Los 60's

 

LA NOVELA
DONDE EL HEROE ES EL ANTIHEROE

La aparición de este personaje que trasunta problemas de carácter colectivo y el gran "boom" de la literatura latinoamericana son los dos factores más significativos de la década.
El. arte -ha dicho Jorge Luis Borges, argentino, candidato al Premio Nobel de Literatura y uno de los más destacados escritores contemporáneos- es la inminencia de una revelación que no se produce.
Jean Cau, comentando esta definición, agrega:
-Hoy sabemos que no tendrá lugar la revelación. La obra ya no encierra más la inminencia de la respuesta. Es una pura pregunta, un signo de interrogación abstracto y frío... El arte contemporáneo es un gigantesco signo de interrogación: una pregunta a la pregunta,
Tal vez estas impresiones definan mejor que ninguna otra las características de la angustiosa búsqueda de los últimos años: el vértigo que se experimenta por expresar lo que se siente cuando ya no existe la vigencia de un lenguaje de aceptación general.
La novela de las últimas décadas ha ido reemplazando al héroe, personaje central de toda su trama, por el antihéroe, figura que sirve como excusa para presentar problemas de carácter colectivo. Y ello porque el héroe solamente puede existir dentro de la estabilidad: en un mundo donde se aplica una tabla de valores aceptada que él pueda superar. El antihéroe, en cambio, es el individuo perdido en el desorden de una estructura puesta en tela de juicio. En el plano formal, el antihéroe no sirve al autor para el tradicional desarrollo de una historia con principio y fin en la que el hombre se desplaza con seguridad, sino para retratar a través de él la angustia, la duda, la rebeldía, la pregunta a la pregunta.
Cada día más, la novela va dejando de responder a la necesidad de hacer vivir a un personaje, para procurar, en cambio, encontrar al hombre en medio de la confusión en que se desenvuelve. Junto a esta característica de fondo, y como consecuencia de ella, la novela de los últimos años experimenta cambios formales que la alejan del concepto oficial de este género literario. La historia ya no es lineal ni transcurre cronológicamente. Ahora, en la búsqueda de una liberación, en la preparación de la gran pregunta, la narración se llena de accidentes: salta al pasado y, sin transición, vuela al futuro. Se introduce dentro del hombre para salir luego a lo puramente objetivo. Yuxtapone un relato sobre otro, en un dinamismo a veces prodigioso, a veces marcador.

LOS PATRIARCAS

La disección del hombre y su ajuste a un mundo no decantado han llevado a la ruptura de los viejos tabúes: el sexo, la náusea, la degeneración han adquirido carta de ciudadanía en la nueva literatura y, como suele ocurrir con todo lo que es desafiante, han sido empleados con exageración por aquellos que buscan un símbolo para manifestar su rebeldía.
Se puede sostener que los patriarcas de esta nueva tendencia literaria son James Joyce, en Irlanda; Marcel Proust, en Francia, y William Faulkner, en los Estados Unidos. También se debe reconocer la influencia del escritor de lengua alemana Franz Kafka, gran delator de este mundo con su timón roto.
La impresión dominante es que a partir de Proust y Joyce, la novela ha entrado en una crisis radical, destinada a modificar por completo el género. La novela ha cesado casi por completo de cumplir su función tradicional, orientada a proporcionar distracción y entretenimiento a través de su seducción anecdótica. T. S. Eliot, el poeta norteamericano nacionalizado británico, sostenía que Joyce representaba "el limite de la novela como género literario al haber llevado hasta su ultimo extremo la encarnación del antihéroe y la disolución interior del personaje".
Sin embargo, ocurre que hoy día son los discípulos de Joyce, Proust, Faulkner y Kafka quienes representan la vanguardia de esta década. Y América latina, que al decir de un crítico era una "novela sin novelistas", ha sido el continente que en la segunda mitad de este siglo ha aportado el grupo tal vez más representativo de escritores de vanguardia.

