|
APOLOGIA DEL DESNUDO
La escena ha entregado una
mediocre producción en la década, pero se han saltado todas las etapas del pudor en
materia de sexualidad sobre el proscenio.
En la década del 60 se ha advertido en el teatro un estancamiento caracterizado
por la falta de iniciativa de parte de los dramaturgos consagrados, unida a la ausencia de
verdadera calidad en los autores de la nueva promoción. En estos años se ha producido
una gran variedad de experimentos, pero una vez que ha pasado el impacto inicial provocado
por lo escandaloso de su tono, queda en descubierto su pobreza teatral. Por su parte, uno
de los dramaturgos más interesantes de la década anterior, el inglés John Osborne, que
comenzara "recordando con ira", ahora no parece tener furor, sino un tedio muy
burgués que suena a nota falsa.
Como una aseveración muy general, se puede afirmar que en esta década ha estado
más viva la chispa en los directores que en los autores. Las nuevas versiones de
dramaturgos de nota, de clásicos griegos y del inagotable repertorio del inmortal William
Shakespeare, han ofrecido mayores novedades escénicas y plásticas que los nuevos
estrenos. Así, por ejemplo, el "Romeo y Julieta" que fuera dirigido por Franco
Zeffirelli causó interminables comentarios, por la multitud de recursos con que ambientó
la obra y, a la vez, la alejó del espíritu shakespeareano. Algunos puristas llegaron a
sostener que ese "Romeo y Julieta" no era de Shakespeare, sino de
"Shakespearelli".
TEATRO DE CAFE
Tal vez lo realmente propio de la
década sea la irrupción en el campo teatral de una nueva ola dramática bautizada como
"teatro de cafetería". Se trata de una invasión de nuevos autores que con
modestas compañías experimentales llevan a la escena una modalidad que más que arte es
una forma de vida. Al igual que ocurre con la literatura de la década, en estas obras se
pierde el argumento, con su relato coherente y lineal, ante la necesidad de liberar al
hombre, desinhibiéndolo de sus complejos y sus ropajes tanto materiales como
espirituales.
Para el grueso público, el símbolo externo de este nuevo teatro es el desnudo,
como expresión de una libertad lo suficientemente agresiva como para irritar el orden
establecido. En este nuevo enfoque del drama, el factor entretenimiento es considerado
como algo "condenablemente burgués", y se procura ampliar el ámbito de
comprensión del problema planteado en el escenario, acortando la distancia física e
intelectual que media entre actor y espectador.
Al decir de un crítico, los nuevos autores "exhiben el fervor de los
primitivos cristianos en la propagación de un nuevo paganismo". Por su parte, el
destacado director vanguardista polaco Jersy Grotowsky afirma que el teatro tiene como
misión "la destrucción de los tabúes que enajenan al hombre".
Para la nueva dramaturgia, estos tabúes se concentran en el sexo, que en la
actualidad bien poco tiene de tabú, pero sigue siendo un óptimo negocio. La obra en un
acto titulada "Los Nudistas Crecen y Crecen" se presentaba en 1968 en Londres,
no en un teatro, sino en un café a la hora de almuerzo. Allí se ofrecía a los
parroquianos, para que se identificaran más con los actores, hojas de parra que algunos
aceptaron, entre las risas de los demás, cambiándolas por sus vestimentas, que quedaron
olvidadas enredadas en las sillas y las mesas.
COMO EN UN BURDEL
Las nuevas obras teatrales,
según el sacerdote jesuita Harold Gardiner sólo provocan "una conmoción
genital". El critico y autor Martín Esslin señaló por su parte:
-El teatro moderno aspira a convertirse en un prostíbulo, con el grave
inconveniente de que no puede dar lo único, en verdad, que se va a buscar allí.
Durante un largo tiempo, el teatro marchó muy detrás del cine en cuanto a
presentar en forma realista lo sexual. Hasta hace poco, los actores subían al escenario
con tanta o más ropa que si fueran a almorzar a un elegante restaurante. Súbitamente,
autores y directores decidieron que el desnudo era significativo, artístico y serio, con
lo cual los actores parecen entrando a un baño turco. En 1965, Jean-Paul Marat expuso
brevemente sus nalgas en "Marat Sade", de Peter Weiss, y tal como prevenía en
la misma obra, "la revolución de la carne convirtió a, todas las demás
revoluciones en simples motines carcelarios".
