No creo que jamás haya argentino tan desaprensivo que sabiendo lo
que ha pasado, exponga al pais a que lo vuelva a sufrir. Y estoy,
además, convencido de que ninguno de vosotros, ni vuestros hijos, ni
ninguna generación de criollos, lo toleraría.
Pueden decir, pueden "alacranear" cuanto quieran, insinuando que
hemos realizado una mala operación; que nos esperan grandes
decepciones en la explotación futura de los ferrocarriles; que vamos
a fracasar en la administración de estas redes que hoy tenemos en la
mano. Hemos de salir al paso a esos agoreros, a esos chismosos "a
sueldo", a esos sembradores de fracasos. Aquí, señores, sólo hay que
confesar un gran fracaso: el de quienes pudiendo hacerlo no han
nacionalizado los ferrocarriles antes que nosotros.
No nos asustemos de sus vaticinios y mantengamos perenne el recuerdo
de que, pese a las profecías de los mismos agoreros cuando
vaticinaban la inminente ruina de la economía pública, como
consecuencia del hundimiento de la economía privada que provocaría
nuestra torpeza en materias económicas y sociales, la Argentina se
encuentra en una situación de progreso, de riqueza y de bienestar
social, como nunca se conociera. Es mentira cuanto afirmaban de que
mi política de justicia social acabaría con la industria del país,
Para ellos no podía haber industria próspera, sin miseria obrera; no
podían existir relaciones beneficiosas entre el capital y el
trabajo, sin sojuzgamiento de éste a aquél, y no podía subsistir una
nación organizada si el Poder Público no estaba en sus manos
incondicionalmente al servicio de la clases privilegiadas. La
realidad ha probado todo lo contrario: que la justicia social
constituye el mejor ambiente para la grandeza económica de un país.
Con la ventaja de que, al no producirse los males que auguraban, el
pueblo se ha dado cuenta, de la superchería y de sus móviles y ha
acentuado su confianza en el Gobierno. |