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crónicas del siglo pasado

REVISTERO

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DIALOGO A FONDO CON
CARLOS CASTANEDA

Graciela N. V. Corvalán

Revista Mutantia
(1982)

 

 

 

Puso énfasis en que esta conversación fuese publicada en una revista de Sudamérica. Dice Graciela: "Lo entrevisté en Los Angeles. Fue una experiencia muy interesante, la cual compartí con tres amigos que me acompañaron. Carlos Castaneda nos refirió, con franqueza y simplicidad, sus últimas experiencias. En mi opinión, en la entrevista se nos mostró sin máscaras ni poses. Esta conversación aclara y pone en situación algunos de los episodios que refiere en su último libro: The Eagle's Gift (El Regalo del Aguila). Creo que la historia de "Joe Córdoba y su señora" presenta un aspecto no popularizado de Carlos Castaneda y su grupo, que en mi opinión sería la síntesis o última etapa de su camino o conocimiento: ese "tocar tierra" y "ser una nada". Acabo de hacerle unas líneas para avisarle que el trabajo se publicará en Mutantia. El tenía mucho interés en que se diera a conocer en alguna publicación en español. Estoy segura de que se alegrará enormemente."
Hacía varios meses que le había escrito (dos cartas, para ser más precisa) cuando Carlos Castaneda llamó por teléfono. Eso fue a mediados de julio. Su llamada me tomó totalmente por sorpresa. Castaneda habló largamente, y sin que yo se lo pidiera se ofreció a darme información.
Castaneda tenía interés en encontrarse y hablar conmigo. Procuró hacerme comprender que la tarea que estaba realizando era de gran importancia. "No soy ni un gurú ni un charlatán", -insistió haciendo referencia a algunos críticos y periodistas. Castaneda es un investigador serio que tenía interés en hablar acerca de los trabajos que está realizando en México y sobre su labor epistemológica. Según él, el hombre europeo no concibe, que haya otro que piense y que haya otra descripción de la realidad que la suya.
Estando ya en Los Angeles, CC llamó por teléfono. No encontrándome, dejó su mensaje y las indicaciones acerca de la hora y el lugar del encuentro: "Salga de la Freeway en tal calle y doble a la derecha en tal otra. Pase, luego, cuatro luces. Allí, a la izquierda está la Iglesia de la Inmaculada pero a Ud. eso no le importe y doble a la derecha. Ahí, encontrará Ud. el campus de UCLA (Universidad de California en Los Angeles). Entre al 'parking lot'. Como es domingo no va a haber nadie, y Ud. podrá entrar sin problemas. Generalmente hay poca gente durante los fines de semana. Entonces, a las 4 de la tarde; junto a la garita". Castaneda esperaba que llegásemos en un Volkswagen marrón.
Esa noche y la mañana siguiente trabajé febrilmente en mis notas. Había dormido poco pero no estaba cansada. A eso de la una de la tarde, mis amigos y yo salimos rumbo al campus de UCLA. Teníamos algo más de dos horas de viaje.
Siguiendo las indicaciones de Castaneda, llegamos sin dificultad a la garita de la entrada del 'parking lot' de UCLA. Faltaban aún unos 15 minutos para las 4 de la tarde. Estacionamos en un lugar más o menos sombrío.
A las cuatro en punto, levanté la vista y los vi venir hacia el auto: mi amiga junto a un señor moreno y algo más bajo que ella. Castaneda vestía "jeans" azules y remera de cuello abierto (sin bolsillos) color crema pálido. Bajé del auto y me apresuré a encontrarlos. Después de los saludos y fórmulas de cortesía convencionales, le pregunté si me permitiría usar un grabador. En el auto teníamos uno para el caso de que él lo permitiera. "No, es mejor que no", contestó con un gesto de hombros. Nos encaminamos, de cualquier manera, al auto a buscar las notas, cuadernos y libros.
Cargados de libros y papeles, nos dejamos guiar por Castaneda. El conocía bien el camino. "Por ahí-decía señalando con la mano- hay unos bancos lindísimos".
Desde el principio Castaneda fijó el tono de la conversación y de los temas que habríamos de tratar. Me di cuenta también de que no iba a necesitar todas esas preguntas que tan trabajosamente había elaborado. Tal como me lo había anticipado por teléfono, él quería hablarnos de la tarea que estaban haciendo y de la importancia y seriedad de sus investigaciones.
La conversación se llevó a cabo en español, lengua que maneja con fluidez y gran sentido del humor. Castaneda es un maestro en el arte de la conversación. Hablamos por espacio de siete horas. El tiempo pasó sin que su entusiasmo ni nuestra atención decayeran. A medida que tomaba confianza, hizo más y más uso de expresiones típicamente argentinas tanto como para hacer alardes de su "porteñismo" como a modo de amable gesto para con nosotros que éramos todos argentinos.
Cabe mencionar que aunque su español es correcto, es evidente que su lengua es el inglés. Hizo abundante uso de expresiones y palabras en inglés a las cuales le dimos el equivalente en español. El que su lengua sea el inglés se manifiesta también en la estructura sintáctica de sus frases y oraciones.
Toda esa tarde Castaneda procuró mantener la conversación en un nivel que no fuera intelectual. Aunque sin duda ha leído mucho y conoce las distintas corrientes de pensamiento, en ningún momento estableció comparaciones con otras tradiciones del pasado o del presente. La "enseñanza tolteca" nos la transmitió por medio de imágenes materiales que, precisamente por eso; impiden que se las interprete especulativamente. De este modo Castaneda no solamente fue obediente a sus maestros sino totalmente fiel al camino que ha elegido, no quiso contaminar su enseñanza con nada ajeno a ella.
