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hippies

Por Guillermo Cabrera Infante


Eppur si muove? o el hundimiento del Swinging London

"Cuando me preguntan, como ocurre a menudo, ¿Por qué se mueve Londres?, contesto con caldeada teoría de balbuceos que nunca es muy esclarecedora que digamos."
Barry FANTONI

"No podemos prometerle que conocerá a Mick Jagger o bailará el frug con Jean Shrimpton, o que Mary Quant o John Michael le tomarán las medidas para sus pantalones campana. Pero podemos señalar en su dirección y decirle qué es lo que ellos representan."
Karl DALLAS

Dallas y Fantoni (ah, cómo me gusta el sonido de ese dúo, de ese duetto, que parecen personajes de Gilbert y Sullivan) son el editor y el ilustrador de un librito, de un fascículo que se llama, por supuesto, Swinging London - a guide to where action is. Esta guía (no para sino) de donde ocurre la acción se publicó por primera vez en 1967, fue revisada en 1968 y está dedicada, entre todas las personas, a Marshall McLuhan! wow, que al revés quiere decir wow y también wow en el espejo.

* * *

*** David (Bailey) que engendró a Jean (Shrimpton) que engendró a Celia (Hammond) que no engendró a Twiggy (delicado monstruo fabricado por ese Victor Frankenstein de la moda, Justin de Villeneuve) que finalmente fue suplantada por Penelope (Tree), de Ithaca, N.Y. 
* * * Courréges que engendró a Mary Quant que prácticamente engendró las miles de shops, boutiques y tiendecitas que infestan Londres. Pero si Mary y David (como en la. Biblia, como en el partido comunista, como en Hollywood nadie se llama por su apellido en Lwinging Sondon) inventaron a la Shrimp o La Gamba como apropiadamente (gamba=camarón=pierna) traducen los madrileños, y la mini-falda como micro-filosofía de la vida cotidiana, Penelope Tree barrió con su falda ese presente hacia el pasado y ahora ella pasea su figura bárbara, su porte extraño y su nombre extranjero por donde quiera en Swinging London. La Tree ripió, hizo retazos la imagen de la muchacha moderna y saludable pero a la vez rechazó la caquéctica elegancia hermafrodíta de Twiggy, y parece el negativo de Vampira —la piel casi negra de sol o de afeites, las ojeras blancas y el pelo cenizas. Un reverso más: quien logre verle los tobillos por debajo de sus interminables enaguas de gitana pop conseguirá mucho más que el asombro de un turista escopofílico que mire a cualquier starlet en micro-dress (o aun en no-dress.) bailando no el frug sino el rock en la última discoteca abierta en Chelsea. la del Club dell'Aretusa. (¿Dije el rock, el rock-n'-roll? Sí, la sensación del mes —del mes? del mes!— en Swyngyng Lyndyn, en Swyngyng Lyndyn. en Singing London no fue el último single de los Beatles ni la prisión de otro Rolling Stone por drogas ni la resurrección, muerte y crucifixión del Maharishi Mahesh Yogi, sino la aparición, ésa es la palabra, de Bill Haley (y sus Cometas) con su sempiterna quijada de comicbook, su buscanovio frontal, su sexofon y una nueva tonada:
One, two, three!
Rock
Around
The Clock 
cachancachín chichancachán I'm gonna rock-around—the clock—tonite! chachan cha-chán cha-chán—cachachán-cachacháncachacháncachachánchán.)

* * *

wow! La exclamación perfecta. 

* * *

Mientras tanto, en el cuartel general de Mary Quant cuánto temblaban. ''Oyeron, los Beatles van a abrir una tienda." Siéntate a la puerta de tu boutique y verás desfilar los modelos de tu competidor convertidos en huevos hueros, periódicos de ayer, cadáveres sartoriales. Como en Penelope Tree los bárbaros fueron como una solución.
Ahora que The Fool se ha ido —como diría ese Séneca del bolero, Lucho Gatica— "a navegar por otros mares de locura", puedo decir que lo conoci. (I knew him well, my dear Horace. A lo que puede responder Horatio: —Impavidum feriaent ruinae.) Conocí a Simón, el animador de The Fool, el grupo, cuando aún no era un grupo. Entonces Simón se pronunciaba Saimón y no Simón, a la holandesa —Simón Posthuma, casi Simón Post-human. Entonces no eran más que una reducida tribu de gitanos de domingo, venidos de Amsterdam, salidos de entre las filas de los Provos. Entonces ni siquiera tenían una bicicleta blanca y vivían en un apartamento en ruinas (Impavidum etcaetera) en Westbourne Terrace que por fuera sería una típica casa inglesa de barrio que alguna vez fue de alguna consecuencia pero por dentro (en el dentro de su apartamento, su phlat, la penetralia de Simón y Marijke, pronunciado no por casualidad casi como maraca, Maraika, Simón and Marijke que era como se conocía el grupo antes de ser The Fool) era una tienda mora, un apartamento (no una casa) de campaña, un zoco que parecía un zoo lleno de las más variadas especies decorativas traídas vivas de todas partes del orbe artesano: Alfombras persas, signos mantra, tablas y sitars acompañados por tambourines, tarogatos junto a zumbadores gobi-yantras, mientras los anfitriones vestían chilabas y caftanes, se tocaban con pañuelos de lunares y usaban botas de Cuban heels adornadas con motivos tantra! wow!!!
(Cuando una mujer le preguntó a Marijke cómo concillaba el presunto atuendo árabe con la evidente estrella de David en su cuello, Marijke respondió con lo que a unas cuadras y unas décadas atrás otro famoso residente de Baker Street habría calificado de elemental mi querido Watson: "Nosotros (gesto que podría abarcar una secta) creemos que la ropa no debe tener fronteras ni razas, que debe ser un mismo idioma para todos". De cómo este esperanto sartorial este volapuk de la vestimenta se convirtió en la última lingua franca de Londres se habla más adelante cuando se cuenta cómo The Fool llegó a Baker Street.) La casa, con almohadones y tumbonas por todo asiento, olía, como toda habitación hippie que se respete, a ese doblemente pastoso aroma oriental que es casi el olor del misterio: agarbatti y ghanga.
AGARBATTI DE L'lNDE 
Ces batons d'eneens se fabriquent a partir de differentes herbes, resines et essences de l'ambre, de la rose, du musc etc. et par consequent ils sont une valeur inestimable en ce qui concerne la purification et impregnation de l'atmosphere dans les chambres de malades, les mosquees, les temples, les hopitauxles grandes salles et dans les autres lieux super-peuplee. 
mode d'employ: Allumez le gros bout, eteindrez la flamme et la laissant bruler sans flamme. 
Pandit Bunurse Importateur de l'Inde
¿Y la ghanga?
... it is either smoked or eaten and is known as bhang, charas or ghanga in India, as hashish in Egypt and Asia Minor, as kef in northern África and as marijuana in the western hemisphere.
Encyclopaedia Britannica

