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Cultura popular y política cultural
Al ordenar diversas experiencias
de las vanguardias en modelos de comportamiento, según su relación con la estructura
social y el medio urbano, hemos establecido un método de lectura e interpretación de
esas experiencias.
La pluralidad de tendencias se revela para esta lectura como distintos aspectos de un
único proceso histórico: el que va del agotamiento de las características del arte
burgués - obra individual y única, expuesta en salones separados de la vida cotidiana,
etc. al desarrollo de un arte socializado. Asimismo, comprobamos que para salir del lugar
asignado por el capitalismo al arte no basta ampliar la difusión popular de las obras
burguesas, ni modificar su concepción estética, ni producirlas en función de un diseño
orgánico del ambiente. Tampoco es suficiente producir, en vez de obras, actos ilógicos o
ambientaciones insolentes. La frustración de todos estos intentos exige que la crítica
del arte sea también una crítica del sistema, una crítica no sólo de la obra y del
artista sino de las instituciones no culturales en las que se quiere actuar.
La necesidad de la profundización política en la crítica de las vanguardias se hace
patente también al tratar de liberar a las obras del consumo mercantil. El sistema
capitalista determina el carácter inofensivo del arte adjudicándole espacios y tiempos
separados de la actividad productiva; pero también neutraliza a las obras que buscan
trascender esa separación: el recurso más burdo es la censura; el más sutil: convertir
a las obras en mercancías. El valor, de uso de los trabajos artísticos - la
satisfacción de necesidades sociales de diversión, goce y desarrollo sensible - es
subordinado al poder adquisitivo de los consumidores, al valor de cambio que le otorga el
mercado. Por eso el intento de salir del ámbito de los salones es simultáneo en muchos
artistas con el esfuerzo por salir del circuito de mercantilización. Muchas
transformaciones en la concepción de las obras de vanguardia responden tanto al deseo de
extender la difusión del arte como al de producir obras cuyas grandes dimensiones (sólo
aptas para una plaza o una calle) o cuyo carácter efímero (el happening) las priven de
valor comercial. La coincidencia es el resultado de transgredir, por caminos distintos, la
lógica de la sociedad capitalista: una obra que por su tamaño no puede ser encerrada en
lugares privados - una mansión o un museo - tampoco puede ser objeto de una apropiación
privada.
No obstante, el capitalismo renueva su astucia para incorporar de otras maneras el arte al
mercado: los medios masivos de comunicación ofrecen, más que el consumo de las obras, el
consumo de la biografía de los artistas. Dalí no pertenece tanto al sistema mercantil
por los cuadros que vende como por los reportajes y los artículos que lo publicitan... y
que publicitan a la revista que los incluye.
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Un happening puede ser
no comercializable en el sentido en que lo es una escultura, pero los medios pueden estar
ávidos de aumentar su tiraje publicitándolo, aun cuando se trate de un happening que no
se haya realizado.
Lo más eficaz contra la mercantilización del arte no son las actitudes individuales y
defensivas: negarse a vender las obras, eludir la publicidad, hacer obras perecederas que
no puedan exhibirse en lugares privados. Lo más eficaz es que el trabajo de los artistas
se inscriba en las luchas populares por la liberación. Si las obras se integran en un
contexto no artístico y se incorporan efectivamente a una lucha contra el sistema, el
sentido de la obra va a ser tan fuerte allí que todo otro uso pasará a segundo plano.
Y lo más probable es que una obra realmente enfrentada al sistema sea proscripta por
éste, sea censurada en los canales oficiales de difusión y prestigio, sea relegada
exclusivamente al campo de su efectividad política.
Pero esta sátira está suponiendo la solución previa de un problema complejo: la
inserción de los artistas y de sus obras en la vida cotidiana del pueblo en sus luchas
políticas. Dos dificultades para reunirse: 1) cómo superar el desarraigo de los artistas
de los acontecimientos populares y el consiguiente carácter ajeno de sus obras respecto
de la cultura popular, de su universo lingüístico y sensible, de sus códigos de
comunicación; 2) cómo lograr que el efecto instantáneo, accidental, de una obra perdure
o se incorpore de algún modo en la evolución de los conflictos sociales. No hay manera
de superar estas dificultades si los artistas no ligan su trabajo a un partido, un
sindicato o alguna otra organización popular
El acceso de la Unidad Popular al gobierno de Chile fue
acompañado y celebrado por murales pintados en las calles, sea por artistas anónimos,
sea por grupos especiales como las Brigadas Ramona Parra
Grupo de Buenos Aires de grabadores trabajando en una plaza pública
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