A poco de encontrarnos quiso saber las razones de nuestro interés en conocerlo. El ya sabía de mi posible reseña y del proyectado libro de entrevistas. Más allá de todo profesionalismo insistimos en la importancia de sus libros, que tanto habían influido en nosotros y en muchos más. Teníamos un profundo interés por conocer la fuente de esa enseñanza.
Entretanto, habíamos llegado a los bancos, y a la sombra de los árboles nos sentamos.
"Don Juan a mí me lo dio todo -comenzó diciendo-. Cuando lo encontré no tenía otro interés que la antropología, pero a partir de ese encuentro cambié. ¡Y esto que me ha pasado a mí no lo cambiaría por nada!"
Don Juan estaba presente allí con nosotros. Cada vez que Castaneda lo mencionaba o lo recordaba percibíamos su emoción. De Don Juan nos dijo que era una totalidad de exquisita intensidad capaz de darse todo en cada ahora. "Darse todo en cada momento es su principio, su regla", dijo. El que don Juan sea así no puede ser explicado y es rara vez comprendido, "simplemente es".
En "El segundo anillo de poder" Castaneda recuerda una característica especial de don Juan y de don Genaro; de la cual todos los demás carecen. Allí escribe: "Ninguno de nosotros está dispuesto a prestarle al otro una atención indivisa, de la manera que don Juan y don Genaro lo hacían" (p. 203). Estas palabras apuntan a ese ser todo en cada instante, a esa presencia que es don Juan. En muchas oportunidades Castaneda se ha de referir a eso de tener "un gesto", a ese acto totalmente gratuito y libre del ser.
El segundo anillo de poder me había dejado llena de preguntas. El libro me interesó mucho; sobre todo después de su segunda lectura, pero había escuchado comentarios desfavorables. Yo misma tenía ciertas dudas. Le dije que creía que Viaje a Ixtlán era el que más me había gustado sin que supiera bien por qué. Castaneda me escuchaba y contestó mis palabras con un gesto que parecía decir: Y yo, ¿qué tengo que ver con el gusto de todos ellos? Yo seguí hablando, buscando razones y explicaciones. "Tal vez esa preferencia se deba a que en Viaje a Ixtlán se percibe mucho amor", dije. Castaneda puso cara fea. La palabra amor no le gustó. Es posible que el término tenga para él connotaciones de "amor romántico", "sentimentalismo" o "debilidad". Tratando de explicarme, insistí en que la última escena de Viaje a Ixtlán está preñada de intensidad. Ahí Castaneda asintió: Sí, con esto último estaría de acuerdo. "Intensidad, sí -dijo-, ésa es la palabra".
Insistiendo en el mismo libro, le manifesté que algunas escenas me habían resultado definitivamente "grotescas". No les encontraba justificación. Castaneda estuvo de acuerdo conmigo. "Sí, el comportamiento de esas mujeres es monstruoso y grotesco pero esa visión me era necesaria para poder entrar en acción", dijo. Castaneda necesitaba ese "shock".
"Sin adversario no somos nada-continuó-. El ser adversario es propio de la 'forma' humana. La vida es guerra, es lucha. La paz es una anomalía": Refiriéndose al pacifismo lo calificó de "monstruosidad" porque, según él, los hombres "somos seres de logros y de luchas".
Sin poder contenerme le dije que no podía aceptar que calificara el pacifismo de monstruosidad. "¿Y Ghandi ¿Cómo ve Ud. a Ghandi, por ejemplo?"
"¿Ghandi?-me respondió Ghandi no es un pacifista. Ghandi es uno de los más tremendos luchadores que han existido: ¡Y qué luchador!"
Comprendí entonces que Castaneda da valores muy especiales a las palabras. El "pacifismo" al cual él había hecho referencia no podía sino ser el pacifismo del débil, el de quien no tiene agallas suficientes como para ser y hacer otra cosa, el de quien nada hace porque no tiene objetivos ni energía en la vida; en una palabra, ese pacifismo refleja toda un actitud autocomplaciente y hedonista.
Con un amplio gesto que quería incluir a toda una sociedad ya sin valores, voluntad y energía, replicó: "Todos drogados... Sí, ¡hedonistas!"
Castaneda no aclaró estos conceptos, ni nosotros se lo pedimos. Yo tenía entendido que parte de la ascesis del guerrero era liberarse de la "forma" humana pero los inusitados comentarios de Castaneda me habían llenado de confusión: Poco a poco, sin embargo, me fui dando cuenta de que eso de ser "seres de logros y de luchas" es un primer nivel de la relación. Esa es la materia prima de donde se parte. Don Juan, en los libros, se refiere siempre al buen "tonal" de una persona. Ahí comienza el aprendizaje y se pasa a otro nivel. "No se puede pasar al otro lado sin perder la "forma humana" -dijo Castaneda.
Insistiendo sobre otros aspectos de su libro que no me habían quedado claros, le pregunté acerca de los "huecos" que le quedan a las personas por el simple hecho de haberse reproducido.
"Sí -dijo Castaneda-. Hay diferencias entre las personas que han tenido hijos y las que no. Para pasar de puntillas frente al águila hay que estar entero. Una persona con 'huecos' no pasa".
La metáfora del "águila" nos la explicaría más adelante. Por el momento pasó casi inadvertida ya que el foco de nuestra atención estaba en otro tema.
"¿Cómo explica Ud. la actitud de doña Soledad con Pablito así como la de la Gorda con sus hijas?", -quise saber con insistencia. Eso de quitarles a los hijos ese "filo" que al nacer ellos nos toman era, en gran medida, algo inconcebible para mí.
Castaneda convino en que aún no tiene bien sistematizado todo eso. Insistió, sin embargo, en las diferencias que existen entre las personas que se han reproducido y las que no. "Don Genaro es ¡loquito!, ¡loquito! Don Juan, en cambio, es un loco serio. Don Juan va despacio pero llega lejos. Al final, los dos llegan...
