5, o de Amadeo entonando Con su blanca palidez igual que Procol Harum) y el canto de Manal o Almendra. El rock local fue la música de fondo durante los festejos de la primavera en las piletas de Ezeiza y Manal cautivó al público estudiantil en el Anfiteatro de la Ciudad Universitaria. Diarios y revistas se burlaban o meramente ignoraban el fenómeno, la radio no pasaba los pocos discos existentes..., pero cada día había más seguidores de esa flamante pasión, y grupos nuevos, como Vox Dei.
Fenecida la revista PinAp, su secretario de redacción. Daniel Ripoll, lanzó a la calle otra publicación bautizada inequívocamente: Pelo. Esta revista auspició en 1970 el primer Festival B. A. Rock, concretado en el Velódromo Municipal, donde en varias jornadas llegaron a reunirse 15.000 jóvenes. Allí establecieron rotundamente su significado los músicos del ciclo I, como portadores de una sensibilidad que no podía dar marcha atrás. El trabajo de los años 1966/70 había dado frutos imborrables. La disolución de Los Gatos, Manal y Almendra a tal altura del recorrido no representó una frustración ni una renuncia. Con el segundo B. A. Rock (1971, también en el Velódromo) pudo apreciarse que comenzaba una etapa igualmente crucial: el idioma había sido capturado, quedaba al frente la doma del sonido, o sea. la creación lisa y llana de una música total.
El tercer y último B. A. Rock (1972, en un camping porteño, durante el cual Aníbal Uset rodó la película Hasta que se ponga el sol) expuso algunas tendencias del ciclo II. cuyas cúspides fueron Pescado Rabioso (Spinetta, David Lebón, Carlos Cutaia y Black Amaya), Aquelarre (Del Guercio, García, Héctor Starc y Hugo González Neyra), Color Humano (Molinari. Oscar Moro y Rinaldo Raffanelli). Pappo's Blues, Moris, Litto Nebbia y su trío. Pedro y Pablo, Vox Dei, Arco Iris, La Pesada del Rock (con riquísimos aportes de dos ex cofrades de la Flor Solar: Jorge Pinchevsky y Kubero Díaz. y también como marco para estupendos álbumes solista de Claudio Gabis y David Lebón) y. finalmente. Sui Generis, el grupo de mayor penetración a nivel popular a partir de la balada Canción para mi muerte, un hit del B. A. Rock III.
Hubo otros dos hitos durante el período 1971/75: el ciclo televisivo denominado Rock en Teleonce y un concierto del invierno de 1972 en el teatro Atlantic: el Acusticazo, que puso en órbita a tres solistas de variada significación: León Gieco, Raúl Porchetto y Gabriela. Igualmente, el Rock Centro auspició notables conciertos de Moris, Pescado Rabioso, Gieco y Pinchevsky.
Otro dato de importancia, para captar la singular caravana de "sucesos" de 1972 en lo ceñido al rock argentino, fue la aceptación por parte del director de LS1 Radio Municipal (Ricardo Costantino) de un programa titulado El Son Progresivo, que difundió ilimitadamente las nuevas expresiones. Por esa misma emisora aparecieron luego Rock en Buenos Aires (por Ángel del Guercio), Nueva Música Urbana (por Oscar Del Priore) y posteriormente Melopea (conducido por Litto Nebbia).
Hubo muchos más intérpretes durante el ciclo II, y la lista seria extensa. Cada cual intentó su aporte y el crisol urbano siguió recibiéndolos. Desaparecido el sello Mandioca, su fundador -Jorge Alvarez- logró establecer dentro de la firma Microfón el sello Talen!, donde se rescataron registros del rubro esfumado y donde registraron su material muchos de los músicos que en principio se desesperaban ante la escasa imaginación aplicada por técnicos de grabación para quienes los instrumentos eléctricos eran un intríngulis indescifrable. Progresivamente hubo que superar ese pantano. Habría que reconocerle aquí a Billy Bond y a La Pesada del Rock todo lo que experimentaron en los estudios Phonalex, despabilando a más de un técnico.