LA NARRATIVA LATINOAMERICANA

En los últimos diez años ha surgido en América latina una nueva narrativa, de considerable originalidad y gran empuje. Jorge Luis Borges, argentino, nacido en el siglo pasado y actualmente víctima de una ceguera que lo limita; Miguel Angeles Asturias, guatemalteco, nacido como Borges en 1899, y Alejo Carpentier, cubano, hijo de un arquitecto francés y de una rusa que estudió medicina en Suiza, tal vez no puedan considerarse como hombres de esta década, pero su impulso, sin embargo, ha servido para vigorizar él impacto que los otros, los más jóvenes, han causado en la literatura mundial.
El proceso se halla, al parecer, en sus comienzos, pero los pueblos de América latina empiezan a tener un lenguaje poético propio y auténtico, engendrado por las condiciones del medio, su historia y su cultura. Julio Cortázar, argentino nacido en Bruselas, residente en París desde 1951, es seguramente el más destacado de los nuevos novelistas. Su obra "Rayuela, publicada en 1963, ha sido estimada unánimemente como una de las novelas de mayor importancia de los últimos anos.
"Rayuela" se inicia con un "tablero de dirección" en el que el autor señala las diversas formas en que el libro puede ser leído: "A su manera, este libro es muchos libros, pero sobre todo es dos libros", advierte Cortázar, y luego indica el orden en que hay que ir tomando los capítulos para leer el segundo de los libros: "73, I, 2, 116, 3, 84. 4. 71, 5, 81, 74, 6, 7, 8, 93..."
Para el autor, Rayuela (el "luche", en el lado occidental de la cordillera de los Andes) -juego infantil que consiste en ir avanzando a saltos por diversos cuadrados dibujados en el suelo, desde un extremo donde está la Tierra a otro en que se encuentra el Cielo- "es como la fijación gráfica del progreso espiritual: esa especie de isla final en la que el hombre se encontrara consigo mismo".
Mario Vargas Llosa, nacido en Perú en 1936 y actualmente avecindado en París, ha escrito en 1962 "La Ciudad y los Perros", y en 1965 "La Casa Verde". En la primera de estas novelas describe un mundo de violencia y descomposición en el que el colegio de su infancia aparece retratado descarnadamente, lo que motivó que en el patio central del establecimiento se hiciera un auto de fe, en el que se quemaron mil ejemplares de "La Ciudad y los Perros".
-En "La Casa Verde" -dice Vargas Llosa- suprimí casi completamente los personajes individuales y traté de presentar personajes colectivos. No creo que existan individualidades absolutamente soberanas. Por eso me interesa, el acto: la respuesta del hombre frente a una situación dada.
Y para terminar de definir su clara convicción antiheroica en la novela, agrega:
-Yo creo que la excepcíonalídad de un individuo no proviene jamás de algo inmanente a él, sino de la alianza de una serie de condiciones y elementos exteriores o interiores comunes a la especie.
La punta de lanza de la novela latinoamericana de esta década se completa con los nombres de los mexicanos Juan Rulfo y Carlos Fuentes, el uruguayo Juan Carlos Onetti, el brasileño Joao Guimaraes Rosa, el peruano José María Arguedas, que en "Los Ríos Profundos" ha hecho despertar al indio de su país y lo ha elevado a la categoría literaria, y el colombiano Gabriel García Márquez, que al cierre de la década es el gran best-seller latinoamericano con "Cien Anos de Soledad"