Así ha ocurrido. Pero mientras "Marat Sade" fue representada en muchas
capitales, obras como "Che" y "Hair" fueron prohibidas, con profusión
de protestas de partidarios y enemigos. Estas obras representan los extremos y han quedado
confinadas al teatro "off Broadway", pero su ejemplo tiende a extenderse. En
"Fortuna en los Ojos Humanos", sobre la homosexualidad en prisión, que se
presentó en 1969 en Los Angeles, los espectadores se vieron enfrentados a una escena de
sodomía protagonizada por dos actores desnudos. En "Pavo de Navidad", Martí
Whitcheild lucía desnuda en la mitad del escenario durante toda la obra. Igualmente, en
"Dulce Eros", Sally Kirkliand aparecía sin ropa alguna, atada a una silla. Una
fenomenal gresca fue la que se produjo cuando actores y espectadores de la obra "de
participación" del Living Theater, "Paraíso Ahora", salieron a la calle,
marchando semi-desvestidos.
"Che", en marzo de 1969, duró apenas dos días en cartelera, en su
versión original, pues el teatro fue clausurado por la policía. Después la
"sanitizaron", pero quedó mucho de su contenido: cien minutos de elaboradamente
falsas copulaciones. El nudismo múltiple de "Hair" llegó a su apogeo en junio
de 1969 con el estreno de "Oh Calcuta", descrito por la publicidad como
"erótica elegante", donde entre sus múltiples escenas se incluye onanismo en
grupo, violaciones, entre otras formas de sexualidad. La obra se representa en un antiguo
teatro de burlesque.
NUEVOS ESCENARIOS
El teatro, el café, la boite y
el cabaret sirven ahora en igual forma para montar una obra y, a medida que el argumento
se diluye en medio de la espontánea improvisación impuesta por la nueva ola, la barrera
entre actores y público se va haciendo más y más difusa. El resultado es realmente
único, imposible de repetir, al que se incorporan todos los asistentes. Es el
"happening", el suceso, en el que se busca la liberación, realizando todos
aquellos actos que en la vida diaria no se pueden hacer sin terminar por romper el
equilibrio social.
Según los críticos, el cuerpo desnudo puede dar una "vitalidad visceral al
teatro", como lo han demostrado incluso varias compañías norteamericanas de ballet.
Al margen de la escena del dormitorio de "Romeo y Julieta", de William
Shakespeare, que dirigiera Franco Zeffirelli, o de la obra de Peter Weiss, "La
Persecución y Asesinato de Marat como fue representada por los asilados del Hospicio de
Charenton bajo la dirección del Marqués de Sade", mejor conocida como "Marat
Sade", otro de los éxitos de estreno de la década, es necesario anotar los impactos
del teatro con obras de corte ortodoxo.
Las dos obras más importantes son "clásicos cantados". Se trata de
"Mi Bella Dama", versión musical del célebre "Pygmalion", de George
Bernard Shaw, y "El Hombre de la Mancha", basada en "Don Quijote", de
Miguel de Cervantes y Saavedra, comedias musicales representadas a todo costo en Broadway
y en Londres.
"Esperando a Godot", de Samuel Beckett, fue otro estreno que movió a
debate, con la espera de ese personaje que nunca llega y que por muchos fue identificada
con la espera de Dios. A pesar de su calidad, otra obra de Peter Weiss, "La
Evidencia", fue poco conocida fuera de Alemania. Es una destilación poética
semidocumental del juicio realizado en Francfort a los responsables de las matanzas
efectuadas en el campo de concentración nazi de Auschwitz.
"El Vicario", de Rolf Hochhuth, si bien no por su calidad teatral, por lo
menos por su impacto polémico, causó especial revuelo en las ciudades donde fue
representada. En ella, el autor, judío alemán, planteó la responsabilidad del Papa Pío
XII en las masacres de judíos perpetradas por los nazis durante la Segunda Guerra
Mundial. En 1969 la obra volvió a tomar actualidad, al ser acusado el vicario general de
Munich, obispo auxiliar Matthias Defregger, de intervención en la matanza de civiles
italianos en Filetto di Camarada, cuando era oficial nazi.