"Yo, como don Juan-continuó- tengo huecos; es decir, tengo que seguir su camino. Los Genaros, en cambio, tienen otro modelo.
"Los Genaros, por ejemplo, tienen un 'filo' especial que nosotros no tenemos: Son más nerviosos y de marcha rápida... Son muy livianos; nada los detiene. .
"Los que como la Gorda y yo hemos tenido hijos, tenemos otras características que compensan esa pérdida. Se es más reposado y, aunque el camino sea largo y arduo, también se llega. En general, los que han tenido hijos saben cómo cuidar a otros. No significa que las personas sin hijos no sepan hacerlo, pero es distinto...
"En general uno no sabe lo que hace; se es inconsciente de las acciones y después se paga. ¡Yo no supe lo que hacía! -exclamó refiriéndose, sin duda, a su propia vida personal.
"Al nacer, a mi padre y a mi madre les quité todo -dijo. ¡Quedaron todos magullados! A ellos les tuve que devolver ese 'filo' que les había quitado. Ahora tengo que recuperar el 'filo' que yo perdí."
Pareciera que esto de los "huecos" que hay que cerrar, tiene que ver con los atavismos biológicos. Quisimos saber si el tener "huecos" es algo irreparable. "No -nos respondió-. Uno se puede curar. Nada es irrevocable en la vida. Siempre es posible devolver lo que no nos pertenece y recuperar lo que es de uno".
Esta idea de la recuperación es coherente con todo un "camino de aprendizaje"; camino en el cual no basta conocer o practicar una o más técnicas sino que requiere la transformación individual y profunda del ser. Se trataría de todo un sistema coherente de vida con objetivos concretos y precisos.
Tras un breve silencio le pregunté si The Second Ring of Power había sido traducido al español. Según Castaneda una editorial española tenía todos los derechos, pero no estaba seguro de si el libro había salido o no (N. del E.: El Segundo anillo de poder ha sido publicado por Editorial Pomaire.) [El no estaba muy conforme con la distribución de sus libros por el Fondo de Cultura Económica.]
"Las traducciones al español las hizo Juan Tovar, quien es un gran amigo mío". Juan Tovar usó las notas en español que el mismo Castaneda le había facilitado; notas que algunos críticos han puesto en duda.
La traducción al portugués parece ser muy hermosa. "Sí -dijo Castaneda-. Esa traducción está basada en la traducción al francés. Realmente está muy bien hecha". En Argentina, sus dos primeros libros habían sido prohibidos. Parece que la razón que se dio fue el asunto de las drogas. Castaneda no lo sabía. "¿Por qué?-nos preguntó para concluir sin esperar nuestra respuesta-. Me imagino que es obra de la Madre Iglesia".(Obvia alusión a la Iglesia Católica. Así como España es la Madre Patria para los países de América Hispana, la Iglesia Católica es la Madre Iglesia, la iglesia que trajo España con la conquista y la colonización. En este comentario hay, sin duda, un matiz irónico.)
Al principio de nuestra conversación, Castaneda mencionó algo acerca de la "enseñanza tolteca". También en The Second Ring of Power se insiste en "los toltecas" y en "ser un tolteca". "¿Qué significa ser un tolteca?" -le preguntamos.
Según Castaneda, la palabra "tolteca" constituye una unidad de significación muy amplia. Se dice de alguien que es un tolteca de la misma manera que se puede decir que es un demócrata o un filósofo. Tal como él la usa, esta palabra nada tiene que ver con su significado antropológico.(desde el punto de vista antropológico, la palabra hace referencia a una cultura india del centro y sur de México que ya se encontraba extinta en el momento de la conquista y colonización de América).
"Tolteca es el que sabe los misterios del acecho y del sueño". Todos ellos son toltecas. Se trata de un pequeño grupo que ha sabido mantener viva una tradición de más de 3.000 años antes de J.C.
Como yo estaba trabajando en el pensamiento místico y tenia particular interés en establecer la fuente y el lugar de origen de las distintas tradiciones, insistí: "¿Cree Ud. entonces que la tradición tolteca ofrece una enseñanza que sería propia de América?"
La "nación tolteca" mantiene viva una tradición que es, sin duda, propia de América. Castaneda adujo que es posible que los pueblos de América hubieran. traído algo de Asia al cruzar el estrecho de Bering, pero que hace tantos miles de años de todo eso que por el momento no hay más que teorías.
En Relatos de Poder, don Juan le habla a Castaneda de "los brujos", de "esos hombres de conocimiento" que la conquista y colonización del hombre blanco no pudieron destruir porque ni supieron de su existencia ni notaron todo lo incomprensible de su mundo:"¿Quiénes forman la nación tolteca? ¿Trabajan juntos? ¿Dónde lo hacen? -preguntamos.
Castaneda contestó todos nuestros interrogantes. El está ahora a cargo de un grupo de jóvenes que vive en la zona de Chiapas, al sur de México. Todos se trasladaron a esa zona debido a que la señora que ahora les enseña estaba radicada allí.
"Entonces... ¿Ud. volvió? -me sentí impelida a preguntarle al recordar la última conversación entre Castaneda y las hermanitas al final de The Second Ring of Power:
"¿Volvió Ud. pronto tal como la Gorda se lo pedía?" "No, no volví pronto pero volví", -me contestó riendo. "Volví para llevar a cabo una tarea a la cual no puedo renunciar".
El grupo consta de unos 14 miembros. Si bien el núcleo básico es de 8 ó 9 personas, todos son indispensables en la tarea que se realiza. Si cada uno es suficientemente impecable, se puede ayudar a un mayor número de seres.
"Ocho es un número mágico", -dijo en algún momento. También insistió en que el tolteca no se salva solo sino que se va con el núcleo básico. Los otros quedan y son indispensables para continuar y mantener viva la tradición. No es necesario que el grupo sea grande, pero cada uno de los que está envuelto en la tarea es definitivamente necesario para el todo.