Simón y Marijke y Josje (pronuncíese, casi a la japonesa, Yoshi) vivían en esta casa donde nunca se echaba llave a la puerta porque no había cerradura, convidaban a los pocos que conocían en Londres, fumaban y pasaban la huka como si fuera una bombilla de mate, luego servían cenas macrobióticas (arroz, silvestre, cerebro vegetal, habas sin aceite, col cruda, quimbombó, ajíes, frijolitos, soya y quizás un poco de huevo cocido o algún yogur o crema agria pero nada de ave ni de carne ni pescado) y después del té de Ceilán y otra vuelta de la pipa hacían música en interminables escalas de apenas siete notas con las que Simon a veces entonaba un jati o hacía una breve gamaka sin llegar jamás a completar la raga en su shahnai. mientras Josje y Marijke, al fondo, lo acompañaban con panderetas frecuentemente al unísono. Sobre una de las paredes se proyectaban luego movibles manchas al aceite iluminado, cuyas volubles geometrías se confundían a veces con la invariable asimetría de las grietas.
La escena hace fade out/fade in sobre uno de estos rorschachs escurridos y un año después se puede leer en un número especial del magazine del Sunday Times dedicado al Under-ground, llamado por el periódico The New Society, lo que sigue:
"Pase por la casa de George Harrison en Surrey y sus ojos se fijarán en su chimenea ricamente decorada
toda ella con escenas brillantemente pintadas de exuberantes figuras reclinadas sobre una vegetación lánguida. La misma flora y fauna crece sobre el piano de John Lennon y las guitarras y tambores del grupo The Cream. El mismo estilo se hace aparente en las cubiertas oníricas del nuevo LP de los Hollies y de la Incredible String Band. Si alguien pregunta de dónde sacaron los Procul Harum su ropa de escena color escarlata o qué llevaba Marianne Faithfull mientras se apresuraba por los salones de la aduana del aeropuerto, la fuente de todo ese colorido es la misma: The Fool".
En la cámara oscura entre fade y fade, Simón y Marijke de desconocidos inmigrantes se habían revelado como más notorios que cualquier pop con la excepción de los Beatles, los Rolling Stones y, tal vez, los Procul Harum. A todas partes que iban, si no los seguía una multitud fanática los perseguía una muchedumbre de ojos muchas veces frenéticos —porque ellos vestían el mismo atuendo arcoirisado en la casa y en la calle, de día y de noche, en invierno y en verano, pobres y... sí, ricos. Además de que habían hecho la ropa, pintado los decorados y actuado (y hecho música) en una película que lleva guión de este testigo ubicuo (¿ubicuo? sí, The Fool, ahora que un inglés, Barry Finch, se había juntado —nadie se casa ya underground— a Josje para formar el cuarteto, The Fool estaba en todas partes del yasabenqué y eran como sus dioses importados porque también estaban en su centro, que es como decir el Olimpo: Beatlelandia!), además de que vendían posters dibujados por Marijke y pintados por Simón (o viceversa), además de que su estilo sartorial comenzaba a ser copiado dondequiera, The Fool abrieron la más nueva, influyente, rica, alegre, resonante, universal y amorosa (love is all you need) boutique de Londres, que es como decir el Mundo para el mundo pop. Igual que si afirmaran el peñón de Gibraltar con hormigón, la tienda no sólo estaba financiada sino apoyada por esa fábrica de melodías y carisma que se llama popularmente the Beatles pero que en el registro de la Real Ciudad de Westminster y de la City es conocida como The Apple Company, una razón comercial. Para formar el triángulo agudo de la moda (Carnaby Street en Soho fue la primera avanzada del progreso establecida por John Michael, the King's Road fue la otra cabeza de playa conquistada por Mary Quant en el centro de Chelsea) escogieron una calle que otro fanático del atuendo en conjunción con reflexivas melodías (de violín) y la iluminación interior de la droga, hizo famosa: Baker Street. Ahora los irregulares de la calle no sólo vivirían para el culto postumo a Sherlock sino en el cultivo futuro de Simón —post-Holmes, Posthuma.
Fue así que la hipotenusa casi hizo naufragar a los anteriores catetos sartoriales, Baker Street empezó a ser a King's Road lo que antes fue King's Road a Carnaby, y Simón y Marijke, Josje y Barry se mudaron para un barrio que en los tiempos heroicos del underground hubieran considerado anatema.
"Los cuatro que son The Fool viven y trabajan juntos detrás de la linda
puerta axul medianoche decorada con estrellas de seis puntas amarillas, en Montagu Square."
(Montagu Square, no lejos de la casa en que vivió Anthony Trollope y muy cerca del costado elegante de Hyde Park.)