MEDITACIÓN SOBRE MR. ORTON
Dentro de la nueva tendencia
agresiva y desprejuiciada en que las nociones de bien y de mal pretenden ser eliminadas de
la mente del hombre, se dieron varias obras de regulares méritos. La más notable dentro
de esta onda fue "Entretenimiento para Mr. Sloane", de Joe Orton, que brindó a
su autor el premio a la mejor obra teatral estrenada en Inglaterra en 1964.
Tres anos después, Orton volvió a hacer noticia, esta vez por un motivo que
invitaba a la meditación más que al entretenimiento. Su gran amigo Kenneth HalliweIl,
celoso por haber sido relegado a un segundo término en el afecto del dramaturgo, después
que éste ascendiera a la fama, lo asesinó a martillazos. Luego, en una reacción que
bien pudo haber sido concebida por el autor de "Mr. Sloane", Halliwell se
desnudó, ingirió una fuerte dosis de barbitúricos y murió abrazado a su adorada
víctima.
El autor de "Asesinato en la Catedral", Premio Nobel de 1948, Thomas
Stearns Eliot, murió en 1965, a los 77 años de edad. Nacido en Estados Unidos, pero
luego nacionalizado británico, se distinguió además como poeta. De profundo espíritu
religioso, fue uno de los intelectuales más influyentes en el movimiento anglocatólico
de Oxford en los años 20, y bien puede ser citado como un desaparecido representante de
una generación que ahora forma parte de la historia del teatro.
El comentario más sarcástico a los admiradores y opositores de la nueva tendencia
teatral lo ha entregado la actriz Shelley Winters, que tiene en la actualidad 46 años:
-Creo que es desagradable, vergonzosa y perjudicial. Pero si tuviera 22 años y un
lindo cuerpo, podría hallarla artística, de buen gusto, patriótica y hasta diría que
es una experiencia religiosa.
GIGANTISMO PARA DEFENDERSE DE LA TV
EL CINE CONTRARRESTA COMO PUEDE EL AVANCE DE LA PANTALLA PEQUEÑA
La cinematografía ha sufrido en
esta década el doble golpe producido por el auge de la televisión, que ha llegado a
todos los rincones del mundo, restándoles público a las salas de cine, y por el
creciente costo de la producción de películas, al tratar de competir con la televisión
ofreciendo un programa más espectacular. El impacto de la televisión, que en un
principio pareció ' ser mortal, obligó al cine a buscar enfoques que le permitan
diferenciarse.
La década del 60 ha visto el eclipse de Hollywood, donde los estudios de cine se
emplean ahora en filmar ininterrumpidamente series y películas para la televisión.
Buscando abaratar los costos, los productores de cine han llevado capitales a Europa, para
hacer allí sus películas. Sin embargo, en el curso de la década se ha producido un
curiosos equilibrio de fuerzas: la televisión compró los derechos de exhibición de
cuanta película estaba en las bodegas de los estudios de Hollywood, y, al agotarse en
1969 la existencia incluso de películas de reciente data, ha debido entrar a producir sus
propios largometrajes, los que serán estrenados en televisión y exhibidos después en
los cines.
La competencia del cine apelando a la técnica no ofrece una solución a largo
plazo. El color, por ejemplo, ya lo incorporó la televisión en muchos países, donde
incluso las notas de noticiario se exhiben en colores. Ante el formato de la televisión,
el cine ofrece las pantallas gigantes en Cinemascope o Cinerama. Curiosamente, en esta
década ha muerto el Cinerama antiguo, con tres cámaras filmadoras y tres proyectoras.
Como el sistema era técnicamente imperfecto y obligaba a un gran despliegue económico a
los propietarios de salas de cine, fue substituido por el Ultrapanavisión 70, que aunque
no es el auténtico Cinerama (una cámara filmadora y una proyectora), ha conservado ese
nombre.
En el intento por abaratar los costos, ha surgido la interminable serie de
películas de vaqueros "a la europea", filmadas por lo general en escenarios
naturales de Italia, España, Alemania y Yugoslavia. Se les llama "cowboys a la
italiana", pero los capitales -en coproducción- provienen de los Estados Unidos y
hay muchos actores norteamericanos trabajando en esos films. Estas películas demuestran,
mejor que ninguna, la decadencia del cine europeo tradicional, al tratar de copiar los
grandes éxitos del cine norteamericano. Más que por pudor, por motivos comerciales,
actores, directores e incluso técnicos europeos han buscado seudónimos, y es así como
el promisorio director italiano de la década del 50 Carlo Lizzani se refugia bajo el
nombre de Lee H. Beaver.
