Volver al Indice

crónicas del siglo pasado

vanguardias

VANGUARDIAS ARTÍSTICAS
Y CULTURA POPULAR
Nestor Garcia Canclini
(1973)

vanguardia18.jpg (8862 bytes)
"La realidad subterránea" parte de una exposición que se intentó en una plaza de Buenos Aires hasta ser rápidamente clausurada por la policía. La obra consistía en un pozo donde por medio de fotografías de torturas y de campos de concentración nazi se aludía a la represión. Manos anónimas pegaron recortes y fotos de la situación argentina. Sobre la pared lindante con el foso se habían pintado 16 cruces blancas en homenaje a los presos políticos asesinados en la cárcel de Trelew
(continuación)

Cultura popular y política cultural

Al ordenar diversas experiencias de las vanguardias en modelos de comportamiento, según su relación con la estructura social y el medio urbano, hemos establecido un método de lectura e interpretación de esas experiencias.
La pluralidad de tendencias se revela para esta lectura como distintos aspectos de un único proceso histórico: el que va del agotamiento de las características del arte burgués - obra individual y única, expuesta en salones separados de la vida cotidiana, etc. al desarrollo de un arte socializado. Asimismo, comprobamos que para salir del lugar asignado por el capitalismo al arte no basta ampliar la difusión popular de las obras burguesas, ni modificar su concepción estética, ni producirlas en función de un diseño orgánico del ambiente. Tampoco es suficiente producir, en vez de obras, actos ilógicos o ambientaciones insolentes. La frustración de todos estos intentos exige que la crítica del arte sea también una crítica del sistema, una crítica no sólo de la obra y del artista sino de las instituciones no culturales en las que se quiere actuar.
La necesidad de la profundización política en la crítica de las vanguardias se hace patente también al tratar de liberar a las obras del consumo mercantil. El sistema capitalista determina el carácter inofensivo del arte adjudicándole espacios y tiempos separados de la actividad productiva; pero también neutraliza a las obras que buscan trascender esa separación: el recurso más burdo es la censura; el más sutil: convertir a las obras en mercancías. El valor, de uso de los trabajos artísticos - la satisfacción de necesidades sociales de diversión, goce y desarrollo sensible - es subordinado al poder adquisitivo de los consumidores, al valor de cambio que le otorga el mercado. Por eso el intento de salir del ámbito de los salones es simultáneo en muchos artistas con el esfuerzo por salir del circuito de mercantilización. Muchas transformaciones en la concepción de las obras de vanguardia responden tanto al deseo de extender la difusión del arte como al de producir obras cuyas grandes dimensiones (sólo aptas para una plaza o una calle) o cuyo carácter efímero (el happening) las priven de valor comercial. La coincidencia es el resultado de transgredir, por caminos distintos, la lógica de la sociedad capitalista: una obra que por su tamaño no puede ser encerrada en lugares privados - una mansión o un museo - tampoco puede ser objeto de una apropiación privada.
No obstante, el capitalismo renueva su astucia para incorporar de otras maneras el arte al mercado: los medios masivos de comunicación ofrecen, más que el consumo de las obras, el consumo de la biografía de los artistas. Dalí no pertenece tanto al sistema mercantil por los cuadros que vende como por los reportajes y los artículos que lo publicitan... y que publicitan a la revista que los incluye.

 

Un happening puede ser no comercializable en el sentido en que lo es una escultura, pero los medios pueden estar ávidos de aumentar su tiraje publicitándolo, aun cuando se trate de un happening que no se haya realizado.
Lo más eficaz contra la mercantilización del arte no son las actitudes individuales y defensivas: negarse a vender las obras, eludir la publicidad, hacer obras perecederas que no puedan exhibirse en lugares privados. Lo más eficaz es que el trabajo de los artistas se inscriba en las luchas populares por la liberación. Si las obras se integran en un contexto no artístico y se incorporan efectivamente a una lucha contra el sistema, el sentido de la obra va a ser tan fuerte allí que todo otro uso pasará a segundo plano.
Y lo más probable es que una obra realmente enfrentada al sistema sea proscripta por éste, sea censurada en los canales oficiales de difusión y prestigio, sea relegada exclusivamente al campo de su efectividad política.
Pero esta sátira está suponiendo la solución previa de un problema complejo: la inserción de los artistas y de sus obras en la vida cotidiana del pueblo en sus luchas políticas. Dos dificultades para reunirse: 1) cómo superar el desarraigo de los artistas de los acontecimientos populares y el consiguiente carácter ajeno de sus obras respecto de la cultura popular, de su universo lingüístico y sensible, de sus códigos de comunicación; 2) cómo lograr que el efecto instantáneo, accidental, de una obra perdure o se incorpore de algún modo en la evolución de los conflictos sociales. No hay manera de superar estas dificultades si los artistas no ligan su trabajo a un partido, un sindicato o alguna otra organización popular

vanguardia20.jpg (14597 bytes)
El acceso de la Unidad Popular al gobierno de Chile fue acompañado y celebrado por murales pintados en las calles, sea por artistas anónimos, sea por grupos especiales como las Brigadas Ramona Parra
vanguardia21.jpg (6886 bytes)

vanguardia19.jpg (10584 bytes)
Grupo de Buenos Aires de grabadores trabajando en una plaza pública

continúa aquí

 

 

Google
Web www.magicasruinas.com.ar