"Desde que The Fool (toman su nombre del bufón de las cartas del tarot) llegaron a Inglaterra hace un año de Holanda vía África del Norte, encontraron que la manera en que visten, pintan y piensan se ha convertido en una parte muy influyente de la escena pop."
(La ignorancia del biógrafo deja ver por transparencia la sabiduría del personaje biografiado. Simón posiblemente aludió al tarot pero si no estaba tomándole el pelo —o tal vez cumpliendo una verdadera función de enano de la corte, pulling his leg — al entrevistado mostraba una modestia de verdadero tonto, recordando tal vez lo que ocurrió a sus antepasados, los antiguos practicantes de la tontería como sabiduría, conociendo parece lo que ocurrió al último bufón real francés, L'Angely, a quien el parapeto del trono no protegió de la ira de sus dianas sarcásticas, desterrado de la corte por el propio Luis Catorce "por impertinencia". Más más tarde.) 
"Para Año Nuevo, por la primera vez, sus ropas y pinturas estarán a la venta para todo el mundo."
(Que Simón sabía lo que se traía entre manos lo muestra la inauguración de la tienda, que fue una exacta reproducción de las feasts of fools del siglo XV, cuando los miembros de las sociedades de tontos seculares organizaban las celebradas soties terminadas en verdaderos strip-teases satíricos, y los participantes al quitarse las togas eruditas mostraban debajo el abigarrado disfraz del bufón.)
La noche del coctel de apertura de The Apple Shop (bebidas: zumo de manzana, jugos de naranja y té) en diciembre pasado hubo como una culminación: el péndulo del Londres Pop llegó a su máximo punto de vaivén. Desde el Bentlye decorado psicadélico de The Fool y los Rolls multiplicados por cuatro de los Beatles hasta soturnos taxis y bastardos multicolores, toda clase de vehículos transportó toda clase de gente hasta el número 94 de la calle Baker, que hace lo que en La Sabana Vieja se llamaba esquina de fraile —la parte más fresquita de la acera de la sombra.

1 La sabiduría de nación inglesa produce a veces obras maestras capaces de abochornar al español —si los idiomas tuvieran vergüenza. Así mientras nuestro tomar el pelo es tirar de la pata, nadar y guardar la ropa se convierte en comer el pastel y conservarlo también, y entre la espada y la pared pasa de una típica situación de camorristas a ser reflexión metafísica: entre el diablo y el profundo mar azul.

2 Como nadie sabe no ya traducir sino siquiera deletrear correctamente este término popularizado por el doctor Leary, propongo que psychedelic se escriba psicadélico. Me gusta ese acercamiento a sicalíptico.

Ciertos descotes propiciaban la pulmonía a su héctica o caquéctica portadora mientras los abrigos de racoon, zorro rojo de Rusia o zorra (no me pregunten cómo se determina el sexo en las pieles) azul de China y no pocos minks y genets se írotaban magníficos contra el terciopelo sarnoso de años comprado por una o dos libras en Portobello Road, el rastro o mercado de las pulgas local. Dentro de la tienda había un calor tan marroquí como el aspecto de la ropa que se exhibiría a partir de mañana. El saloncito de exhibición y el sótano, bajotienda más que trastienda, preparados para tal vez cincuenta clientes en tiempos de rebaja albergaron esa noche más de trescientas personas —¿o debo decir personalidades? En esa confluencia costurera el Londres elegante y dandificado se dio cita tácita con el underground y el mundo pop.
A mí me habría gustado poder encontrar en cada uno de los rincones de Apple a los opuestos, encontrados genii locii de ese festín, fantasmas materializados, manes que a veces son desmanes. Ver un Henry James de espiritistas desaprobando: un té casi a la hora de la cena, ridículo!, y además ese barullo americano fundido a la anarquía continental no tiene nada que ver con la Dulce Albión. Gozar a un Oscar Wilde espiritual aprobando a un dandy particularmente bello —para caer en, el horror de su error al comprobar que es Marianne Faithfull!. 
Percibir a Veriaine, espirituoso, moviendo negativamente la cabeza al conocer la ausencia de alcohol, molesto porque la bohemia se baña y perfuma. El cuarto man, Scott Fitzgerald como siempre espiritado, garrapateando apresurado una nostálgica lista de invitados.
John, Paul, George y Ringo, Míck Jagger, Brian Jones, Keith Richard, Cynthia Lennon, Patti Harrison, Marianne Faithfull. Cilla Black, Suki Potier, The Bee Gees, The Pink Floyd, The Incredible String Band, Nigel Waymouth, Engelbert Humperdinck!!, Vidal Sassoon, Arthur Brown, Jean Shrimpton, Pauline Forham, Alan Freeman, Barry Miles, John Hopkins, Judi, Simón Dee, Mary Quant, Víctor Spinetti, Richard Lester, Edina Ronay, Joe Massot, Twiggy and Justan, Richard Neville, Iain Quarrier Henrietta Guinness, Ben Carruthers, Vic Singh, Tony Hall, Brian Walsh, Jimi Hendrix, The Procul Harum, Michael Cooper, Roc Domínguez, Gala Mitchell, John Pearse, Genevieve Wate, Vivian Ventura, Mark Warman, Denny Cordell, Mim Scaia, Claire Gundry-White, Sir William Piggot-Brown, the Hon. Michael Pearson, y Miriam Gómez y el ejército rebelde.
(Quien no estuvo allí padeció el mal de Crillon —"Ah, bravo Crillon cuélgate! Hemos batido al conformismo en Apple y tú no estabas".)

* * *

En un viejo cartoon de Punch dos labradores sajones conversan no lejos de un castillo. Uno de ellos aparece sonriente mientras dice al otro, con cara de conocedor: "¿Sabes una cosa? Hoy termina la edad media",. La eficacia del chiste viene de la cotidianidad de la situación frente a la enormidad de sus implicaciones. La sonrisa del labrador informado no sería diferente si viniera a decir que su hija se casaba el domingo, el otro labrador parece dispuesto a seguir arando, el castillo se ve sólido, eterno. Sin embargo, todos están presenciando si no una catástrofe al menos una crisis histórica. Aunque la gestión del labrador no tiene visos de profecía —es un simple aviso, lo que hoy llamamos un anuncio—, el dibujo no está muy lejos de aquella revelación de Mark Twain que da la vuelta al mundo en barco y escribe en su diario: "Hoy cruzamos la línea del Ecuador. Mary tomó fotos".
Pero hay situaciones de una enorme consecuencia histórica que parecen triviales a sus espectadores —y aún a los protagonistas. Ninguna ilustración mejor que la respuesta que da Poncio Pilatos ya viejo cuando le preguntan por Jesús en El Procurador de Judea. "¿Jesús de Nazareth? No, no recuerdo a nadie de ese nombre".
Todos, nosotros y los de la lista, todos nosotros no sabíamos que esa tarde de diciembre terminaba una edad de oro. En ese momento todo era fiesta, jubileo, un evento brillante, alegre, envuelto en ese glamor de final feliz eternizado que produce el éxito. Allí, en Baker Street conquistada, nadie sospechaba que ese esplendor era un plano inclinado, que actuábamos como Agamenón aceptando la alfombra roja para regresar a la casa de los Atridas, que el convite era un desafío a los dioses titulares de la calle.
En aquella cima no podíamos ver que a partir de entonces todo sería decadencia.