"La Gorda y yo somos los responsables por los allegados. Bueno, realmente yo soy el responsable pero ella me ayuda íntimamente en esta tarea" -aclaró Castaneda.
Nos habló después de los miembros del grupo que conocíamos por sus libros. Nos dijo que don Juan era indio Yaqui, del estado de Sonora. Pablito, en cambio, era indio mixteco, y Néstor era mazateco (de Mazatlán, en la provincia de Sinaloa). Benigno era Zotsil (Sotzil). Recalcó varias veces que Josefina no era india sino que era mexicana y que uno de sus abuelos era de origen francés. La Gorda, como Néstor y don Genaro, era mazateca. "Cuando la conocí, la Gorda era una mujer inmensa, pesada y toda golpeada por la vida, -dijo-. Ninguno de los que la conoció puede hoy imaginar que la de ahora es la misma de antes".
Quisimos saber en qué lengua se comunicaba él con toda la gente del grupo, y cuál era la lengua que generalmente usaban entre ellos. Le recordé que en sus libros se hacen referencias a algunas lenguas indias.
"Nos comunicamos en español porque es la lengua que todos hablamos, -respondió-. Además ni Josefina ni la señora Tolteca son indias. Yo sólo hablo un poquito en lengua india. Frases sueltas, como saludos y alguna que otra expresión. Lo que sé no me permite mantener una conversación".
Aprovechando una pausa suya le preguntamos si la tarea que ellos están realizando es accesible a todos los hombres o si se trata de algo para unos pocos.
Como nuestras preguntas apuntaban a descubrir la relevancia de la enseñanza tolteca y el valor de la experiencia del grupo para el resto de la humanidad, Castaneda nos explicó que cada uno de los miembros del grupo tiene tareas específicas que cumplir, sea en la zona de Yucatán, en otras áreas de México o en otros lugares.
"Cumpliendo tareas, uno descubre una gran cantidad de cosas que son directamente aplicables a las situaciones concretas de la vida diaria. Haciendo tareas se aprende mucho.
"Los Genaros, por ejemplo, tienen una banda de música con la que recorren todos los lugares de la frontera. Se imaginarán Uds. que ellos ven y están en contacto con mucha gente. Siempre se tiene posibilidades de transmitir el conocimiento. Siempre se ayuda. Se ayuda con una palabra, con una pequeña insinuación... Cada uno, cumpliendo fielmente su tarea, lo hace. Todos los seres pueden aprender. Todos tienen la posibilidad de vivir como guerreros.
"Cualquier persona puede emprender la tarea del guerrero. El único requisito es querer hacerlo con un deseo inconmovible; es decir, se ha de ser inconmovible en el deseo de ser libre. El camino no es fácil. Constantemente buscamos excusas y tratamos de escapar. Es posible que la mente lo logre, pero el cuerpo lo siente todo... El cuerpo aprende rápida y fácilmente.
"El tolteca no puede gastar energía en tonterías, -continuo-. Yo era una de esas personas que no pueden estar sin amigos... ¡Ni al cine podía ir solo!". Don Juan en un determinado momento le dijo que debía abandonar todo y, particularmente, separarse de todos aquellos amigos con los cuales no tenía nada en común. Por largo tiempo resistió la idea hasta que por último lo fue envolviendo.
"Cierta vez, volviendo a Los Angeles, bajé del auto una cuadra antes de llegar a casa y llamé por teléfono. Por supuesto que ese día, como todos, mi casa estaba llena de gente. Me atendió uno de mis amigos a quien le pedí que me preparara una valija con algunas cosas y que me la trajera adonde me encontraba. También le dije que el resto de las cosas -libros, discos, etc.: podían repartírselas entre ellos. Claro es que mis amigos no me creyeron y tomaron todas las cosas como en préstamo" -aclaró Castaneda.
Este acto de deshacerse de la biblioteca y los discos es como cortar con todo el pasado, con todo un mundo de ideas y emociones.
"Mis amigos creyeron que yo estaba loco y se quedaron esperando que volviera de mi locura. No los vi como en doce años... Sí, como en doce años" --concluyó.
Después de pasados doce años, Castaneda pudo encontrarse nuevamente con ellos. Buscó primero a uno de sus amigos quien lo puso en contacto con los demás. Planearon luego una salida en la que fueron juntos a cenar. Ese día lo pasaron muy bien. Comieron mucho y sus amigos se emborracharon.
"Encontrarme con ellos después de todos esos años fue mi modo de agradecerles la amistad que me habían brindado antes, -dijo Castaneda-. Ahora todos están grandes. Tienen sus familias, esposas, hijos... Era necesario, sin embargo, que yo les agradeciera. Sólo así pude terminar definitivamente con ellos y cerrar una etapa de mi vida".
Es posible que los amigos de Castaneda ni entiendan ni puedan compartir nada de lo que él está haciendo, pero el hecho de que él quisiera y pudiera agradecerles fue algo muy bonito. Castaneda no se enojó con ellos, no pretendió nada de ellos. Les agradeció sinceramente su amistad y, al hacerlo, se liberó interiormente de todo ese pasado.
Hablamos entonces del amor, "del tan mentado amor". Nos contó varias anécdotas de su abuelo italiano, "siempre tan enamoradizo", y de su padre "tan bohemio él". "¡Oh! ¡L'amore! ¡L'amore!", -repitió varias veces. Todos sus comentarios tendían a destruir las ideas que comúnmente se tienen acerca del amor.