Dentro de la misma situación está la comedia musical, género que en esta década
ha tenido un auge especialísimo, y que al alcanzar un éxito extraordinario de público,
consiguió que "La Novicia Rebelde" sobrepasara el record de taquilla mantenido
por más de 25 años en los Estados Unidos por "Lo que el Viento se Llevó". Con
la comedia musical se ha producido un renacimiento indudable, pero en valor artístico no
compite en calidad con las comedias musicales que se hicieron en el pasado. En esta
década se hacen versiones cinematográficas de obras teatrales musicales que sobresalen
en los escenarios de Broadway o Londres.
EL cine italiano, que en la década anterior marcó rumbos, no parece haber seguido
con el mismo impulso inicial. Los directores que fueron interesantes promesas no se
consolidaron, cayendo en repeticiones de viejas fórmulas, y sólo los grandes
realizadores se sostienen como casos aislados, debiendo incluso emigrar para mantenerse en
actividad. Michelangelo Antonioni, luego de completar en esta década una trilogía que
más bien pertenece al período 50-60 ("La Aventura", "La Noche" y
"El Eclipse"), dirigió en Inglaterra su "Blow Up", en 1966, con la
que obtuvo un gran éxito en medio de interminables polémicas.
|
Franco Zeffirelli (izquierda) dirigió un "Romeo y
Julieta" con estilo muy personal
Rolf Hochhuth: un vicario polémico
"Marat Sade", desnudo con gran éxito de taquilla y de
crítica
"Entretenimiento" y desvío sexual de la escena
Michelangelo Antonioni con Vanesa Redgrave, mientras rodaban
Blow Up, sobre una idea de Cortázar
"Un hombre y una mujer" de Lelouch filmada en pleno
"estado de gracia"
La película más tranquila de la década fué "La novicia
rebelde"
Ingmar Bergman, el afamado director sueco
"Odisea 2001"
Federico Fellini,
después de un receso de cinco anos (durante el cual sólo preparó uno de los episodios
de "Historias Extraordinarias de Poe", en Francia), exhibió en el Festival de
Venecia de 1969 su "Satiricón", que dividió a la crítica. Antes, en
"Julieta de los Espíritus", solamente mostró su formidable fantasía, en un
juego de destreza cinematográfica que hizo echar de menos la penetración vital de su
obra, pero "Ocho y Medio", donde efectuó un equilibrio prodigioso entre el
consciente y el subconsciente, quedará anotada como una de las grandes películas de la
década.
Luchino Visconti, a pesar de "El Gatopardo" y de su León de Oro en
Venecia, en 1965, con "Sandra", no ha trascendido a esta década. Vittorio de
Sica definitivamente se quedó en el pasado, y otro grande de antaño, Roberto Rossellini,
abandonó la cinematografía para dedicarse a la televisión.
En Italia han surgido nuevos directores con una nueva visión del cine, el
"neoverismo". La problemática viene a ser una revisión del ya caduco
neorrealismo; se tiende a hacer un cine de denuncia, con una posición política de
izquierda, al enfocar la realidad social. El padre de esta tendencia es Pier Paolo
Pasolini, que causó bastantes diatribas con "El Evangelio según San Mateo" y
"Teorema", las que subieron de grado con "Pocilga", de un tema aun
más escabroso. Del mismo grupo son Ermanno Olmi ("El Puesto"), Vittorio de Seta
("Bandidos de Orgosolo"), Marco Bellochio ("La China se Avecina"),
Francesco Rosi ("Saqueo a la Ciudad"), entre otros.
En América latina se produjo en esta década el surgimiento de un movimiento joven
que es el "cinema nuovo" de Brasil, que toma conciencia de la realidad social
brasileña haciendo un cine político de gran fuerza. A pesar de que luchan con una
adversa situación política y económica, han salido adelante impactando en todo el
mundo. El padre de la generación es Nelson Pereira dos Santos, director de "Vidas
Secas", pero el más importante de todos es Glauber Rocha, con "Dios y el Diablo
en la Tierra del Sol", que para Luis Buñuel "es la película mas hermosa que he
visto".