* * *

No se sabe con certeza cuándo empezó el fin de esa Arcadia. Ni siquiera se sabe qué salió mal. Sí se sabe que algo cedió. Hay más que augurios, indicios o señales de humo. Hay pruebas, hechos, hitos históricos —y hasta hubo uno de los elementos de la tragedia, el anticlímax. Hay también rumores. Pero es mejor acudir a los hechos. La primera prueba pertenece al fiscal.
"Puedo tolerar los ruidos del pop y aun la fatuidad de sus practicantes. El pop se ha convertido en un ruido que dura todo el día y así es una forma de silencio. Lo que no puedo tolerar es los farfulleos de los intelectuales —el artículo serio en The Times sobre el Arte de los Beatles, los recientes pronunciamientos de Kenneth Tynan de que el nuevo LP de los Beatles es el acontecimiento artístico del año, la declaración de Marshall McLuhan en una conferencia erudita sobre que los Beatles nos miran elocuentes con sus nuevos modos de percepción sensorial". ¡Dios nos encuentre confesados! Los Beatles no son más que pelo, dólares y cuatro condecoraciones reales... (Una versión del infierno sonoro) 45 r.p.m. por siempre jamás..., un Ringo eterno batiendo las membranas del tímpano, Cilla Black chillando sus constricciones laríngeas en el interior del seno mastoideo, los canales semicirculares anegados con los Procul Harum, los Stones bloqueando como piedras la trompa de Eustaquio. ¡Piojos electrónicos!"
Esta parrafada forma parte de una larga diatriba aparecida, es verdad, entre los pilares del Establishment —las columnas de Punch. Pero el artículo (de mortuis?) está firmado por Anthony Burgess, uno de los más importantes escritores ingleses vivientes. Burgess es un iconoclasta, es cierto, y un compositor fracasado— más que eso: él mismo confiesa que tuvo una vez un grupo de música popular allá por los cuarenta. Pero también es un escritor de una honradez a prueba de demagogias. Burgess el cantor de Joyce considerado como un Homero dislálico en Re Joyce, Burgess el novelista inútil y brillante de Inside Enderby, Burgess el prolífico termina su artículo con esta condena:
"Y al mismo tiempo son muy poca cosa para, el infierno... Ya están bien castigados con ser lo que son."
Punch. 20 de setiembre de 1967.
Esta frase lapidaria fue la primera piedra, pero antes hubo como un epitafio. Con la muerte súbita de Brian Epstein- —descubridor, promotor, inventor casi del grupo—, Los Beatles iniciaron una visible decadencia —y ya se sabe que SL gira, 45 r.p.m., en órbita elíptica alrededor de esta estrella de cuatro puntas con pelos.
"Sin Brian jamás habríamos llegado a ser lo que somos."
( Entrevista con Paul McCartney)
1967 fue un año a la vez fausto e infausto para los Beatles. Nunca antes fueron más famosos o más ricos o más poderosos. A fin de año, a sólo cinco de haber formado Epstein el grupo, habían grabado 10 long-playings, 13 extended-playings, 20 discos sencillos y habían vendido 210 millones de singles. En ese lustro sobrepasaron a figuras de viejo establecidas como Bing Crosby, Frank Sínatra y Nat Cole, y solamente los superó, por poco margen, Elvis Presley. Ni siquiera el mítico Bob Dylan, a quien una vez los Beatles imitaron, les seguía de cerca en popularidad mundial. El poder de los Beatles es no sólo financiero o melódico, también son como una suerte de sucedáneo de los símbolos nacionales (en Timbuctú, por ejemplo, John Bull es hoy un desconocido, mientras John Lennon es un bi-tel. una deidad sonora), un sustituto de la realeza (en muchas partes del antiguo imperio los Beatles parecen compartir el trono con Isabel II) y encarnación de uno de los mitos de la raza, el arbiter elegantiarum sajón que aparece una y otra vez en la historia de Inglaterra: el folklórico escocés Andrew que dio su nombre al dandy y sus avalares histéricos —Sir Walter Raleigh, Carlos II, Beau Brummel, Osear Wilde y los dos eduardos reales, Eduardo VII y el duque de Windsor. Como culminación, los Beatles no sólo influyeron profundamente en la moda sino el modus— vivendi y operandi. Cuando John Lennon declaró ''Somos más populares que Cristo" estaba más enunciando un hecho que vanagloriándose. Pero también cometía un peligroso hybris. La frase por muy poco no fue otras famous last words y aunque los Beatles se envolvieron en el capullo cacofónico de las grabaciones (al suspender sus apariciones públicas poco después del faux pas ellos completaron el diseño de su laberinto carismático: un centro misterioso, mítico y por tanto inaccesible, que es la isla de sus vidas privadas, rodeados por fosos de personal aislante y cercados por círculos excéntricos de apariciones fugaces en un aeropuerto, un raudo Morris Cooper con ventanas negras, un videotape (Love is All You Need) hecho público a escala mundial pero grabado en un impenetrable sancta sanctorum de la BBC, un teatro con un letrero que dice Todo Vendido fuera y dentro sólo cuatro lunetas ocupadas, y mansiones con muros, zenanas y senescales) esa declaración estaba pidiendo un ajuste de cuentas. Per supuesto, la vendetta se cumplió en el momento preciso que se hicieron de nuevo visibles.
Pocos acontecimientos públicos ocurridos en Inglaterra en los últimos cinco años tuvieron la publicidad previa al estreno por la primera teleemisora (BBC 1), a la hora tope (ocho y treinta de la noche), el día más doméstico del año anglosajón (26 de diciembre, Boxing Day), de una ópera d'essordio: "El primer film producido, filmado, actuado, musicalizado, dirigido y editado por los Beatles", sin más intervención extraña que las posibles musas.
(Pero es peligroso confundir a las piéridas con las hijas de Piero, esas nueve niñas que al retar a otras tantas diosas vieron su presunción castigada con una hórrida mutación en urracas: Wagner ist tot.)
Magical Mystery Towr es un desastre casi total y la única excusa posible en ese casi —que es solamente un desastre visual— es una pobre defensa porque el film pretendía ser una visiualización del orbe musical de los Beatles. Es decir, una metáfora de una metáfora. Es decir una excrecencia. (Paradójicamente, la media docena de canciones que intentaba servir de aura sonora a ese mágico misterio en forma de viaje, ese sightseeing pretendidamente maravilloso, contiene sucesivamente una de las baladas más embrujadoras que ha hecho el grupo, The Fool on the Hill, un acabado ejercicio de nostalgia futura, Your Mother Should Know, y la única equivalencia musical jamás realizada del mundo arbitrario, sinsentido y fantasmal de la onirclalia carroliana, I'm the Walrus— la excelencia musical evitando lo que el film derramaba: cerrar los ojos y contar hasta cien.) El día de Boxing los Beatles abrieron su caja de Pandora y el sésamo ciérrate lo pronunció Bernard Levin, un columnista de un popularísimo diario vespertino, que escribió (inscribió) con su dedo clerical esta cruz de ceniza en la frente del ídolo: "El carisma de los Beatles acaba de agotarse anoche".