"A mí me costó mucho aprender, -siguió. Yo era también muy enamoradizo... A don Juan le costó trabajo hacerme entender que debía cortar con ciertas relaciones. El modo como finalmente corté con ella fue el siguiente. La invité a cenar y nos encontramos en un restaurante. Durante la cena pasó lo que siempre pasaba. Hubo una gran pelea y ella me gritó e insultó. Por último le pregunté si tenía dinero. Me respondió que sí. Aproveché para decirle que debía ir hasta el auto a buscar mi billetera o algo así. Me levanté y no volví más. Antes de dejarla quise estar seguro de que tenía suficiente dinero como para tomar un taxi y volver a casa. Desde ese entonces no la he vuelto a ver".
"No me van a creer Uds., pero los toltecas son muy ascéticos" -insistió.
Sin poner en duda su palabra le comenté que esa idea no se desprendía de El segundo anillo. "Al contrario, -recalqué-. Creo que en su libro muchas escenas y actitudes se prestan a confusión". "¿Cómo cree Ud. que yo iba a decir eso claramente? -me contestó-. No podía decir que las relaciones entre ellos fueran puras porque no sólo nadie me lo hubiera creído sino que nadie me hubiera entendido".
Para Castaneda, vivimos en una sociedad muy "lujuriosa". Todo lo que nosotros estuvimos hablando esa tarde, la mayoría no lo hubiera entendido. Es así como el mismo Castaneda se ve obligado a amoldarse a ciertas exigencias de los editores quienes, a su vez, procurarían satisfacer los gustos del público lector:
"La gente está en otra cosa, -continuó Castaneda-. Los otros días, por ejemplo, entré a una librería, aquí en Los Angeles, y me puse a hojear las revistas del mostrador. Encontré que había una gran cantidad de publicaciones con fotos de mujeres desnudas... Muchas también con hombres. No sé qué decirles. En una de las fotos había un hombre arreglando un cable eléctrico en lo alto de una escalera. Llevaba su casco protector y un gran cinturón lleno de herramientas. Eso era todo. El resto estaba desnudo. ¡Ridículo! ¡No cabe algo así! Una mujer tiene gracia... ¡Pero, un hombre!". A modo de explicación agregó que esto se debe a que las mujeres tienen mucha experiencia debido a su larga historia en ese tipo de cosas. "¡Un papel así no se improvisa!".
"¡No me diga! -replicó vivamente uno de nosotros-. Es la primera vez que escucho una explicación semejante. Eso de que el comportamiento de las mujeres no se improvisa es algo totalmente nuevo para mí".
Después de escuchar a Castaneda, quedamos convencidos que para "el tolteca" el sexo representa un inmenso desgaste de energías que necesita para otra tarea. Se comprende entonces su insistencia acerca de las relaciones totalmente ascéticas que mantienen los miembros del grupo.
"Desde el punto de vista del mundo, la vida que el grupo lleva y las relaciones que mantienen es algo totalmente inaceptable e inaudito. Lo que les cuento no sería creíble. A mí me llevó mucho tiempo comprenderlo pero lo he podido finalmente comprobar".
 Castaneda nos había dicho antes que cuando una persona se reproduce pierde un "filo" especial. Parece que ese "filo" es una fuerza que los hijos toman de los padres por el mero hecho de nacer. Este "hueco" que a la persona le queda es el que hay que llenar o recuperar. Hay que recuperar la fuerza que se ha perdido. Nos dio también a entender que la relación sexual prolongada de una pareja termina por desgastarlos. En una relación van surgiendo diferencias que hacen que progresivamente se vayan rechazando ciertas características de uno y de otro. En consecuencia, para la reproducción se elige de la otra parte aquello que a uno le gusta, pero no hay ninguna garantía de que aquello que se elige sea necesariamente lo mejor. "Desde el punto de vista de la reproducción -comentó-, lo mejor es 'at randum'. Castaneda se esforzó por explicarnos mejor estos conceptos, pero hubo de confesar nuevamente que son temas que él mismo no tiene aún claros.

 

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© William Rowe, EXOTIC ALPHABETS & ORNAMENTS, Dover publications Inc.

Castaneda nos venía describiendo un grupo cuyas exigencias, para el común de las personas, eran extremas. Estábamos muy interesados en saber adónde conducía todo ese esfuerzo. "¿Cuál es el objetivo único del 'tolteca'?" Queríamos saber el sentido de todo eso que Castaneda nos venía diciendo. "¿Cuál es el objetivo que Ud. persigue?"-insistimos llevando la pregunta a un nivel personal.
"El objetivo es salirse del mundo vivo; salirse con todo lo que uno es pero con nada más que con lo que uno es. La cuestión es no llevarse nada ni dejar nada: Don Juan se salió enterito -¡vivito! del mundo. Don Juan no muere porque los toltecas no mueren"(En The Second Ring of Power, la Gorda lo instruye a Castaneda con respecto a la dicotomía "nagual-tonal". El dominio de la segunda atención "sólo se logra después de que los guerreros barren totalmente la superficie de la mesa... esta segunda atención hace que las dos atenciones formen una unidad y que esta unidad sea la totalidad de uno mismo (p. 283)". En el mismo libro, la Gorda le dice a Castaneda:. "Cuando los brujos aprenden a 'soñar', atan sus dos atenciones y, entonces, no hay necesidad de que el centro empuje hacia afuera...Los brujos no mueren... No quiero decir que nosotros no muramos. Nosotros somos nada; somos badulaques (tontos): no estamos ni aquí ni allá. Ellos, en cambio, tienen sus atenciones tan unidas que tal vez nunca mueran (p. 281).")
Según Castaneda, la idea de que somos libres es una ilusión y un absurdo. Se esforzó por hacernos comprender que el sentido común nos engaña porque la percepción ordinaria sólo nos dice una parte de la verdad.
"La percepción ordinaria no nos dice toda la verdad. Debe haber algo más que el mero paso por la tierra, que eso de sólo comer y reproducirnos, -dijo con vehemencia. Y con un gesto que interpretamos como aludiendo al sin sentido de todo y al inmenso tedio de la vida en su cotidiano aburrimiento, nos preguntó: "¿Qué es todo esto que nos rodea?"
