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LA NOVELA
DONDE EL HEROE ES EL ANTIHEROE
La aparición de este personaje
que trasunta problemas de carácter colectivo y el gran "boom" de la literatura
latinoamericana son los dos factores más significativos de la década.
El. arte -ha dicho Jorge Luis Borges, argentino, candidato al Premio Nobel de
Literatura y uno de los más destacados escritores contemporáneos- es la inminencia de
una revelación que no se produce.
Jean Cau, comentando esta definición, agrega:
-Hoy sabemos que no tendrá lugar la revelación. La obra ya no encierra más la
inminencia de la respuesta. Es una pura pregunta, un signo de interrogación abstracto y
frío... El arte contemporáneo es un gigantesco signo de interrogación: una pregunta a
la pregunta,
Tal vez estas impresiones definan mejor que ninguna otra las características de la
angustiosa búsqueda de los últimos años: el vértigo que se experimenta por expresar lo
que se siente cuando ya no existe la vigencia de un lenguaje de aceptación general.
La novela de las últimas décadas ha ido reemplazando al héroe, personaje central
de toda su trama, por el antihéroe, figura que sirve como excusa para presentar problemas
de carácter colectivo. Y ello porque el héroe solamente puede existir dentro de la
estabilidad: en un mundo donde se aplica una tabla de valores aceptada que él pueda
superar. El antihéroe, en cambio, es el individuo perdido en el desorden de una
estructura puesta en tela de juicio. En el plano formal, el antihéroe no sirve al autor
para el tradicional desarrollo de una historia con principio y fin en la que el hombre se
desplaza con seguridad, sino para retratar a través de él la angustia, la duda, la
rebeldía, la pregunta a la pregunta.
Cada día más, la novela va dejando de responder a la necesidad de hacer vivir a
un personaje, para procurar, en cambio, encontrar al hombre en medio de la confusión en
que se desenvuelve. Junto a esta característica de fondo, y como consecuencia de ella, la
novela de los últimos años experimenta cambios formales que la alejan del concepto
oficial de este género literario. La historia ya no es lineal ni transcurre
cronológicamente. Ahora, en la búsqueda de una liberación, en la preparación de la
gran pregunta, la narración se llena de accidentes: salta al pasado y, sin transición,
vuela al futuro. Se introduce dentro del hombre para salir luego a lo puramente objetivo.
Yuxtapone un relato sobre otro, en un dinamismo a veces prodigioso, a veces marcador.
LOS PATRIARCAS
La disección del hombre y su
ajuste a un mundo no decantado han llevado a la ruptura de los viejos tabúes: el sexo, la
náusea, la degeneración han adquirido carta de ciudadanía en la nueva literatura y,
como suele ocurrir con todo lo que es desafiante, han sido empleados con exageración por
aquellos que buscan un símbolo para manifestar su rebeldía.
Se puede sostener que los patriarcas de esta nueva tendencia literaria son James
Joyce, en Irlanda; Marcel Proust, en Francia, y William Faulkner, en los Estados Unidos.
También se debe reconocer la influencia del escritor de lengua alemana Franz Kafka, gran
delator de este mundo con su timón roto.
La impresión dominante es que a partir de Proust y Joyce, la novela ha entrado en
una crisis radical, destinada a modificar por completo el género. La novela ha cesado
casi por completo de cumplir su función tradicional, orientada a proporcionar
distracción y entretenimiento a través de su seducción anecdótica. T. S. Eliot, el
poeta norteamericano nacionalizado británico, sostenía que Joyce representaba "el
limite de la novela como género literario al haber llevado hasta su ultimo extremo la
encarnación del antihéroe y la disolución interior del personaje".
Sin embargo, ocurre que hoy día son los discípulos de Joyce, Proust, Faulkner y
Kafka quienes representan la vanguardia de esta década. Y América latina, que al decir
de un crítico era una "novela sin novelistas", ha sido el continente que en la
segunda mitad de este siglo ha aportado el grupo tal vez más representativo de escritores
de vanguardia.