* * *

Meanwhile back in the shop las cosas no iban tan bien como debían —o como parecían. El éxito hacía olas. La tienda atrajo presuntos parroquianos que nunca se habían visto por los alrededores. Pero cuando los potenciales se hacían clientes efectivos, la ropa mostraba una calidad, típica para los conocedores pero decepcionante cara el comprador. No es ganga todo lo que brilla en El Dorado. Finalmente, The Fool, que nunca participaron de la súbita acogida a sagrado en los pagos del Maharishi ("Nosotros tenemos nuestro propio swami, dijeron no sin orgullo [impertinencia?]", escribió el Sunday Times), rompieron más o menos amigablemente con los Beatles y abandonaron The Apple Shop por la puerta trasera. Se irían a evangelizar otras tierras. Simón llamado Sáimón llamado Simón finalmente siempre tuvo algo de profeta. Lo oí discutir un día en su extraño inglés, mezcla de holandés, dialecto de Liverpool y jerga jive apasionadamente, acaloradamente con Assheton Gorton, el director artístico de Blow Up, sobre una pared que llevaría un dibujo de Simón y Marijke amplificado. Fue en el set de Wonderwall y Simón temía que su extraordinaria mano para el dibujo se viera traicionada al crecer. No podía, por razones sindicales, pintar él mismo el mural y la transferencia del papel al panel había que hacerla por proyección a escala. El intermediario sería eso que llaman en inglés un ecenic artist —que en la pronunciación de Simón sonaba más a artista cínico que a escenógrafo. "Havlaré con el cinicartist, man", dijo Simón. "Cuando él hable conmigo verá que no soy yo el que hizo el dibujo, que yo no soy más que la mano, que dibujan (señalando a todas partes) a través de mí." Esta mediumnidad gráfica ha hecho de Simón un misionero: Amsterdam, Argel, Londres —y ahora Nueva York. Marijke, ya se ha visto, siempre fue una catequista de la moda, y Josje y Barry se dejan arrastrar por el maestro que es el maelstrom del grupo. En este momento todos viajan hacia América en su Bentley psicadélico, (Para mitigar asombros añadiré que el Bentley, como The Fool, abordó un barco de la Cunard Line en South Hampton.
¿Qué es esto? ¿El anticlimax prometido? ¿Un happy ending en que el vapor navega rumbe a un cielo que es un arcoirís plástico? No, todo lo contrario. Pero antes, un paréntesis musical.

* * *

(Swinging London, swingingiondon, swinginglon, swingin. swing-in, sin.)

* * *

Hubo algo más. sin embargo, que el fiasco de Magical Mystery Tour. Si en 1966 se demostró que los Beatles no podían crearse pero podían ser reproducidos en el laboratorio (vg, The Monkees), en 1967 tuvo lugar un fenómeno que es usual en la composición de una canción pero que es todavía original en la fabricación de un cantante —aun de un cantante popular. Este proceso novedoso es, en realidad, una inversión: primero la letra, luego la música. .
Gerry Dorsey era un mediocre cantante inglés, nacido en la India, que hacía tours, sin magia ni misterio, por los clubs masculinos de Inglaterra. Hasta que su manager escuchó —por azar— la obertura de Hansel y Gretel, la ópera, y dándose una palmada en la frente exclamó, That's it! ¿Se dedicaría en adelante
el joven y mediocre Dorsey al bel. ¿Dejaría el mediocre y apuesto? ¿Desertaría el apuesto y mediocre Dorsey (sin parentesco con los hermanos Dorsey) el mal canto por el bel canto? Nada de eso. Lo que hizo Gordon Mills, su apoderado, fue cambiarle el nombre a su cliente y Gerry pasó a llamarse Engelbert Humperdinck! Como por arte de magia onomástica, de ahí en adelante todas sus cartas fueron triunfos. Exactamente en enero de 1967 apareció el cantante en el London Palladium, coincidiendo con la salida de su disco Release Me (Suéltenme). Fueron un solo éxito instantáneo. Release Me llegó al número uno en el diagrama Top of the Pops y Gerry, perdón Herr Humperdinck, se convirtió en omnipresencia en el programa Top of the Pops. En diciembre, con otros tres hits más a su haber; Engelbert fue declarado el cantante del año, cantando siempre esa variedad del pop que se llama sweet corn, etiqueta que un traductor caritativo podría llamar dulce cursilería en español. Preguntado por las causas de su éxito, Engelbert Humperdinck II fue sincero: "Creo que tiene algo que ver con mi nombre, ¿no cree?", dijo. What's in a name?, preguntó Shakespeare o Julieta. Ahí tienen los dos la respuesta.