FONDO POLÍTICO Y COMPROMETIDOS

Dentro de la clasificación que se suele hacer entre literatura comprometida y no comprometida, los latinoamericanos están plenamente abanderizados con el pueblo del continente: el mestizo, el indio, el negro, el mulato. Están con el pobre y el desheredado, el guerrillero y los demás personajes que en un territorio en vías de desarrollo se encuentran bajo el signo de una explotación que no se sabe si es real o en parte supuesta. Con la sola excepción de Borges, "europeizante empedernido y niño bien", según sus detractores, los demás se identifican con un izquierdismo fronterizo con el marxismo, posición que en términos generales quedó claramente reflejada en el Primer Encuentro Latinoamericano de Escritores, en Santiago y Viña del Mar, Chile, en agosto de 1969.
Los escritores latinoamericanos, entre los que se debe sumar al uruguayo Mario Benedetti, el guatemalteco Mario Monteforte, los argentinos David Viñas y Marta Traba y los chilenos José Donoso, Jorge Edwards y Carlos Droguett, con su clara y particular individualidad, tienen un origen y un destino que si no son comunes, aparecen por lo menos similares. En el fondo de su actitud literaria se entrevén, con mayor o menor nitidez, la presencia de Joyce, Proust, Faulkner y Kafka.
Las mil miradas de William Faulkner, con su multiplicación de puntos de vista, están presentes en sus obras y, en general, se advierten en su técnica todas las dinámicas innovaciones con que Kafka y los demás revolucionaron la novela de este siglo. Curiosamente, esta que parece ser la fuente del éxito de estos nuevos escritores en su continente, no ha sido el motivo del aplauso que han recibido allá donde los viejos precursores eran conocidos desde hace varias decenas de años. El público europeo más bien ha sabido admirar el vigoroso aporte plástico y el exotismo latinoamericano incorporados por ellos a la novelística contemporánea.
Hay en estos autores un contraste importante con los escritores que les precedieran en sus respectivos países. Aquellos fueron en su mayoría hombres públicos. que escribieron como complemento de sus actividades políticas. Los nuevos tienen una dedicación profunda por su oficio, un profesionalismo literario absoluto. Paradojalmente, a pesar de que los otros eran, por lo general, políticos que escribían, las obras de esta nueva generación tienen un fondo político muchísimo más penetrante que las de aquéllos.

OTROS NOTABLES

Inglaterra, que ha producido acaso los mejores novelistas del mundo, se ha destacado en esta década con William Golding, nacido en 1911 y que escribió su primera novela a los 44 anos. El pensamiento de Golding marca una oposición a las teorías de Rousseau acerca de la bondad original del hombre. El autor vive obsesionado por una especie de pecado inicial en el ser humano, no en su forma de dogma religioso, sino en la interpretación antropológica.
Para William Golding, cualquier descuido en la tensión racional del hombre debe precipitarlo al abismo de la barbarie y la animalidad. En las que son tal vez sus mejores novelas, "Señor de las Moscas", "Los Herederos" y "La Construcción de la Torre", trata esta idea central de la caída, en diferentes ambientes.
A fin de compensar al público multitudinario de la actitud casi esotérica asumida por la narrativa experimental, ha surgido una abundante literatura de masas, ilustrada por la novela policial, la novela negra, la novela de ciencia-ficción. Digno de mención, no tanto por su importancia propiamente literaria como por la trascendencia de su personaje en otros terrenos, es lan Fleming, el creador de James Bond, el agente 007 "con licencia para matar", Fleming, nacido en 1908, murió él año 1964.
En Estados Unidos hay que destacar a J. D. Salinger, autor de "Franny y Zooey" y otras obras de gran éxito, especialmente entre la juventud universitaria, que le aseguran en el mañana una influencia similar a la de un Faulkner. Su mejor novela, la que lo llevó a la fama, fue escrita, sin embargo, en la época anterior. Se trata de "El Calador Oculto", análisis sobrecogedor de un par de días en la vida de un muchacho con un trauma psíquico, en el que se hace una crítica a la pretensión y falta de sinceridad del mundo actual.
Truman Capote, autor de "A Sangre Fría", es otro buen ejemplo de la novela en América del Norte. Su estilo se caracteriza por mezclar una fantasía poética de gran calidad con una implacable y cruel penetración psicológica del alma humana. Esto se ilustra maravillosamente en "A Sangre Fría", donde sin apartarse del rigor documental de un hecho real, ha podido dar forma a una novela indiscutible en su calidad literaria.
Otro escritor de creciente éxito en los Estados Unidos es John Updike, joven sofisticado que con lenguaje difícil relata la impotencia y el desconcierto del hombre de hoy. Su obra "Corre Conejo" fue acogida con expectación, pero no ocurrió lo mismo con su novela "El Centauro", que tuvo mala crítica.
Esta década ha surgido en Francia un último esfuerzo por revivir una literatura ya agotada en su vitalidad. Se trata del "Nouveau Roman", o nueva novela, cuyo padre es Alain Robbe-Grillet con su obra "La Celosía". La eliminación del yo, del alma del personaje, es el postulado central de esta escuela. No se pretende relatar lo que le sucede al hombre, sino sus gestos, lo perceptible a la simple vista. En este intento, calificado de "decadente" por muchos, junto a Alain Robbe-Grillet se debe citar a Margueritte Duras y Violette Leduc.
Si bien es opinión bastante generalizada de que la novela entró en una crisis destinada a modificar por completo el género, no han desaparecido del todo las narraciones realistas, encaminadas a una crítica social explícita o implícita, que en su estructura son afines a la literatura de ficción tradicional. En el mismo John Updike se advierte una tendencia realista, mientras su compatriota Salinger sigue una línea psicológica. Otros, siempre en Estados Unidos, se adhieren a las formas disímiles de vanguardia, como Jack Kerouac. En Italia perdura el vigoroso neorrealismo, mientras en España y ciertos autores ingleses de la década practican el realismo crítico. En Alemania, finalmente, se ha hecho sentir en estos últimos años el impacto de Gunther Grass, que en 1959 escribiera "El Tambor de Hojalata".