LA NARRATIVA LATINOAMERICANA
En los últimos diez años ha
surgido en América latina una nueva narrativa, de considerable originalidad y gran
empuje. Jorge Luis Borges, argentino, nacido en el siglo pasado y actualmente víctima de
una ceguera que lo limita; Miguel Angeles Asturias, guatemalteco, nacido como Borges en
1899, y Alejo Carpentier, cubano, hijo de un arquitecto francés y de una rusa que
estudió medicina en Suiza, tal vez no puedan considerarse como hombres de esta década,
pero su impulso, sin embargo, ha servido para vigorizar él impacto que los otros, los
más jóvenes, han causado en la literatura mundial.
El proceso se halla, al parecer, en sus comienzos, pero los pueblos de América
latina empiezan a tener un lenguaje poético propio y auténtico, engendrado por las
condiciones del medio, su historia y su cultura. Julio Cortázar, argentino nacido en
Bruselas, residente en París desde 1951, es seguramente el más destacado de los nuevos
novelistas. Su obra "Rayuela, publicada en 1963, ha sido estimada unánimemente como
una de las novelas de mayor importancia de los últimos anos.
"Rayuela" se inicia con un "tablero de dirección" en el que el
autor señala las diversas formas en que el libro puede ser leído: "A su manera,
este libro es muchos libros, pero sobre todo es dos libros", advierte Cortázar, y
luego indica el orden en que hay que ir tomando los capítulos para leer el segundo de los
libros: "73, I, 2, 116, 3, 84. 4. 71, 5, 81, 74, 6, 7, 8, 93..."
Para el autor, Rayuela (el "luche", en el lado occidental de la
cordillera de los Andes) -juego infantil que consiste en ir avanzando a saltos por
diversos cuadrados dibujados en el suelo, desde un extremo donde está la Tierra a otro en
que se encuentra el Cielo- "es como la fijación gráfica del progreso espiritual:
esa especie de isla final en la que el hombre se encontrara consigo mismo".
Mario Vargas Llosa, nacido en Perú en 1936 y actualmente avecindado en París, ha
escrito en 1962 "La Ciudad y los Perros", y en 1965 "La Casa Verde".
En la primera de estas novelas describe un mundo de violencia y descomposición en el que
el colegio de su infancia aparece retratado descarnadamente, lo que motivó que en el
patio central del establecimiento se hiciera un auto de fe, en el que se quemaron mil
ejemplares de "La Ciudad y los Perros".
-En "La Casa Verde" -dice Vargas Llosa- suprimí casi completamente los
personajes individuales y traté de presentar personajes colectivos. No creo que existan
individualidades absolutamente soberanas. Por eso me interesa, el acto: la respuesta del
hombre frente a una situación dada.
Y para terminar de definir su clara convicción antiheroica en la novela, agrega:
-Yo creo que la excepcíonalídad de un individuo no proviene jamás de algo
inmanente a él, sino de la alianza de una serie de condiciones y elementos exteriores o
interiores comunes a la especie.
La punta de lanza de la novela latinoamericana de esta década se completa con los
nombres de los mexicanos Juan Rulfo y Carlos Fuentes, el uruguayo Juan Carlos Onetti, el
brasileño Joao Guimaraes Rosa, el peruano José María Arguedas, que en "Los Ríos
Profundos" ha hecho despertar al indio de su país y lo ha elevado a la categoría
literaria, y el colombiano Gabriel García Márquez, que al cierre de la década es el
gran best-seller latinoamericano con "Cien Anos de Soledad"
FONDO POLÍTICO Y COMPROMETIDOS
Dentro de la clasificación que
se suele hacer entre literatura comprometida y no comprometida, los latinoamericanos
están plenamente abanderizados con el pueblo del continente: el mestizo, el indio, el
negro, el mulato. Están con el pobre y el desheredado, el guerrillero y los demás
personajes que en un territorio en vías de desarrollo se encuentran bajo el signo de una
explotación que no se sabe si es real o en parte supuesta. Con la sola excepción de
Borges, "europeizante empedernido y niño bien", según sus detractores, los
demás se identifican con un izquierdismo fronterizo con el marxismo, posición que en
términos generales quedó claramente reflejada en el Primer Encuentro Latinoamericano de
Escritores, en Santiago y Viña del Mar, Chile, en agosto de 1969.
