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La escalada de la minifalda
Tradicionalmente, el centro de la
moda ha estado en París. Sin embargo, en esta década la revolución en el vestir ha
tenido tres nombres que desmienten la costumbre: Mary Quant, Twiggy y Carnaby Street. Los
tres son ingleses, lo que deja en claro, una vez más, la importancia que Inglaterra ha
tenido en esta década para todo lo que tiene relación con los cambios.
Hace casi diez anos, Mary Quant -treintena, interesante, inteligente, casada-
desató una revolución en la moda gracias a su falta de prejuicios y a ocho mil libras
que había ahorrado con su marido. En su taller de diseño de Londres subió varios
centímetros la falda femenina, dejándola convertida en la ya famosa "mini".
Cuando comenzaron a aparecer las jovencitas vestidas con tan breve atuendo, se iniciaron
las polémicas. Los puritanos alzaron su voz tanto como lo habían hecho con el
"topless". No obstante, las mujeres aceptaron la prenda y la llevaron cada vez
más al norte de las rodillas.
La minifalda se transformó en todo un símbolo de la juventud "in",
aunque muchas mujeres maduras también se atrevieron a usarla, mostrando "la parte
mas fea de la mujer", la rodilla.
París, Nueva York, Roma y otros centros importantes de la moda aceptaron la
"mini" y le dieron su propia idiosincrasia. Paco Rabanne las hizo de metal,
mientras Yves Saint-Laurent les imponía su personal estilo. Entretanto, las ocho mil
libras invertidas en todo esto por Mary Quant se convertían en una cifra con varios ceros
a la derecha.
La pequeña Mary se transformó en la dictadora de la moda, arrebatando el cetro a
los franceses. Es una seudorromántica que no admite lo tierno ni lo severo. Una
extravagante sobria, que disfraza a la mujer, quitándole o agregándole años, según el
caso. La minifalda es el uniforme que llevan las muchachitas para ser mujeres y las
mujeres para semejar adolescentes.
LA ESQUELETICA
Twiggy, nueva expresión femenina cuya figura esquelética la
hace ganar millones
Con sus grandes ojos azules
lánguidos y su estampa famélica, Twiggy ocupó miles de portadas de revistas y páginas
de diarios. Parecía más bien ser una modelo contratada para propaganda de la FAO. Sin
embargo, esta jovencita de 41 kilos y 78-55-80 fue consagrada la princesa en el mundo de
la moda. Fue el reinado de la "antimujer" o de la "niño-mujer". En
los hombres, Twiggy no podía despertar otro sentimiento que no fuera compasión. Para las
mujeres, en cambio, especialmente las jovencitas, se transformó en el molde que había
que imitar. Hubo docenas de casos de adolescentes que fueron a dar al hospital tratando de
perder kilos para parecerse a Lesley Horney, la muchachita arrancada por Justin de
Vílleneuve de un colegio británico para convertirla en Twiggy; la modelo que gana 200
dólares por hora de pose.
Uno de los secretos de Twiggy reside en el maquillaje de sus ojos. Usa un triple
par de pestañas postizas, con muchas líneas sobre los párpados. Su estilo se impuso, lo
mismo que cada uno de los vestidos lucidos por ella para las publicaciones europeas y
norteamericanas.
Pero Twiggy ahora es mucho más que una simple y tímida muchachita: es toda una
empresa -la "Twiggy Enterprises Limited"-, que fabrica vestidos, pestañas,
muñecas, camisas y toda una variedad de artículos identificados con la imagen de la
joven.
A los 16 años, Lesley Horney dejó en el olvido a las modelos de la casa Dior.
Ella -enjuta, infantil, con su cara de ángel- pasó a ser la única en el mundo de la
moda. Viajó a Nueva York e impuso la moda por ella presentada; fue a Moscú, donde su
débil figurita se dio a conocer al público de los grandes almacenes GUM, y se prestó
para comentarios acerca de las condiciones de vida en Occidente. Para ella no hubo
límites. Desde las portadas de las revistas femeninas conquistó el mundo.
LA CALLE REVOLUCIONARIA
EL loco Londres de los años 60
tiene en una pequeña calle -de no más de dos cuadras de largo- el centro revolucionario
de la moda: Carnaby Street, la más "in" de las arterias de Europa. No hay
turista que no se adentre en ella para tomarse una fotografía y comprar allí alguna
prenda.
Fue precisamente en Carnaby Street donde comenzaron los primeros destellos de la
moda "psicodélica", que terminó por vestir, con mayor o menor audacia, a los
hombres "in" del mundo. Quizás más importante que la moda femenina -que ha
existido desde los tiempos prehistóricos- ha sido el auge de la extravagancia masculina,
que ha dado un sabor muy especial a esta década.
Las melenas hippies no podían seguir luciéndose sueltas y desgreñadas: nacieron
entonces como hongos "salones de belleza para hombres", donde había secadores,
fijadores, cremas y todos aquellos cosméticos usados tradicionalmente por las damas. Y
los modistas comenzaron a diseñar para los hombres. La preocupación masculina por estar
"in" rebasó los ámbitos "snobs" y alcanzó hasta algunos miembros de
la familia real. Lord Snowdon, en ocasiones no oficiales, ha reemplazado la corbata de su
tenida de etiqueta por el medallón hippie y el "cuello de tortuga"-Carnaby
Street -con tiendas pequeñas, decoradas a la antigua y a la moderna- implantó la
"línea colorida" para los varones. Quienes quisieran sentirse libres -como los
hippies- debían desterrar los ternos grises y ponerse pantalones "pata de
elefante" o "Saint-Tropez", ternos "línea georgiana" o
"John Steed". Todo con colores antes proscritos en el guardarropa masculino:
celeste, anaranjado, rojo, violeta, morado, amarillo.
Según los psicólogos, en esta década que ha acrecentado la igualdad
hombre-mujer, el varón -por su inseguridad- debe también ser "bello". Y una
demostración de esta teoría -tan disonante para la generación de preguerra- se
encuentra en el auge de la industria de lociones, cremas y demás afeites hechos
especialmente para hombres.
La moda ha repercutido especialmente en la juventud. Siendo el "Poder
Joven" un importante poder comprador, las creaciones de Carnaby Street están
principalmente destinadas a los que se encuentran entre los 15 y 25 años. Luego viene la
época "out", en que hay que retornar a los sobrios colores de siempre.
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Mary Quant, con audacia mostró la parte mas fea de la mujer: la
rodilla y un poco más, provocando escándalo o aplauso varonil
Carnaby Street en Londres, una calle donde surgieron la moda y
el modo de ser de la juventud
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