El sentido común sería ese acuerdo al que hemos llegado tras un largo proceso educativo que nos impone la percepción ordinaria como la única verdad. "Precisamente, el arte del brujo -dijo- consiste en llevar al aprendiz a descubrir y a destruir ese prejuicio perceptivo".
Según Castaneda, Edmundo Husserl es el primero en Occidente que concibe la posibilidad de "suspender el juicio"(En Ideas para una fenomenología pura y una filosofía fenomenológica -1913-, Husserl trató detenidamente de la "epoché" o "reducción fenomenológica"). El método fenomenológico no niega sino que simplemente "pone entre paréntesis" aquellos elementos que sustentan nuestra percepción ordinaria.
Castaneda considera que la fenomenología le ofrece el marco teórico-metodológico más útil para comprender la enseñanza de don Juan. Para la fenomenología el acto del conocimiento depende de la intención y no de la percepción. La percepción varía siempre según una historia; es decir, según el sujeto con saberes adquiridos e inmerso en una determinada tradición. La regla más importante del método fenomenológico es eso de "hacia las cosas mismas".
"La tarea que don Juan realizó conmigo -insistió- fue la de romper poco a poco los prejuicios perceptivos hasta llegar a la ruptura total". La fenomenología "suspende" el juicio y se limita a la "descripción" de los puros actos intencionales. "Así, por ejemplo, el objeto 'casa' yo lo construyo. El referente fenomenológico es mínimo. La intención es lo que transforma al referente en algo concreto y singular".
La fenomenología, sin embargo, tiene para Castaneda un simple valor metodológico. Husserl no trascendió nunca el nivel teórico, y, en consecuencia, no tocó al ser humano en su vida de todos los días.
Para Castaneda, el hombre occidental -el hombre europeo- a lo más que ha llegado es al hombre político. Este hombre político sería el epítome de nuestra civilización. "Don Juan, -dijo- con su enseñanza, está abriendo la puerta para otro hombre mucho más interesante: un hombre que vive ya en un mundo o universo mágico".
Meditando sobre eso del "hombre político" vino a mi memoria un libro de Eduardo Spranger llamado Formas de vida, en el cual se dice que la vida del hombre político "está entrecruzada de relaciones de poder y rivalidad" (p. 216). El hombre político es el hombre de dominio cuyo poder controla tanto la realidad concreta del mundo como los seres que la habitan.
El mundo de don Juan, en cambio, es un mundo mágico poblado de entidades y de fuerzas.
"Lo admirable de don Juan -dijo Castaneda- es que aunque en el mundo de todos los días él parece estar loco (¡loquito! ¡loquito!), nadie es capaz de percibirlo. Al mundo, don Juan le ofrece una fachada que es necesariamente temporal... una hora, un mes, sesenta años. ¡Nadie lo podría agarrar descuidado! En este mundo don Juan es impecable porque él siempre supo que lo de aquí es sólo un momentito y que lo que viene después... Bueno... ¡Una belleza! Don Juan y don Genaro amaban intensamente la belleza".
La percepción y concepción que don Juan tiene de la realidad y el tiempo son indudablemente muy distintas a la nuestra. Si bien a nivel de la cotidaneidad don Juan es siempre impecable, esto no impide que sepa que "de este lado" todo es definitivamente pasajero.
Castaneda continuó describiendo un universo polarizado hacia dos extremos: el lado derecho y el lado izquierdo. El lado derecho correspondería al tonal y el lado izquierdo al nagual.
En Relatos de Poder don Juan le explica largamente a Castaneda acerca de esas dos mitades de la "burbuja de la percepción". Le dice que la tarea del maestro consiste en limpiar prolijamente una parte de la "burbuja", para luego reordenar "todo lo que hay" en el otro lado. "El maestro se ocupa de esto martillándoselo al aprendiz sin piedad hasta que toda su visión del mundo queda en una mitad de la burbuja. La otra mitad, la que ha quedado limpia, puede entonces ser reclamada por algo que los brujos llaman voluntad (p. 332)".
Explicar todo esto es muy difícil porque a este nivel las palabras son totalmente inadecuadas. Precisamente, la parte izquierda del universo "implica la ausencia de palabras", y sin palabras no podemos pensar. Allí sólo caben las acciones. "En ese otro mundo -dijo Castaneda-el cuerpo actúa. El cuerpo, para entender, no necesita palabras".
En el universo mágico-por así llamarlo- de don Juan, existen ciertas entidades que llaman "aliados" o "sombras fugaces". Estas, se pueden captar un sinnúmero de veces. Para este tipo de captaciones se ha buscado una gran cantidad de explicaciones pero, según Castaneda no hay duda de que estos fenómenos dependen principalmente de la anatomía humana. Lo importante es llegar a comprender que hay toda una gama de explicaciones que pueden dar cuenta de estas "sombras fugaces".
Le pregunté, entonces, acerca de ese conocer con el cuerpo del que habla en sus libros. "¿Es que para Ud. el cuerpo entero es un órgano del conocer?" -inquirí.
"¡Claro! El cuerpo conoce" -me respondió. A modo de ejemplo, Castaneda nos habló de las muchas posibilidades de esa parte de la pierna que va de la rodilla al tobillo, donde se asentaría un centro de la memoria. Pareciera que se puede aprender a usar el cuerpo para captar esas "sombras fugaces". "La enseñanza de don Juan va transformando el cuerpo en un electronic scanner" -dijo, buscando la palabra adecuada en español al comparar el cuerpo a un telescopio electrónico a distintos niveles. El cuerpo tendría la posibilidad de percibir la realidad que a su vez, revelaría configuraciones de la materia también distintas. Era evidente que para Castaneda el cuerpo tenía posibilidades de movimiento y percepción a las que la mayoría de nosotros no estamos acostumbrados. Levantándose y señalando el pie y el tobillo, nos habló de las posibilidades de esa parte del cuerpo y de lo poco que conocemos de todo esto. "En la tradición tolteca -afirmó- se entrena al aprendiz en el desarrollo de estas posibilidades. A este nivel comienza don Juan a construir".