Los escritores latinoamericanos, entre los que se debe sumar al uruguayo Mario
Benedetti, el guatemalteco Mario Monteforte, los argentinos David Viñas y Marta Traba y
los chilenos José Donoso, Jorge Edwards y Carlos Droguett, con su clara y particular
individualidad, tienen un origen y un destino que si no son comunes, aparecen por lo menos
similares. En el fondo de su actitud literaria se entrevén, con mayor o menor nitidez, la
presencia de Joyce, Proust, Faulkner y Kafka.
Las mil miradas de William Faulkner, con su multiplicación de puntos de vista,
están presentes en sus obras y, en general, se advierten en su técnica todas las
dinámicas innovaciones con que Kafka y los demás revolucionaron la novela de este siglo.
Curiosamente, esta que parece ser la fuente del éxito de estos nuevos escritores en su
continente, no ha sido el motivo del aplauso que han recibido allá donde los viejos
precursores eran conocidos desde hace varias decenas de años. El público europeo más
bien ha sabido admirar el vigoroso aporte plástico y el exotismo latinoamericano
incorporados por ellos a la novelística contemporánea.
Hay en estos autores un contraste importante con los escritores que les precedieran
en sus respectivos países. Aquellos fueron en su mayoría hombres públicos. que
escribieron como complemento de sus actividades políticas. Los nuevos tienen una
dedicación profunda por su oficio, un profesionalismo literario absoluto. Paradojalmente,
a pesar de que los otros eran, por lo general, políticos que escribían, las obras de
esta nueva generación tienen un fondo político muchísimo más penetrante que las de
aquéllos.
OTROS NOTABLES
Inglaterra, que ha producido
acaso los mejores novelistas del mundo, se ha destacado en esta década con William
Golding, nacido en 1911 y que escribió su primera novela a los 44 anos. El pensamiento de
Golding marca una oposición a las teorías de Rousseau acerca de la bondad original del
hombre. El autor vive obsesionado por una especie de pecado inicial en el ser humano, no
en su forma de dogma religioso, sino en la interpretación antropológica.
Para William Golding, cualquier descuido en la tensión racional del hombre debe
precipitarlo al abismo de la barbarie y la animalidad. En las que son tal vez sus mejores
novelas, "Señor de las Moscas", "Los Herederos" y "La
Construcción de la Torre", trata esta idea central de la caída, en diferentes
ambientes.
A fin de compensar al público multitudinario de la actitud casi esotérica asumida
por la narrativa experimental, ha surgido una abundante literatura de masas, ilustrada por
la novela policial, la novela negra, la novela de ciencia-ficción. Digno de mención, no
tanto por su importancia propiamente literaria como por la trascendencia de su personaje
en otros terrenos, es lan Fleming, el creador de James Bond, el agente 007 "con
licencia para matar", Fleming, nacido en 1908, murió él año 1964.
En Estados Unidos hay que destacar a J. D. Salinger, autor de "Franny y
Zooey" y otras obras de gran éxito, especialmente entre la juventud universitaria,
que le aseguran en el mañana una influencia similar a la de un Faulkner. Su mejor novela,
la que lo llevó a la fama, fue escrita, sin embargo, en la época anterior. Se trata de
"El Calador Oculto", análisis sobrecogedor de un par de días en la vida de un
muchacho con un trauma psíquico, en el que se hace una crítica a la pretensión y falta
de sinceridad del mundo actual.