JUICIOS LITERARIOS

EL arte en !a Unión Soviética estuvo congelado hasta que el primer ministro Nikita Khruschev inició su política de "desestalinización". Apenas perdió su tensión el puño que apretaba la libertad de la expresión artística, comenzó a advertirse la efervescencia que había entre los escritores por mostrar una cura distinta a la deseada por el oficialismo conservador. Conservadores eran aquellos que se mantenían dogmáticamente fieles a los postulados del marxismo-leninismo, y liberales los que deseaban cambios que los acercaran en algunos aspectos a la realidad occidental.
Por todo ello fue que causó sorpresa en el mundo el juicio seguido en 1966 en contra de dos novelistas jóvenes, Yuri Daniel y Andrei Siniavski, por el supuesto delito de actividades antisoviéticas en el extranjero. Los dos autores habían publicado, bajo seudónimo, en Occidente, algunas obras en que criticaban diversos aspectos de la vida en la Unión Soviética. El público occidental los había acogido con gran interés, por la indiscutible calidad literaria de sus escritos. Tras ser descubiertos, fueron sometidos a un juicio público en el que sostuvieron el "derecho a crítica", señalando que si no lo habían ejercitado en su patria, ello se debía a la imposibilidad real de que les publicaran sus libros.
La sentencia condenatoria, dictada en medio de manifestaciones juveniles de apoyo a los reos, fue comparativamente benévola. Siniavski fue condenado a siete años de cárcel, y Daniel a cinco.
Anatoli Kuznetsov, que a mediados de 1969 se refugió en Londres, aseguró que en la Unión Soviética no podía escribir lo que pensaba, pues sus obras eran invariablemente modificadas. Sin embargo, a pesar del rígido papel que juega el escritor en un país socialista, se estima que se ha abierto un resquicio por el que se filtrarán inevitablemente la actitud y el pensamiento de la juventud.