Meditando sobre estas palabras de Castaneda, pensé en el paralelismo con la Yoga Tántrica y los distintos centros o "chakras" que el oficiante va despertando mediante ciertas prácticas rituales. En el libro El círculo hermético, de Miguel Serrano se lee que los "chakras" son "centros de conciencia". En el mismo libro, Carl Jung le refiere a Serrano una conversación que tuvo con un cacique de los indios Pueblo llamado Ochwián Biano o Lago de la Montaña. "Me explicaba su impresión de los blancos, siempre tan agitados, siempre buscando algo, aspirando a algo... Según Ochwián Biano, los blancos estaban locos, pues afirmaban pensar con la cabeza, y sólo los locos lo hacen así. Esta afirmación del jefe indio me produjo gran sorpresa y le pregunté que con qué pensaba él. Me respondió que con el corazón" (Miguel Serrano, El círculo hermético - Buenos Aires: Ed. Kier, 1978).
El camino del conocimiento del guerrero es largo, y requiere total dedicación. Todos ellos tienen un objetivo concreto y un incentivo muy puro.
"¿Cuál es el objetivo?" -insistimos.
Parece que el objetivo consiste en pasar conscientemente al otro lado por el costado izquierdo del universo. "hay que tratar de aproximarse lo más posible al águila y procurar escapársele sin que ella nos devore".
"El objetivo -dijo- es salirse 'de puntillas' por el lado izquierdo del águila".
"No sé si Uds. saben-continuó buscando el modo de aclararnos la imagen- que hay una entidad que los toltecas llaman el águila. El visionario la ve como una inmensa negrura que se extiende al infinito; es una inmensa negrura que un relámpago cruza. Por eso es que la llaman el águila: tiene alas y lomo negros, y su pecho es luminoso.
"El ojo de esa entidad no es un ojo humano. El águila no tiene piedad. Todo lo que es vivo está representado en el águila. Esa entidad encierra toda la belleza que el hombre es capaz de crear así como también toda la bestialidad que no es el ser humano propiamente dicho. Lo que es propiamente humano en el águila es inmensamente pequeño en comparación a todo el resto. El águila es, demasiada masa, bulto, negrura... frente a lo poquito que es lo propio del ser humano.
"El águila atrae a toda fuerza viva. que está pronta a desaparecer porque se alimenta de esa energía. El águila es como un imán inmenso que va recogiendo todos esos haces de luz que son la energía vital de lo que está muriendo".
Mientras Castaneda nos decía todo esto, sus manos y dedos como martillos imitaban la cabeza de un águila picoteando el espacio con insaciable apetito.
"Yo sólo les digo lo que don Juan y los otros dicen: ¡Son todos unos brujos y brujas! -exclamó-. Todos ellos están envueltos en una metáfora que es incomprensible para mí".
"¿Cuál es el dueño del hombre? ¿Qué es lo que nos reclama? -se preguntó. Nosotros escuchábamos atentamente y lo dejábamos hablar porque él había entrado en un terreno en el cual ya no cabían las preguntas.
"El dueño de nosotros no puede ser un hombre" -dijo. Parece que los toltecas llaman 'dueño' al 'molde del hombre'. Todas las cosas -plantas, animales y seres humanos- tienen un 'molde'. El 'molde del hombre' es el mismo para todos los seres humanos. Mi molde y el suyo continuó explicando- es el mismo, pero en cada uno se manifiesta y actúa en forma distinta según sea el desenvolvimiento de la persona".
A partir de las palabras de Castaneda, interpretamos que el "molde humano" es lo que nos reúne, lo que unifica la fuerza de la vida. La "forma humana", en cambio, sería aquello que impide que veamos el molde. Parece que mientras, no se pierda la "forma humana'' sólo somos capaces de ver los reflejos de esa forma en todo lo que percibimos. A esa "forma humana" no la vemos pero la sentimos en nuestro cuerpo. Esa "forma" es la que nos hace ser lo que somos y nos impide cambiar.
En The Second Ring of Power la Gorda lo instruye a Castaneda acerca del "molde humano" y la "forma humana". En ese libro, el "molde" se describe como una entidad luminosa y Castaneda recuerda que don Juan, lo describió como "la fuente y el origen del hombre (p. 154)". La Gorda, pensando en don Juan recuerda que éste le dijo que "si llegamos a tener suficiente poder personal podremos vislumbrar el molde aunque no seamos brujos; y que cuando esto ocurra diremos que hemos visto a Dios. Me dijo que si lo llamamos Dios, sería acertado porque el molde es Dios" (p. 155).
Varias veces esa tarde volvimos sobre el tema de la "forma humana" y el "molde" del hombre. Rodeando el tema desde distintos ángulos, cada vez se fue haciendo más evidente que "la forma" humana es esa cáscara dura de lo personal. "Esa forma humana -dijo- es como una toalla que lo cubre a uno desde las axilas a los pies. Tras esa toalla hay una vela encendida que se va consumiendo hasta apagarse. Cuando la vela se apaga es porque uno ha muerto. Entonces, viene el águila y se lo devora.
"Videntes -continuó Castaneda- son aquellos seres capaces de ver al ser humano como un huevo luminoso. Dentro de esa esfera de luz está la vela encendida. Si el vidente ve que la vela está chiquitita, por más fuerte que la persona parezca, significa que ya está terminada".