* * *

Nada está tan necesitado de éxito como el éxito.

* * *

Una vez compuse una apología de Londinium Oscillantis, para una revista editada en Lutetia, y una ilustre profesora de literatura latina quiso escribir indignada a Cartas al Editor algo que sonaría así: "¿Pero cómo no habla su corresponsal de los verdaderos problemas sociales de Inglaterra?" La jaculatoria erudita no se escribió nunca y así nunca pude responder a esa carta-protesta por boca de Oscar Wilde. No iba yo más que a transcribir ese epigrama que dice que la reforma del atuendo es mucho más importante que la reforma de la religión —con un apéndice supurado. La política no es más que la religión por otros medios.
Pero ahora, sin presiones demagógicas, puedo mencionar de pasada a Enoch (el hijo mayor de Caín, que fundó la ciudad de su nombre en la provincia del Antiguo Testamento, que vivió, como todo héroe solar que se respete, 365 años, tiempo en que engendró a Matusalem, héroe de casi cósmica o cómica longevidad, Enoch escritor pseudoepigráfico, Enoch hijo del sol aunque un anagrama de su nombre sea la noche), ahora apellidado Powell, que es un síntoma de que el péndulo de Londres atrasa —aunque tal vez un síntoma mayor o peor sea ver, de nuevo, tanta gente llevando ese atuendo que hace solamente un año era como un desafío reaccionario, individual a les colores tribales del swing: pantalón formal a rayas, negra chaqueta mañanera y bombín.
Dallas y Fantoni se contentarán con añadir una nota al pie de la página diciendo que I Was Lord Kitchener's Valet abrió una sucursal en King's Road con la mona osadía de sustituir la palabra valet por cosita —I Was Lord Kitchener's Thing! (wow). O tal vez con señalar que los Beatles plantaron una rama de su Apple también King's Road. ¿Pero es que están ciegos al color blanco, al negro? Todos esos bombines soturnos, toda esa gente disfrazada de Sherlock Holmes y Watson yéndose en peregrinación calvinista a las cataratas de Reichenbach para ilustrar con tableux vivant un solo cuento de Conan Doyle, recibiendo una publicidad tremenda mientras que Simón y Marijke Josje y Barry) son los nuevos peregrinos navegando hacia el Nueva Mundo no en otro Mayflower pero si en el mes de mayo, ellos mismos las flores, ¡y nadie dice nada! Dallas! Fantoni! Dalas y Phantoni son lo que son! ¡Palas y Dantonis, Dalantonis-Daltonis! Ni siquiera vieron que, como culminación pintaron el mural multicolor de Apple todo de blanco. Tampoco oyeron las razones del ayuntamiento que declaró al fresco "jolly good", pero con el mismo aliento sentenció que estaba mejor en Carnaby Street o en King's Road, ya que había que conservar el carácter Georgiano de la esquina, wow! wow!
Tampoco vieron las otras señales del fracaso. A veces eran tan evidentes que tenían que disfrazarse de señas de éxito. Pero eran igualmente defectables —¿o debiera decir detestables?
Tendré que apuntarlas con el dedo.