Truman Capote, autor de "A Sangre Fría", es otro buen ejemplo de la
novela en América del Norte. Su estilo se caracteriza por mezclar una fantasía poética
de gran calidad con una implacable y cruel penetración psicológica del alma humana. Esto
se ilustra maravillosamente en "A Sangre Fría", donde sin apartarse del rigor
documental de un hecho real, ha podido dar forma a una novela indiscutible en su calidad
literaria.
Otro escritor de creciente éxito en los Estados Unidos es John Updike, joven
sofisticado que con lenguaje difícil relata la impotencia y el desconcierto del hombre de
hoy. Su obra "Corre Conejo" fue acogida con expectación, pero no ocurrió lo
mismo con su novela "El Centauro", que tuvo mala crítica.
Esta década ha surgido en Francia un último esfuerzo por revivir una literatura
ya agotada en su vitalidad. Se trata del "Nouveau Roman", o nueva novela, cuyo
padre es Alain Robbe-Grillet con su obra "La Celosía". La eliminación del yo,
del alma del personaje, es el postulado central de esta escuela. No se pretende relatar lo
que le sucede al hombre, sino sus gestos, lo perceptible a la simple vista. En este
intento, calificado de "decadente" por muchos, junto a Alain Robbe-Grillet se
debe citar a Margueritte Duras y Violette Leduc.
Si bien es opinión bastante generalizada de que la novela entró en una crisis
destinada a modificar por completo el género, no han desaparecido del todo las
narraciones realistas, encaminadas a una crítica social explícita o implícita, que en
su estructura son afines a la literatura de ficción tradicional. En el mismo John Updike
se advierte una tendencia realista, mientras su compatriota Salinger sigue una línea
psicológica. Otros, siempre en Estados Unidos, se adhieren a las formas disímiles de
vanguardia, como Jack Kerouac. En Italia perdura el vigoroso neorrealismo, mientras en
España y ciertos autores ingleses de la década practican el realismo crítico. En
Alemania, finalmente, se ha hecho sentir en estos últimos años el impacto de Gunther
Grass, que en 1959 escribiera "El Tambor de Hojalata".
JUICIOS LITERARIOS
EL arte en !a Unión Soviética
estuvo congelado hasta que el primer ministro Nikita Khruschev inició su política de
"desestalinización". Apenas perdió su tensión el puño que apretaba la
libertad de la expresión artística, comenzó a advertirse la efervescencia que había
entre los escritores por mostrar una cura distinta a la deseada por el oficialismo
conservador. Conservadores eran aquellos que se mantenían dogmáticamente fieles a los
postulados del marxismo-leninismo, y liberales los que deseaban cambios que los acercaran
en algunos aspectos a la realidad occidental.
Por todo ello fue que causó sorpresa en el mundo el juicio seguido en 1966 en
contra de dos novelistas jóvenes, Yuri Daniel y Andrei Siniavski, por el supuesto delito
de actividades antisoviéticas en el extranjero. Los dos autores habían publicado, bajo
seudónimo, en Occidente, algunas obras en que criticaban diversos aspectos de la vida en
la Unión Soviética. El público occidental los había acogido con gran interés, por la
indiscutible calidad literaria de sus escritos. Tras ser descubiertos, fueron sometidos a
un juicio público en el que sostuvieron el "derecho a crítica", señalando que
si no lo habían ejercitado en su patria, ello se debía a la imposibilidad real de que
les publicaran sus libros.
La sentencia condenatoria, dictada en medio de manifestaciones juveniles de apoyo a
los reos, fue comparativamente benévola. Siniavski fue condenado a siete años de
cárcel, y Daniel a cinco.
Anatoli Kuznetsov, que a mediados de 1969 se refugió en Londres, aseguró que en
la Unión Soviética no podía escribir lo que pensaba, pues sus obras eran
invariablemente modificadas. Sin embargo, a pesar del rígido papel que juega el escritor
en un país socialista, se estima que se ha abierto un resquicio por el que se filtrarán
inevitablemente la actitud y el pensamiento de la juventud.