Ciclo III

Los recitales de rock, durante el ciclo II, dejaron de ser una actividad marginal en teatros pequeños y en horario de trasnoche, para transformarse en alimento auditivo de multitudes en teatros grandes y en horarios centrales. No era resultado de la publicidad ni de una promoción estandarizada. Era una pasión compartida a la hora de la fraternidad. El paso por Buenos Aires de la Banda Santana y de Joan Báez atrajo a millares al estadio Luna Park. En 1973, reuniones de músicos y público de rock en el parque Centenario dieron matiz al ritual donde lo más importante era la sinceridad.
La cantidad de álbumes grabados durante el segundo ciclo del rock argentino revela la paulatina concreción de un sonido autónomo, que no era un eco de la música norteamericana o inglesa, sino una manifestación genuina de jóvenes habitantes de una de las diez mayores ciudades del mundo. Aquí resultaría conveniente aclarar que en cierto modo seria mas acertado referirse al fenómeno como "rock porteño", ya que si bien hubo expresiones dignas en ciudades del interior (como La Pequeña Banda de Tricupa. tucumana), casi todo lo demás salió de Buenos Aires. Que Gieco sea santafesino o Porchetto mercedino, no modifica la cuestión, puesto que las vivencias básicas y el ámbito natural de esta nueva música urbana se han dado en la Capital Federal.
No tratándose de una expresión tradicional (folklore o tango), nuestro rock fue siempre considerado por ciertos "especialistas" como música extranjera. No les interesa considerar que se trata de material compuesto por argentinos, cantado en castellano y lleno de implicancias (valga el término) aborígenes. Por supuesto que en sus melodías no cabalgan gauchos de la Pampa ni taitas arrabaleros. Hay canciones de Moris, Spinetta, Nebbia o Charly Garcia (en el repertorio de Sui Generis) que podrían ser tranquilamente un tango. Pero sucede que generacionalmente están más cerca del rock contemporáneo que de Gardel y Lepera o de Buenaventura Luna. Jamas los roqueros argentinos han atacado la música tradicional de nuestro país. Pero a la inversa han sido blanco de ataques sin misericordia como resultado de la ignorancia. el prejuicio y el resentimiento de los fabricantes de una presunta "música joven" que no representa a nadie.
Cuando en setiembre de 1975 el grupo Sui Generis (convertido en tal por el acople de Juan Rodríguez y Rinaldo Raffanelli al dúo que originariamente integraban Charly García y Nito Mestre) dio dos conciertos de despedida en el Luna Park, hubo casi 36.000 jóvenes que se hicieron presentes para corear canciones que sabían completamente de memoria. Hay parejas que se conocieron y tuvieron hijos bajo el influjo de esta música que sólo pide ser escuchada con el corazón despierto. Hay varias docenas de elepés que son tan explícitos al respecto como un amanecer junto al mar.
De todos modos, siempre se le exigió al rock nacional un fruto que solamente podía dar con el paso del tiempo. Recién en el ciclo III asomaron algunas evidencias de carácter estilístico que en el extranjero son apreciadas como inconfundiblemente argentinas, pero que aquí -todavía- dan pie para omisiones injustificables en la difusión masiva y en la valoración de músicos urbanos tan importantes como los que años atrás dieron al tango sus mejores sueños y sus mayores fertilidades.
El logro de un lenguaje y de un sonido fue real durante dos ciclos que absorbieron casi una década. De la música "beat" manufacturada durante el mismo lapso no queda nada recuperable. En la discografía roquera concretada hasta 1975 hay gamas de luminosidad inaudita. Pero la canción más importante sigue siendo la de mañana nomás.

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Miguel Grinberg menciona en uno de sus escritos " En 1969. simultáneamente con el Festival de Woodstock (y no como reflejo de éste según creen algunos) hubo en Buenos Aires dos acontecimientos sin precedentes: un Festival de la Música Beat (llevado a cabo en el teatro El Nacional) y el Festival PinAp (patrocinado por dicha revista en el Anfiteatro Municipal General San Martín)." Para afirmar luego que Pajarito Zaguri ganó el Festival Beat con el tema Alza la Voz, que luego grabaría.
  Las confusiones suelen estar en 
  - Pajarito ganó en el teatro El Nacional?
  - el tan mencionadio Festival PinAp (que adjudican que Mateos llegó a la final y que garcía &cia participaron con ¿alto en la torre?) era un concurso también?
   - Mouras era integrante del grupo Dulce de Membrillo? . Como no leí nada de la historia de Virus y en la página de ellos figura el dato, dandolos como participantes en el Festival PinAp, me surge la duda

Tito demoron

De Carozo de Quilmes
1969....... Mateos.... ja ja ja !!!!! dicen que llego a la final del concurso con un grupo llamado Cristal.   Sui Generis....  ja ja ja !!!!! el tema con el cual fueron eliminados fue Monoblock.
Virus: Los integrantes de Virus tienen una larga historia de bandas en la decada del 70 e incluso finales de los 60.  Las violetas, Dulce de Membrillo, Los Cuervos...... y no me acuerdo mas...

Incluso en esa epoca tocaba con ellos Daniel Sbarra (que luego se incorporo a Virus para la ultima mitad de vida del grupo) que en 1972 se fue a Europa y grabó en 1973 (?) el IMPRESIONANTE disco de Miguel Abuelo et Nada en donde vale la pena citar que 3 de los 7 temas del disco son de Daniel Sbarra.