* * *

*** Radio Carollie, Radio London. Radio Luxemburgo ya no son más: se fueron del aire, se desvanecieron. Las emisoras piratas ya no regalan su botín sonoro. Ahora hay un corsario en el aire, Radio One, de la BBC —pero la libertad de la anarquía musical, ese continuum pop. se perdió en el silencio.
*** Lady Madonna vendió millones de discos pero no estuvo mucho tiempo en el primer lugar, ni aquí ni en USA: una victoria pírrica de la pop-guerra .
*** Maharishi Mahesh Yogi, totalmente desconocido hasta el verano de 1967, después famoso de la noche a la mañana porque los Beatles fueron a oírle una charla, más tarde más famoso que Cristo por caminar junto a los Beatles, un poquito después casi tan famoso como Dios porque caminaba delante de los Beatles, los guiaba, era su maestro, casi como decir el gurú de los gurús, el guruguru —y de pronto... tan humillado como una consorte musulmana. Los periódicos de todo el mundo ya lo expresaron en su forma indiscreta, en letras de caja alta y 120 puntos negras: beatles repudian al MAHARISHi. (MaharIshi, levántate y anda y... drop dead!) 
*** Brian Walsh y Sonia Dean eran la pareja perfecta de estos lares latentes —ella una bella modelo, él un bello actor. Andaban juntos por dondequiera, aun en el cine: ella anunciaba los helados en los comerciales del intermedio; él hacía apariciones fugaces en films como The Touchables o Alfie, donde fue el último amante de Sheiley Winters con un método de actuación que debía más a Stekel que a Stanislavskii.
Todavía miro hacia atrás con dulzura a los domingos de Wimbledon, pasados en su casa casi vacía, todos sentados por el suelo, mientras en el jardín jugaba con su sombra Hermann Hesse, un hermoso cachorro de boxer, y en el comedor con techo de invernadero, bajo el turbio cristal protector, se calentaban los hamsters, esos animales amables que jamás se insolentaban cuando una mujer al verlos gritaba y buscaba en vano una silla a que subirse, creyéndolos ratones. Desparramados por la sala estaban los huéspedes: Samantha Eggar, a veces, y su marido Tom Sterns, Ben Carruthers, Iain Quarrier, RomAn Polanski, Jack McGowran... En fin, ¿para qué seguir? ¡Qué tiempos, señora profesora (perdón por la rima), qué tiempos! ¿Cómo iba nadie a acordarse de la sociología, de la historia pasando como el río de Heráclito, de tanta turbulencia por venir, de aguas negras o blancas, cuando el péndulo del Big Ben se movía tan momentáneamente eterno, tan fugazmente estático en cada uno de sus puntos de vaivén, cuando la Torre oscilaba tan sólida, cuando decidíamos que a través de la niebla del humo se ve mejor el paisaje interior, mientras en el tocadiscos nos prometían nuestros dioses campos de fresa para siempre?
Ahora Brian y Sonia no son ya Brian y Sonia más, y hasta han quitado su anuncio de los cines. Sonia tiene un hijo y Brian, un dandy irlandés, ha ido al encuentro de su antiguo artífice y se pasea por King's Road con la sobrina-nieta de Lord Alfred Douglas, "ci-devant Bosie. (Para los incrédulos un colofón pertinente: el heterosexualismo está de moda —es por eso que el homosexualismo es legal ahora en Inglaterra.) 
*** Claudie Barre vino del París inmóvil o repetido junto al Sena a Le SwingIn London, a su corazón, a Chelsea, buscando el secreto de su movimiento y la fama. Lo que encontró fue el secreto de la quietud —la muerte. Aunque por un momento llegó a ser famosa: su retrato estaba impreso en pasquines que la policía pegó por todas las paredes de King's Road buscando una pista de su presunto asesino. Sólo conocí a Claudie un día en casa de Iain Quarrier. Apareció un momento a hablar con Miriamme, una modelo francesa que vivía con Iain entonces y que hoy está de moda en Francia. Traía un monóculo que era una margarita de pintura blanca, lentejuelas y papel engomado, y por un momento su ojo tuvo un destello fétido. No pensé en Polifemo ni en marcianos ni en la glándula pineal porque Claudie, al presentarnos Iain, hizo un ruido de succión con sus dientes más fascinador por inesperado que su ojo plateado. (Por un momento, por un momento dentro de un momento pensé en The Cat People, cuando la felina Elizabeth Russell interrumpe el banquete de bodas porque saluda así a la novia: Moia sestra, y ella, Simone Simón (sin parentesco), traduce entre escalofríos al explicar su terror al novio: "Me llamó su hermana". Al salir, Ben Carruthers completó el círculo al advertirme: "Ten cuidado, que es una ninfómana".) No pude atender su consejo porque a la semana o a la semana y media, Claudie aparecía en todos los periódicos de Londres (beautiful au pair mUrdered) con esa sucinta fama efímera, fatal que tienen, desde que Jack el Destripador mostró entrañablemente que Nerón es posible cada noche, las víctimas de un sádico. Claudie murió como nació —desnuda. 
*** Tara, Tara Browne, el honorable Tara Browne, heredero de la fortuna Guinnes, no tenía secreto que buscar —él era el corazón de Londres Latente. Además de fabulosamente rico era bello y bueno: Dorian Gray antes del retrato original. Además de además tenía fama sin el riesgo del éxito; él era el séptimo Rolling Stones, ya que el sexto es Marianne Faithfull. Tara no pudo ser el príncipe azul que parecía, aunque era amante de una BlanCanieve psicadélica, Suki Potier: Tara se mató en su Lotus (para colmo apodado Elan) y Suki iba al lado —el epitafio es cantado y se llama A Day in the Life, por Lennon y McCartney. Para reponerse, Suki se hizo novia de Brian Jones, drummer de los Rolling Stones y dandy neck plus ultra —y para un dandy el amor bien entendido siempre empieza por sí mismo. Brian se dio al arte de la fuga. Suki, decepcionada, intentó suicidarse mientras filmábamos Wonderwall. Brian Jones fue capturado, como Duke Mantee, en el último refugio de su bosque petrificado —en noviembre fue procesado por fumar hashish y recibió una condena de nueve meses, suspendida por apelación. También fueron procesados antes Mick Jagger y Keith Richard, y aunque los Rolling Stones, esta misma semana, están en el primer lugar con un single singular —los muchachos de antes ya no son los mismos. (Ayer, todavía pasando en limpio estas páginas, me encontré a Brian a la salida del café Picasso, en King's Road. Venía con su atuendo pop, completo con cartera comando y perro setter. Le pregunté cómo iba su caso: "Mal, man, mal", me dijo. Al irse se despidió con su dulce saludo usual: "God bless". Traducirlo por Dios te bendiga es casi una blasfemia.)

*** Clouds Have Faces, que el verano pasado parecía ser una colonia de moda(s) establecida en South Kensington para siempre, quebró poco tiempo después que una pedrada jorobada y nocturna rompió sus vidrieras misteriosamente (no hubo robo) una madrugada. Aunque aquí mismo frente a casa, en Spectrum, gocé de este lado del cristal uno de esos extraños ritos que es un paseo de modelos en Londres —para acentuar el símil ritual, las modelos danzan, no caminan. El éxtasis ante la elegancia y la belleza que añaden el movimiento a su canon no me impidió notar una cierta sonrisa indiferente en los fugaces espectadores, que seguían a poco su camino. Es cierto que las nubes tienen cara, como dice el nombre de la tienda difunta que parece el título de una canción pop, pero no
es menos cierto que a veces las caras se nublan cuando se enumeran los fiascos modistas —el promedio de vida comercial parece indicar que finalmente toda boutique perecerá. (Ahora mismo, en la televisión, a pesar del día nublado y sofocante, Ascot muestra un esplendor que a ratos parece eterno.)
Los fracasos disfrazados de éxito son: *** Iain Quarrier, el actor (Cul-de-Sac, La fiesta de los vampiros, Wonderwall, Separation) que más parece una estrella de cine en SLondon, metido a productor, cruzando ahora en One Plus One a los Rolling Stones con Godard, que casi equivale a poner música a las diatribas de Con Bendit y convertir sus impromptus de barricada en canciones-protesta. *** Ben Carruthers (que tuvo su momento de gloria clandestina al estar en la lista de sospechosos en el asesinato de Claudie) regresando a Hollywood a protagonizar un film con Jimmy Brown. *** Gala Mitchell yéndose a Italia a tratar de hacer el cine que no puede hacer en Londres, ella que con John Pearse eran como Adán y Eva adolescentes de este paraíso artificial cuando los conocí en el célebre sótano de Trebovir Road, donde eran mis vecinos. Él es el animador de Granny Takes a Trip, la antiboutique que inventó vender no dernier cri sino nostalgia al poner de moda al rastro. *** John Pearse formando un grupo de pop más al mismo tiempo que la tienda está mudando su fachada: ahora en vez de la Betty Boop pop que tenía inicialmente o el indio de moneda de níquel de hace meses, tiene un automóvil real empotrado en el muro del frontis —y ese auto que sale de la tienda, de entre el cemento, parece que quisiera arrastrar la boutique en su fuga. *** Michael Cooper, el mágico decorador de la caverna pop, el que ilumina el underground con luz estroboscópica, Propmeteo tratando de convertir la cámara oscura en lúcida, después de su gran triunfo con la portada del álbum Sergeant Pepper en que casó a Nadar con Maddame Tussaud y tuvo de testigos a Marx, Lewis Carroll, Einstein, Sonny Liston, Diana Dors, Laurel y Hardy, William Burroughs, Fred Astaire, Shirley Temple, Mae West, W. C. Fields, etc., etc., etc., ahora fabrica facsímiles anamórficos de los Rolling Stones bailando sus danzas estáticas ante engañosas perspectivas de perspex, ya que no pudo hacer la película que planeó durante años con un guión de Terry Southern, basado en un libro de nada más y nada menos que Anthony Burgess —para volver al principio. (Ese no es el título del libro, el título del libro se puede traducir en La Naranja Que Funciona Como Un Reloj.)
Para Volver al Principio.

