Tampoco creo en la existencia de un designio histórico que nos
condene internacionalmente a la mansedumbre, a la sumisión o al
coloniaje político o económico. Somos un pueblo fuerte por la
intensidad del respeto a los derechos ajenos y a la exigencia de
respeto a nuestros derechos: por el amor a nuestras instituciones y
a nuestras libertades; por la conducta pacifista que no se quebró
nunca; por el firme propósito de imitar al padre de la Patria, al
glorioso San Martin, que en dos continentes tan sólo batalló en
defensa de los ideales de independencia, de esa férrea, de esa
intransigente, de esa sagrada independencia típica del alma criolla,
que no se quiere doblegar ante nadie.
Esa es la significación del acto que hoy celebramos festejando la
recuperación de nuestros medios de transporte ferroviario. La
satisfacción que nos produce este nuevo paso en nuestra soberanía,
no es agresiva ni enconada. Como representativa de un momento
venturoso, está henchida de cordialidad, de espíritu fraternal, de
limpio estímulo de mejoramiento. No dudo de que la recuperación
económica ha de producir desgarramientos y dolores. Así sucede con
cuanto nace a nueva vida. Así sucedió en los momentos de lograr
nuestra independencia política. Pero cuando el desgarrón abre el
paso a una vida fecunda, cuando al producirse no han existido ni
motivos viles ni pasiones ruines, la herida cicatriza prontamente y
lo que pareció causa de rompimiento, se convierte en lazo de unión y
en fuente de recíproco aprecio. Esa norma — la historia lo demuestra
— es aplicable a las relaciones de dentro y de fuera de las
fronteras.
Los hombres pasamos por la vida. Queda la Patria y su bien es lo que
importa." |