En Estados Unidos, particularmente en Nueva York, se gesta un nuevo cine americano,
que llega a sus últimas consecuencias del punto de vista técnico y temático. El
"underground" (cine subterráneo) admira el cine experimental y rechaza el cine
de alta técnica. Su temática es izquierdizante y en su afán de libertad de expresión
causa alarma a las censuras estatales de los distintos países del mundo, postulando una
libertad de costumbres sociales y sexuales. Los padres son Jonas y Adelfas Mekas, pero
también incluye los nombres de Andy Warhol y Kenneth Anger.
Ingmar Bergman, uno de los directores más importantes de la década anterior, se
mantiene en constante actividad, escogiendo por intérpretes de sus películas a sus
mismos actores de siempre. Después de terminar con "El Silencio" esa trilogía
iniciada en los años 50 con "Detrás de un Vidrio Oscuro" y "'Luz de
Invierno", Bergman filmó su única película en color, "Ni Hablar de estas
Mujeres", que no ha tenido en América latina la misma difusión de
"Persona", "La Hora del Lobo" o "Vergüenza". Junto a otros
realizadores suecos, Bergman intervino en uno de los episodios de "Stimulantia",
y próximamente hará junto con el director italiano Federico Fellini otra película
episódica. Dentro de la hermética producción de Ingmar Bergman, "La Fuente de la
Doncella", que hiciera en 1958, no ha tenido un equivalente tan accesible al grueso
público, exceptuando quizás "Vergüenza", en que también trabaja Max von
Sydow, además de la esposa del director, Liv Ullman. Sus otros intérpretes predilectos
son Gunnar Bjorstrand, Bibi Anderson e Ingrid Thulin.
También en Suecia los nuevos directores están llevando el erotismo a su máxima
expresión. Al frente de todos marcha Vilgot Sjóman, que después de "El Fuego"
dirigió "Soy Curiosa", que provocó uno de los escándalos más grandes de que
los suecos tengan memoria. En la película nada se omite y hasta muestra a una pareja
cohabitando frente al Palacio Real. Alemania Occidental se ha desprendido del cine de
operetas y de guerra, mientras resurge en España el nuevo cine que plantea el conflicto
generacional.
Mientras el cine de la Unión Soviética sigue marcando el paso, otras
cinematografías socialistas (húngara, checoslovaca, yugoslava, polaca) tienen un auge
extraordinario con películas de gran calidad. Los checos se mantienen al frente, con
"Los Amores de una Rubia", de Milos Forman, y "Trenes Rigurosamente
Vigilados", de Jiri Menzel. No obstante, los rusos se anotaron un éxito
internacional de taquilla con "Hamlet", de Kosintsev.
En Francia se hizo otra de las películas taquilleras de la década, "Bella de
Día", dirigida por Luis Buñuel, y "Un Hombre y Una Mujer", que según un
crítico "Jean Claude Lelouch la dirigió en estado de gracia", resumiendo su
entusiasmo. Jean-Luc Godard sigue siendo el director que más influencia ejerce entre los
realizadores jóvenes de todo el mundo, y entre sus trabajos destacan "Los
Carabineros", "Masculino, Femenino" y "Pierrot el Loco". Otro
director de "la nueva ola" de los años 50, Francois Truffaut, entregó
"Jules y Jim", mientras Jacques Rivette hizo "La Religiosa".
En Inglaterra, el polaco Román Polanski dirigió "Repulsión", mientras
Lindsay Anderson, miembro del "free cinema", hizo "El Llanto del
ídolo". Su compañero Karel Reisz hizo el sobresaliente "Tom Jones", de un
festivo realismo sobre la época anterior a la austeridad victoriana, de la cual recién
se termina de sacudir la isla británica.
En Estados Unidos hay dos películas que no se deben dejar de citar: "Bonnie y
Clyde", de Arthur Penn, y "2001, Odisea del Espacio", de Stanley Kubrick.
Como en otras manifestaciones artísticas, el cine sufre una violenta crisis
generacional, en que se rompe con todo lo antiguo en la intensa búsqueda para cambiar los
caminos del cine.
continúa
aquí
|