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Jorge Luis Borges
Franz Kafka con su hermana Ottla
(1907) vanguardia de la novela de los años 60
Julio Cortázar
Alejo Carpentier
Carlos Droguett
Juan Rulfo
Mario Vargas Llosa
Carlos Fuentes
Truman Capote
Ernest Hemingway
LOS QUE SE FUERON
A la década del 60 le ha
correspondido despedir a muchas figuras destacadas de la literatura. La lista la inició
en 1961 Ernest Hemingway, ganador del Premio Nobel de 1954. Hispanófilo, amante de la
Fiesta Brava y hombre de acción, comenzó su carrera literaria como periodista. Sus obras
más conocidas son "Adiós a las Armas", novela antibelicista escrita en 1927;
"Por Quién Doblan las Campanas", que trata de la Guerra Civil Española, y el
cuento largo o novela corta "El Viejo y el Mar", para el cual se inspiró en
Cuba y le abrió el camino al Premio Nobel.
William Faulkner tal vez el más distinguido precursor de la actual novela, murió
en 1962, trece años después de ganar el Premio Nobel. Después de una partida en falso
como poeta, se lanzó a la novela, haciéndose famoso. Entre sus numerosas obras interesa
señalar toda la serie de novelas ubicadas en Yoknapatawpha, característico distrito del
sur de los Estados Unidos, su verdadera patria.
1963 vio partir a Aldous Huxley, inglés perteneciente a una familia de destacados
intelectuales. Nacido en 1894, cultivó el tipo de novela filosófica que lo llevó a la
fama. Su obra más comentada ha sido "Mundo Feliz", donde con algo de
ciencia-ficción, retrata el macabro mundo del futuro. Sus últimos años los vivió en
Nueva York, porque según su sarcástica declaración "era el lugar en el mundo donde
había menos norteamericanos".
William Somerset Maugham murió en 1965. Después de iniciarse como autor teatral,
derivó a la novela, donde se destacó con obras como "Servidumbre Humana" y
"El Filo de la Navaja", ambas llevadas al cine. Al momento de su muerte, le
faltaban pocos meses para cumplir los 92 años.
Como una última despedida a esa época que vivió el mundo de entre guerras,
murió en 1966 Evelyn Waugh, considerado el más gracioso e irónico escritor de habla
inglesa de este siglo. En contraste con John Osborne, el autor de "Recordando con
Ira", Waugh no miraba hacia atrás con enfado, sino con una patética nostalgia no
exenta de risa. En los diez postreros años de su vida, sin embargo, fue trocando su
añoranza de tiempos mejores por una verdadera manía contra todo lo actual. Encerrado en
una casona del siglo XVIII, representando dolorosamente el papel de caballero rural, un
día de Domingo de Pascua, después de haber oído la misa cantada en latín, abandonó
esta vida, que hallaba grosera, gracias a un ataque al corazón. Entre sus muchas obras
vale la pena destacar "Retorno a Brideshed", antítesis de la literatura de hoy,
donde se relata magistralmente la angustia por la pérdida de su mundo ordenado a través
de un personaje que tiene destino y es héroe en todo el sentido literario de la palabra.
En la actualidad triunfa el antihéroe, el individuo perdido en el desorden de una
estructura puesta en tela de juicio. La crisis contemporánea de la novela no significa el
fin de la narrativa, según los críticos. Es el comienzo de una nueva etapa de su
prolongada y legendaria historia. Una etapa designada a renovar los recursos literarios y
readecuarlos a un mundo en transformación. Y en esta tarea están jugando un gran papel
los escritores de la cambiante América latina.
LAS REVISTAS DEL NUEVO PERIODISMO
Las restricciones a la libertad de prensa, y de
expresión en general, no desaparecieron automáticamente en 1955:
persistieron como autocensura y como hábito, y dotaron todavía, por
varios años, de cierta frialdad y distancia informativa a los medios de
comunicación periodística. Mucho antes que la radio o televisión, fue la
prensa escrita la que primero reaccionó: la aparición, en noviembre de
1962, del semanario Primera Plana cerró definitivamente un ciclo de
titubeos y sintetizó en sus páginas una corriente ágil y moderna,
insinuada anteriormente en otras publicaciones.