 

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Jorge Luis Borges

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Franz Kafka con su hermana Ottla
(1907) vanguardia de la novela de los años 60

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Julio Cortázar

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Alejo Carpentier

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Carlos Droguett

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Juan Rulfo

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Mario Vargas Llosa

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Carlos Fuentes

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Truman Capote

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Ernest Hemingway

LOS QUE SE FUERON

A la década del 60 le ha correspondido despedir a muchas figuras destacadas de la literatura. La lista la inició en 1961 Ernest Hemingway, ganador del Premio Nobel de 1954. Hispanófilo, amante de la Fiesta Brava y hombre de acción, comenzó su carrera literaria como periodista. Sus obras más conocidas son "Adiós a las Armas", novela antibelicista escrita en 1927; "Por Quién Doblan las Campanas", que trata de la Guerra Civil Española, y el cuento largo o novela corta "El Viejo y el Mar", para el cual se inspiró en Cuba y le abrió el camino al Premio Nobel.
William Faulkner tal vez el más distinguido precursor de la actual novela, murió en 1962, trece años después de ganar el Premio Nobel. Después de una partida en falso como poeta, se lanzó a la novela, haciéndose famoso. Entre sus numerosas obras interesa señalar toda la serie de novelas ubicadas en Yoknapatawpha, característico distrito del sur de los Estados Unidos, su verdadera patria.
1963 vio partir a Aldous Huxley, inglés perteneciente a una familia de destacados intelectuales. Nacido en 1894, cultivó el tipo de novela filosófica que lo llevó a la fama. Su obra más comentada ha sido "Mundo Feliz", donde con algo de ciencia-ficción, retrata el macabro mundo del futuro. Sus últimos años los vivió en Nueva York, porque según su sarcástica declaración "era el lugar en el mundo donde había menos norteamericanos".
William Somerset Maugham murió en 1965. Después de iniciarse como autor teatral, derivó a la novela, donde se destacó con obras como "Servidumbre Humana" y "El Filo de la Navaja", ambas llevadas al cine. Al momento de su muerte, le faltaban pocos meses para cumplir los 92 años.
Como una última despedida a esa época que vivió el mundo de entre guerras, murió en 1966 Evelyn Waugh, considerado el más gracioso e irónico escritor de habla inglesa de este siglo. En contraste con John Osborne, el autor de "Recordando con Ira", Waugh no miraba hacia atrás con enfado, sino con una patética nostalgia no exenta de risa. En los diez postreros años de su vida, sin embargo, fue trocando su añoranza de tiempos mejores por una verdadera manía contra todo lo actual. Encerrado en una casona del siglo XVIII, representando dolorosamente el papel de caballero rural, un día de Domingo de Pascua, después de haber oído la misa cantada en latín, abandonó esta vida, que hallaba grosera, gracias a un ataque al corazón. Entre sus muchas obras vale la pena destacar "Retorno a Brideshed", antítesis de la literatura de hoy, donde se relata magistralmente la angustia por la pérdida de su mundo ordenado a través de un personaje que tiene destino y es héroe en todo el sentido literario de la palabra.
En la actualidad triunfa el antihéroe, el individuo perdido en el desorden de una estructura puesta en tela de juicio. La crisis contemporánea de la novela no significa el fin de la narrativa, según los críticos. Es el comienzo de una nueva etapa de su prolongada y legendaria historia. Una etapa designada a renovar los recursos literarios y readecuarlos a un mundo en transformación. Y en esta tarea están jugando un gran papel los escritores de la cambiante América latina.

