Considero tan extraordinario el acto que estamos celebrando, que
creo firmemente que no sólo mi trayectoria política, sino mi propia
vida física podría terminar hoy con satisfacción íntima de que ya
había cumplido con mi deber de argentino. No se necesita larga vida
ni muchas obras para justificar nuestro paso por la tierra cuando
una y otras están consagradas al bien y al servicio de la Patria,
pero tengo la clara intuición de que la incorporación de los
ferrocarriles al activo de nuestro país, aparte del valor simbólico
que representa, constituye la piedra de toque en la que podrán
contrastarse todas las demás realizaciones que materializan nuestra
ambición de hacer una Argentina socialmente justa, económicamente
libre y políticamente soberana.
Por esto, el pueblo de la República entera, comparte este
desbordamiento de entusiasmo. De este entusiasmo auténtico que nace
de la alegría del corazón y que asoma a nuestros ojos con la misma
ternura con que ofrecemos un regalo a nuestra madre con el fruto de
nuestros ahorros.
Algo de esto tiene el acto de hoy.
El gobierno argentino, el gobierno que yo presido, que es vuestro
gobierno, el gobierno que vosotros quisisteis, ha ahorrado en un año
y pocos meses, mucho más de lo que habían dilapidado los poderosos
"financistas" del pasado.
Pero ha hecho mucho más: ha obturado, ha taponado los agujeros y las
grietas por donde se escurrían los dineros de los argentinos. Y con
un poco de lo ahorrado y un poquito más de lo que no hemos dejado
que nos llevaran, hemos podido hacerle este hermoso regalo a nuestra
querida madre: la Argentina.
¡Ved, pues, si no tenemos motivos para enorgullecemos y para
alegrarnos! Por esto quisiera que iniciáramos una época de contento,
de satisfacción y de constante. alegría; que nada separase ya a la
gran familia argentina; que todos, sin conocernos, pudiésemos sentir
el deseo de hablarnos en mitad de la calle para decir, libres de
prejuicios políticos y de conveniencias sociales: ¡Compatriota!,
desde hoy, las venas y las arterias de nuestra circulación económica
tienen un solo punto de partida y de llegada: ¡el corazón de los
argentinos! La riqueza de nuestra Patria, ya no viajará por nuestros
caminos de hierro dejando adheridas partículas a cada milímetro
cuadrado de riel; ya no será posible llevar a los puertos nuestros
productos malbaratados y malvendidos. La explotación de los
ferrocarriles, puesta a punto por manos argentinas, estará al
servicio, para siempre más. de los intereses de la economía
argentina y no de ningún otro interés.
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