EL ROCK ESTA AQUI PARA QUEDARSE
Millones de chicos en todo el mundo se
pararon por primera vez, exigieron ser reconocidos y bailaron. Los adultos vacilaron ante
el sorpresivo asalto y de pronto a gente se dividió en mayores y menores de 30 años. El
desconcierto fue universal. Era como si de repente el mundo se hubiera vuelto loco y se
hubiera caído en el exceso. Y todo :" culpa del rock and roll". Ser joven, sin
embargo, parecía genial. El rock era una liberación, no había que parecerse sino
diferenciarse de los ídolos que gustaban a papá y mamá: Rosemary Clooney y Frank
Sinatra. Había que crear un ídolo nuevo: y Elvis era ideal. Tan maliciosamente altanero,
con esos movimientos, esas piernas que se sacudían, ese pelo que se agitaba, ese modo de
decir. La música era el modo de expresar lo que se había embotellado en los cuerpos
juveniles.
No más fox-trots tropezados, tempos
exactos, valses arrastrados que no alcanzaban para quemar los excesos de energía, liberar
la timidez, superar las inhibiciones. Lo que no entendían los demás es que esto no era
nuevo. Los jóvenes siempre se habían sentido así, pero hasta la década del 50 nadie lo
había expresado en palabras, o más aún en un ritmo bailable. Ser joven y sentirse vivo
era lindo otra vez. No había que pararse en la esquina a matar el tiempo y esperar algo
que rompiera la monotonía. Eso esperado ya había venido y era. . .
Una música salvaje
Alan Freed no era joven. Tenia varios
años más que los adolescentes y ni siquiera era famoso. No era bien parecido, de hecho
su cara había sido afectada por un accidente automovilístico. Tenia todo el aspecto de
perdedor y fue rechazado como locutor por las grandes estaciones de radio, porque su voz
era demasiado áspera. Lo peor del caso para un disc-jockey era que era parcialmente
sordo. Pero eso no impidió que tuviera oído para la música que los chicos querían.
Tenia un programa en una pequeña radio de Cleveland, Ohio. Tocaba "música
buena", la que gustaba al común de la gente, todo cuerdas exuberantes y voces
italianas, hasta música clásica.
Pero en el año 1951 recibió una llamada del dueño de la mayor casa de, discos del
lugar. El comerciante le dijo que se apurara a llegar para ver qué estaba pasando. Todos
los muchachos compraban discos "de especialidad". Los que se conocían como
discos "raciales", canciones grabadas por negros para negros. Era una música
áspera, ruda, terrenal, que hablaba de la vida, de la realidad. Una música que venia de
los ghettos, sin el lustre o brillo que los blancos esperaban de sus intérpretes. Algunos
hasta la llamaban "música de la jungla". En realidad era rhythm and blues
(R&B), y los muchachos blancos no sólo la compraban sino que también bailaban con
ella.
Cuando Freed se dio cuenta que estaba sobre algo bueno, lanzó un programa dedicado a este
tipo de música y tomando la jerga de los jóvenes, lo llamó "Moondog's Rock and
Roll Party". ¿Rock and roll? ¿Qué era este rock and roll? Los negros siempre
cantaban acerca de "rock" (mecer), incitando a sus acompañantes a
"roll" (rodar) con ellos. No podía haber dudas acerca de qué estaba en sus
mentes. Rocking and rolling era un eufemismo por sexo. Estos cantantes negros no lloraban
por su "amor secreto", como Doris Day ni hacían rimar "moon" con
"june" (Luna y junio), ni divorciaban el amor espiritual del físico. La forma
de bailar, el sacudirse. alzar o tirar a las compañeras de baile, abalanzarse el uno
sobre el otro, girar, pasar por entre las piernas del otro. era un paso más allá dentro
de la función simbólica que siempre cumplió el baile a lo largo de la civilización.
Y la música quedó con nombre
Y Alan Freed dejó que la música se
"meciera" en las ondas radiales y que "rodara" por los caminos de los
Estados Unidos. Y los muchachos blancos de la clase media escucharon tal vez por primera
vez en sus hogares música que hablaba de la vida misma. Nacía el rock and roll. Y aunque
los padres condenaban a Freed por ser un "amante de los negros" y de su
"sucia" música, una cuerda sonó hondamente en los adolescentes. Era un paso
único que la música lograba al eliminar una barrera racial centenaria. Los adolescentes,
sin distinción de color, gozaban de un ritmo que los unía a todos por igual.