De Daniel Buero
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Para complementar un poco la excelente respuesta de Carozo, digo que el Festival Pinap fue una mezcla de concurso (para las bandas "desconocidas", que presentaban temas nuevos) y de actuación fuera de concurso para las bandas "consagradas". El primer premio lo ganó un conjunto que se llamaba "Extraña Dimensión", con el tema "Dulce melodía (de un triste vagar)", al que recuerdo dentro del estilo de Los Gatos (pre Pappo). El premio principal consistía en la edición del simple correspondiente, que salió a la venta en los primeros meses del 70. Por supuesto que lo he perdido, como tantas otras cosas de aquellos años. No recuerdo que sello lo editó pero estoy seguro que era una de las compañías grandes.
El Festival Pinap fue una mezcla extraña de estilos, tanto entre los concursantes como entre los conocidos. En este último caso, esas combinaciones se daban juntando en el mismo escenario para zapar a una parte de Almendra con Amadeo Alvarez, en ese momento en Los In, o a Carlos Bisso, posteriormente abucheado en BARock. A pesar de todo, creo que fue un evento muy importante para lo que después sería el rock nacional, hasta ese momento "música beat".

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Carlos Bisso

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Amadeo Alvarez

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Bob Vincent-Alejandro Medina
Susana-Carlos Mellino

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Los Beatniks

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Los Gatos en televisión

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Moris

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Manal

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Pipo Lernoud

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Almendra

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Los Nuevos Conjuntos Argentinos
foto de la revista PinAp
(aporte de Freddy Berro)

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Pajarito Zaguri

"MUSICA, COLLARES Y MELENAS EN EL LUNA PARK
Seis mil personas, entre amantes de la música beat y gente que fue a ver qué pasaba, se agruparon la noche del viernes 12 en el Luna Park. El tìtulo oficial del espectáculo era Primer Recital de Supergrupos y sirviò para constatar la particular y ruidosa vigencia de la música beat en Buenos Aires. Fito Salinas, que ademàs fue uno de los organizadores, ofició de maestro de ceremonias en el torneo que disputaron Manal, Almendra, Los Gatos, Vox Dei, Los Mentales y un conjunto debutante: Engranaje. Los muchachos con pelo largo, como el de la foto (Luis A. Spinetta, de Almendra) también abundaron en la platea." (Revista Semana Gráfica - Junio 1970)

La ubicación de B. A. Rock

En el año 1965 se produce un hecho muy importante en la Asociación Atlética Argentinos Juniors ya que por resolución del Consejo Deliberante se otorga el predio de Bauness y Tronador; una excelente gestión de don Florentino Alemes artífice de este logro. En ese terreno que era utilizado como depósito de la Fuerza Aérea Argentina se va trabajando parcialmente. Los 45.000 metros cuadrados que comprende el predio se fueron cubriendo lentamente de vestuarios, confitería, natatorio, canchas de basquetbol, quinchos y cancha de fútbol para el afamado fútbol amateur. En la medida que los modestos medios lo fueron permitiendo el campo deportivo "Las Malvinas", como fue bautizado, extendió la zona de influencia de la institución a las barriadas del Parque Chas, Villa Urquiza, Villa Ortúzar y Chacarita. El festival BARock del año 72 se realizó en ese lugar, allí se filmó la película, claro que no se utilizó todo el terreno sino una fracción del mismo, uno de cuyos laterales daba a las vías del ferrocarril Urquiza y cuya entrada estaría sobre la calle Tronador, si la memoria no falla. Algunas páginas de rock nacional informan distintos lugares donde se realizó el evento, las mas frecuentes son decir que se realizó en la Cancha de Argentinos Juniors y en forma más general que se realizó en Chacarita. Ninguna de las dos, la cancha en cuestión no quedaba en La Paternal (los bichos colorados son de este barrio y tengo entendido que recién ahora volvieron al barrio con un nuevo estadio ). Lo de la cancha quedó aclarado en la charla que se sostuvo alguna vez con Anibal Uzet en un chat del sitio Rebelde. Ahora bien el predio del polideportivo Las Malvinas, por su ubicación queda en el barrio de La Paternal cuyos límites segun figuran en los mapas e información que se ofrecen en algunas páginas de internet son: Chorroarin, Paysandú, del Campo, Garmendia, Warnes, San Martín, Álvarez Jonte, Gavilán.
Tito demoron

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Reconstrucción del predio basada en imagenes del film

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El escenario

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Publicidad del evento
(remitido en la Rebelista)

 


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Sui Generis 1972

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Adiós Sui Generis 1975

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