LAS REVISTAS DEL NUEVO PERIODISMO

Revistas

Las restricciones a la libertad de prensa, y de expresión en general, no desaparecieron automáticamente en 1955: persistieron como autocensura y como hábito, y dotaron todavía, por varios años, de cierta frialdad y distancia informativa a los medios de comunicación periodística. Mucho antes que la radio o televisión, fue la prensa escrita la que primero reaccionó: la aparición, en noviembre de 1962, del semanario Primera Plana cerró definitivamente un ciclo de titubeos y sintetizó en sus páginas una corriente ágil y moderna, insinuada anteriormente en otras publicaciones.
El primer intento de pergeñar un semanario de opinión data de 1946, cuando Baltasar Jaramillo lanzó Qué Sucedió en 7 Días, veintitrés años después que el modelo norteamericano Time inaugurara ciertas pautas que hoy nadie se atrevería a poner en duda. Hacia el final de la década peronista surgieron Esto Es y De Frente: la primera, respaldada por un sector de la industria acaudillado por Jorge Antonio, fue dirigida por Tulio Jacovella; la segunda, una aventura personal del nacionalista John William Cooke.
Después del peronismo, el primer título de importancia fue Usted, revista dirigida por Luis González O'Donnell, que apenas sobrevivió medio año y que inauguró —al subtitularse "revista de la clase dirigente"— la manía de halagar a la flamante clase ejecutiva, costumbre no del todo desaparecida hoy. Usted, la inestable Vea y Lea —que no siempre pudo mantener su ritmo quincenal—, Leoplán y Che (una publicación de tan clara orientación socialista que termino transmutándose en órgano político), aportaron ideas, estilo y características que Primera Plana integró, superó y modificó, abriendo un nuevo cauce y manteniendo su frecuencia semana) hasta su desaparición, en 1969, clausurada por el gobierno.
Jacobo Timmerman en un primer momento, y más tarde Ramiro de Casasbellas, lograron dotar a Primera Plana de un sensible liderazgo en el mercado. Tanto es así, que la influencia de PP orientó las modalidades de la prensa escrita durante toda la década: es evidente el parentesco que con ella tuvieron Confirmado (dirigida en un principio por el propio Timmerman), Análisis —que amplió sus iniciales comentarios económicos—, Todo y Extra (ambas dirigidas por Bernardo Neustadt). También el mensuario Panorama, nacido a comienzos de la década, tomó a partir de 1968 ritmo semanal de aparición. La única excepción al boom de los semanarios fue Imagen, que siendo en un principio hebdomanario, pasó a aparecer quincenalmente tratando de ganar el mercado dejado vacante por Vea y Lea, desaparecida en 1964.
Al mismo tiempo que se consolidaba la suerte de los nietos de Time —esto es: los semanarios adheridos a la abundante información, interpretada y valorizada, quizás en desmedro de la ilustración gráfica pero en un alto y exigente nivel de redacción—, otra corriente, de fundamental tendencia gráfica, daba lugar al surgimiento de Gente y la Actualidad y hacia fines de la década a Semana Gráfica. La síntesis lógica de las bondades de ambas tendencias estaba dada por lo que en el periodismo mundial se denomina "revistas de gran magazine", y que —merced a su tamaño, forma y cantidad de páginas— permiten aunar una generosa ilustración gráfica con los rigores de una información amplia y cuidadosa en todos los rubros. En la Argentina, el primero —y hasta ahora único— órgano inscripto en esa corriente fue, desde mayo de 1967, Siete Días Ilustrados; antes de entonces ya había aparecido una revista del mismo nombre aunque diferentes características, acompañando todos los martes —a modo de suplemento— las ediciones del diario La Razón.
Otras publicaciones de interés general —el mensuario Atlántida, por ejemplo— y una creciente cantidad de revistas especializadas en todas las áreas, cimientan actualmente el panorama de la prensa escrita, junto a los grandes periódicos, y explican dos hechos auspiciosos: el surgimiento de publicaciones de excelente nivel en el interior del país —es el caso de Boom en Rosario—, y el creciente valor documental atribuido en el extranjero a las colecciones completas de revistas argentinas. Baste decir que por algunas de ellas se llegó a pagar recientemente, en los Estados Unidos, hasta 10 mil dólares.
Revista Siete Días Ilustrados
2 de febrero de 2012

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