En 1953 Alan Freed anunció su Moondog Ball, un baile en la Cleveland Arena, donde los
grupos negros aparecían en vivo. El lugar tenia capacidad para 10.000 personas. Pero esa
noche las crónicas periodísticas calcularon una cifra que oscilaba entre los 50.000 y
80.000 jóvenes. Siendo Cleveland una ciudad segregacionista, las autoridades de ese
estado decidieron cancelar el baile. Un número de cargos se hicieron contra Freed por
pasar "música negra" por radios "blancas" y reunir muchedumbres de
ambas razas.
Freed aprendió la lección. No patrocinó más bailes en la ciudad, pero promovió
conciertos en los cuales los espectadores se sentaban en sus butacas para ver a artistas
como Joe Turner, Fats Domino y The Drifters, que sólo habían tocado hasta ese entonces
para público negro. Pero el fenómeno conmovedor se volvía a repetir: dos tercios de la
audiencia era blanca.
Y mañana ... el mundo entero
Había algo eléctrico en el aire: no
había modo de detener al rock and roll y a Alan. En 1954, su fama creció y le ofrecieron
un programa de radio en Nueva York. Ahora difundía su música en la ciudad más
importante de los EE.UU., en el tradicional centro de la música popular. Convirtió una
estación de radio mediocre, la WINS, en el emporio de la nueva música. Hoy Nueva York,
mañana. . . el mundo.
Esto suena como si el rock and roll hubiera empezado de un día para el otro. Pero como
todos los "éxitos instantáneos", en realidad había estado dando vueltas bajo
la superficie durante años. Probablemente, la razón más importante por no haber
emergido antes eran los prejuicios raciales. Al principio de los cincuenta, los americanos
negros eran virtualmente un mundo aparte. Había modos por los cuales los negros podían
acceder a cierto status, pero era sólo a través del deporte y el mundo del espectáculo
y aún allí había severas restricciones. Había hit-parades de música popular y otros
de R&B. Sólo se aceptaban cantantes del tipo de Nat "King" Cole, que
sonaban como los baladistas del dominante estilo italiano, con porte y lustre vocal. Nat
Cole no era ronco, no gritaba, se podían entender las palabras que cantaba, no se
diferenciaba de un Vic Damone o un Dean Martín. Pero Louis Jordan, Fats Domino y Joe
Turner eran otra cuestión. Farfullaban sus palabras, distorsionaban el lenguaje, sus
voces reflejaban el lamento de los saxos que los acompañaban. No usaban violines. Era
difícil que llegaran a la audiencia masiva.
Discos coloridos, discos de color
Fats Domino era uno de los tantos
intérpretes que, aunque vendían un gran número de discos, eran prácticamente
desconocidos fuera de su propia comunidad. Pero al principio de los años 50 los muchachos
blancos que no encontraban nada diferente y emocionante en los charts nacionales, en los
lanzamientos de las compañías discográficas más importantes, en lo que emitían las
estaciones radiales convencionales, giraban los diales de sus receptores y descubrían un
nuevo mundo musical que se lanzaba a sus vecinos de los barriales negros y las áreas
rurales. Lentamente al principio, y luego en números cada vez mayores, los jóvenes
recurrían a las fuentes de color. Y no sólo quisieron oír esas canciones. Querían
tener los discos y empezaron a buscarlos en aquellos barrios. Así fue como los discos
comenzaron a venderse en Cleveland, y cómo Freed se inspiró para crear un nuevo mercado.
Y el rock and roll, o mejor dicho, el R&B iba entrando lentamente en los hogares
estadounidenses. Pero los intérpretes de color no entraron tan fácilmente a los charts
nacionales. Lo que ocurrió es que las compañías importantes tomaron los discos de las
pequeñas compañías de "discos raciales" y los "lavaron", apagando
en algo el ritmo, modificando sus letras realistas y dándolas a cantantes blancos para
que pudieran lanzarse al mercado. Por ejemplo, Hank Ballard en 1954 escribió y grabó una
canción llamada "Work with me Annie" que contenia una frase que decía
"Work with me Annie, let's get it while the gitting is good" (Trabaja conmigo,
Annie, consigámoslo mientras el conseguirlo sea bueno). Considerado como demasiado obvio
para los standards de la época, la canción fue cambiada y grabada por una chica que
decía: "Roll with me Henry, you better roll it while the rolling is on" (Rueda
conmigo, Henry, mejor ruédalo mientras siga el rodar). Sin embargo, antes de considerarla
para una audiencia masiva, la versión final llegó al público como "Dance with me
Henry, let's dance while the music rolls on" (Baila conmigo, Henry, bailemos mientras
la música continúa).