* * *

Que es ir hacia el final.
Me encontré a Simón y a Barry (¿dónde quedarían Josje y Marijke?) en Soho, frente al teatro donde exhiben No Way To Treat a Lady. Ellos hacían la cola para entrar, yo salía con mi mujer y el escritor cubano Juan Arcocha. Miriam y Juan se perdieron entre los barriles de huevos centenarios y los pulpos secos y los sacos de frijol de soya y las latas de sopa de nido de golondrinas y de lichi en almíbar espeso y las gruesas de chopticks y una docena de vigilantes ojos rasgados de un almacén de comida china importada de Hong Kong, y yo me acerqué a saludar a los dos Fool. Simón comía una manzana y evitamos la tautología de hablar de Apple. Me dijo que se iba a América, man, que fuera a visitarlo, que vivían todavía donde siempre, mismo teléfono, man. Bye-bye. God bless, man.
No lo hice nunca. Cuando empecé este artículo (com) prometido llamé a casa de Simón y por casualidad ese mismo día se iban a tomar el barco. Simón no pudo o no quiso hablar conmigo (partying is such sweet sorrow) y me alegré porque pude hablar con Barry sin lágrimas en la voz sobre una nota que había en el Evening Standard de esa tarde y que traía las fotos que ustedes al otro lado de la página verán perdidas entre estas columnas salomónicas. Las fotos estaban calzadas por estos pies:
antes — La diosa mística en su esplendor multicolor en el exterior de la tienda de los Beatles, Apple, sonríe serenamente sobre Baker St.
después — La diosa mística trasciende a otro plano —bajo una gruesa capa de pintura blanca.
—Yes, it's sad, isn't it? —dijo Barry con típico understatement.
Sí, es verdad que es triste, es triste que es verdad, es verdad que es triste que es verdad que el blanco de Georgian London haya prevalecido sobre los colores del arcoiris plástico de pop London pop. Pero a la vez es un final justo. No porque el blanco sea símbolo del mal, sino porque es el color con que usualmente se entierra a la inocencia.
* * *
wow, si se para la página (o el lector) de cabeza, se lee mom. Estas tres letras son, entre otras cosas, siglas de Moda o Muerte.
¿Se mueve Londres? Todavía se mueve, pero parecen más estertores que vaivén, más movimientos reflejos que señales de vida, más inercia que impulso. Si todavía ardiera podría pensarse en el ave fénix, pero el verano se promete solamente tibio y si hay fiebre será la de la crisis. Los síntomas se anuncian en luz neón en Picadilly (ya no más Psicadilly), pero no son más que efectos, tricks no tics. Como última parte quiero señalar algunas causas finales. De descubrir talentos extraños a su país de origen (como en el caso de Jimi Hendrix, que vino a Londres, lo vieron y como quien dice electrizó con su guitarra erótica al mundo pop) se pasó a aceptar como último literalmente grito musical a una cantante aborigen descubierta en Francia —Julie Driscoll, cuya primera gracia es un apodo que consiste en pronunciar su nombre Jool a la francesa. Para el pop doméstico fue como si Johnny Walker importara whisky de Armagnac con una etiqueta que dice Jeannot Le Flaneur. Del Sw*ng*ng L*nd*n y el éxtasis electrónico del pop se pasó a la inmovilidad absoluta, al grado cero del vaivén, a la edad de piedra anímica de la Meditación Trascendental. Del girasol enfermo de Wilde y los tulipanes fláccidos, rosas lánguidas de los flower children se cambió de lirio místico del Ganges, de las melenas rubias, rúnicas al ensortijado drávida de las caras saxonamente lampiñas o el lacio bigote de moda (efímera) o las recurrentes patillas victorianas a las barbas bárbaras— finalmente el tradicional rice pudding se hizo pilau rice. El acabóse.
y sabe Dios qué queda de nuestro
[Londres
mi Londres, tu Londres
y si su elegancia verde
perdura...
atardecer grand couturier
Ezra Pound
* * *
CIUDAD QUE SE HUNDE
"Un corresponsal que advierte estas cosas me dice que Londres se está convirtiendo en una ciudad capital de torres vacilantes y monumentos que se hunden.
Primero informa que el Big Ben, la torre del reloj, se inclina 15 pulgadas hacia el lado noroeste, mientras la torre de Victoria se inclina 15 pulgadas hacia el suroeste.
El Monument en la City se inclina 11 y 3/4 pulgadas hacia el suroeste. Y la Torre de Londres se mueve lentamente hacia el Támesis.
Todo el mundo sabe, por supuesto, que el puente de Londres se viene abajo. Tiene también una definida derrota hacia un lado.
Y aparentemente la catedral de San Pablo hace una lenta pero imponente gavota. El domo se levanta mientras el resto de la estructura se hunde gradualmente.
De hecho, parece que Londres todo se hunde gradualmente —a una velocidad de nueve pulgadas por siglo." 
La ironía última es que esta nota sale hoy, el día que acabo de copiar en limpio este artículo, terminado en Londres, el 19 de junio de 1968. La noticia, el final, lo que sea hay que agradecerlo, como tantas otras cosas a ese tabloide, The Evening Standard. 
Copyright Primera Plana, 1968.
16 de julio de 1968

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