El primer intento de pergeñar un semanario de opinión data de 1946,
cuando Baltasar Jaramillo lanzó Qué Sucedió en 7 Días, veintitrés años
después que el modelo norteamericano Time inaugurara ciertas pautas que
hoy nadie se atrevería a poner en duda. Hacia el final de la década
peronista surgieron Esto Es y De Frente: la primera, respaldada por un
sector de la industria acaudillado por Jorge Antonio, fue dirigida por
Tulio Jacovella; la segunda, una aventura personal del nacionalista John
William Cooke.
Después del peronismo, el primer título de importancia fue Usted,
revista dirigida por Luis González O'Donnell, que apenas sobrevivió
medio año y que inauguró —al subtitularse "revista de la clase
dirigente"— la manía de halagar a la flamante clase ejecutiva, costumbre
no del todo desaparecida hoy. Usted, la inestable Vea y Lea —que no
siempre pudo mantener su ritmo quincenal—, Leoplán y Che (una
publicación de tan clara orientación socialista que termino
transmutándose en órgano político), aportaron ideas, estilo y
características que Primera Plana integró, superó y modificó, abriendo
un nuevo cauce y manteniendo su frecuencia semana) hasta su
desaparición, en 1969, clausurada por el gobierno.
Jacobo Timmerman en un primer momento, y más tarde Ramiro de
Casasbellas, lograron dotar a Primera Plana de un sensible liderazgo en
el mercado. Tanto es así, que la influencia de PP orientó las
modalidades de la prensa escrita durante toda la década: es evidente el
parentesco que con ella tuvieron Confirmado (dirigida en un principio
por el propio Timmerman), Análisis —que amplió sus iniciales comentarios
económicos—, Todo y Extra (ambas dirigidas por Bernardo Neustadt).
También el mensuario Panorama, nacido a comienzos de la década, tomó a
partir de 1968 ritmo semanal de aparición. La única excepción al boom de
los semanarios fue Imagen, que siendo en un principio hebdomanario, pasó
a aparecer quincenalmente tratando de ganar el mercado dejado vacante
por Vea y Lea, desaparecida en 1964.
Al mismo tiempo que se consolidaba la suerte de los nietos de Time —esto
es: los semanarios adheridos a la abundante información, interpretada y
valorizada, quizás en desmedro de la ilustración gráfica pero en un alto
y exigente nivel de redacción—, otra corriente, de fundamental tendencia
gráfica, daba lugar al surgimiento de Gente y la Actualidad y hacia
fines de la década a Semana Gráfica. La síntesis lógica de las bondades
de ambas tendencias estaba dada por lo que en el periodismo mundial se
denomina "revistas de gran magazine", y que —merced a su tamaño, forma y
cantidad de páginas— permiten aunar una generosa ilustración gráfica con
los rigores de una información amplia y cuidadosa en todos los rubros.
En la Argentina, el primero —y hasta ahora único— órgano inscripto en
esa corriente fue, desde mayo de 1967, Siete Días Ilustrados; antes de
entonces ya había aparecido una revista del mismo nombre aunque
diferentes características, acompañando todos los martes —a modo de
suplemento— las ediciones del diario La Razón.
Otras publicaciones de interés general —el mensuario Atlántida, por
ejemplo— y una creciente cantidad de revistas especializadas en todas
las áreas, cimientan actualmente el panorama de la prensa escrita, junto
a los grandes periódicos, y explican dos hechos auspiciosos: el
surgimiento de publicaciones de excelente nivel en el interior del país
—es el caso de Boom en Rosario—, y el creciente valor documental
atribuido en el extranjero a las colecciones completas de revistas
argentinas. Baste decir que por algunas de ellas se llegó a pagar
recientemente, en los Estados Unidos, hasta 10 mil dólares.
Revista Siete Días Ilustrados
2 de febrero de 2012
continúa
aquí
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