Castaneda nos había dicho antes que los toltecas nunca mueren porque ser tolteca implica haber perdido la forma humana. Sólo en ese momento lo comprendimos: si el tolteca ha perdido la forma humana, no hay nada que el águila pueda devorar. No nos quedaba duda tampoco de que los conceptos "dueño" del hombre y "molde" del hombre, así como la imagen del águila se referían a una misma entidad o estaban íntimamente relacionados.
Varias horas más tarde, sentados ante unas hamburguesas, en una cafetería del boulevard Westwood y otra calle cuyo nombre no recuerdo, Castaneda nos refirió su experiencia al perder la "forma humana". Según dijo, su experiencia no fue tan fuerte como la de la Gorda, quien tuvo síntomas similares a los de un ataque cardíaco. "En mi caso, -dijo Castaneda- se produjo un simple fenómeno de hiperventilación. En ese preciso momento sentí una gran presión: una corriente de energía entró por la cabeza, atravesó el pecho y el estómago y siguió por las piernas hasta desaparecer por el pie izquierdo. Eso fue todo.
"Para asegurarme -continuó- fui al médico, pero no me encontró nada. Solamente me sugirió que respirara en una bolsa de papel para disminuir la cantidad de oxígeno y contrarrestar el fenómeno de hiperventilación".
(En The Second Ring of Power, la Gorda le refiere a Castaneda que cuando ella perdió "la forma humana" comenzó a ver un ojo siempre frente a ella. Este ojo la acompañaba todo el tiempo y casi terminó por volverla loca. Poco a poco se acostumbró hasta que un día el ojo pasó a formar parte de ella. "Algún día, cuando llegue a ser un ser verdaderamente sin forma, no veré más ese ojo; el ojo será uno conmigo...")
Al principio de nuestra conversación, Castaneda mencionó algo acerca de la "enseñanza tolteca".
Según los toltecas; de alguna manera hay que devolverle o pagarle al águila lo que le corresponde. Ya nos ha dicho Castaneda que el dueño del hombre es el águila, y que el águila es toda la nobleza y belleza así como todo el horror y ferocidad que se encuentra en todo lo que es. ¿Por qué el águila es el dueño del hombre? "El águila es el dueño del hombre porque se alimenta de la llama de vida, de la energía vital que se desprende de todo lo que es". Y, haciendo una vez más el gesto con sus manos semejando la cabeza con pico de águila, recorrió con su brazo el espacio a picotazos mientras decía: "¡Así! ¡Así! ¡Todo lo devora!".
"El único modo de escapar a la voracidad del águila, es salirse de puntillas y conteniendo el aliento...'
Cuando uno está listo para el último vuelo, se le hace una ofrenda al águila; "una ofrenda -recalcó Castaneda- que casi es como darse uno mismo. Se le da al águila un equivalente de uno. Esta ofrenda ellos la llaman la recapitulación personal. Don Juan me dijo que la muerte comienza con esta recapitulación personal. Sólo entonces, vale decir, cuando la muerte es irrefutable e ineludible, la acción comienza".
"¿En qué consiste, cómo se hace la recapitulación personal?" quisimos saber nosotros.
"En primer lugar hay que hacer una lista de todas las personas que uno ha conocido a lo largo de la vida -respondió-; una lista de todos aquellos que de una u otra manera nos han forzado a poner el ego -ese centro del orgullo personal que más tarde mostraría como un monstruo de 3.000 cabezas- sobre la mesa. Tenemos que traer de vuelta a todos los que han colaborado para que entrásemos en ese juego de 'me quieren o no me quieren'. Juego que no es otra cosa que un vivir volcados sobre nosotros mismos..., ¡lamiéndonos nuestras lastimaduras!
"La 'recapitulación' tiene que ser total -continuó-; va de la Z a la A, hacia atrás. Se comienza en el momento presente y se va hacia la temprana infancia, hasta los dos o tres años y aún antes si fuera posible".
Desde que nacemos, todo va quedando grabado en nuestro cuerpo. La "recapitulación" es y requiere un gran entrenamiento de la memoria.
Ahora bien, ¿cómo se hace esta "recapitulación"?
"Se van trayendo cuidadosamente las imágenes y se las van fijando frente a uno; luego, con un movimiento de cabeza de derecha a izquierda, se sopla cada una de las imágenes como si las barriésemos de nuestra visión... El aliento es mágico" -agregó.
Con el fin de la "recapitulación" se acabaron también todos los trucos, los juegos y los autoengaños. Parece que al final sabemos todos nuestros trucos y no hay manera de poner el ego sobre la mesa sin que inmediatamente nos demos cuenta de lo que con eso pretendemos. "Con la 'recapitulación personal' uno se despoja de todo. Entonces, sólo queda la tarea; la tarea en toda su simpleza, pureza y crudeza.
"La 'recapitulación' es posible para todos los hombres, pero se tiene que tener una voluntad inflexible. Si uno fluctúa o titubea, está perdido porque el águila se lo devora. En este terreno la duda no tiene cabida.
"No sé bien cómo explicar todo esto, pero en el cumplimiento y dedicación a la tarea se tiene que ser compulsivo sin de verdad serlo porque el tolteca es un ser libre. La tarea pide todo de uno y, sin embargo, se es libre. ¿Comprenden? Si esto es difícil de entender es porque, en el fondo, se trata de una paradoja.
"Pero a esta recapitulación -agregó Castaneda cambiando de tono y postura- hay que ponerle 'salsa'. La característica de don Juan y sus 'compinches' es que son livianos. Don Juan me curó a mí de ser pesado. El no es solemne, nada ceremonioso." Dentro de la seriedad de la tarea que todos ellos realizan hay siempre cabida para el humor.
Para ilustrar de un modo concreto la manera como don Juan le enseñaba, Castaneda nos refirió un episodio muy interesante. Parece que él fumaba mucho, y que don Juan resolvió curarlo.
"Fumaba como tres cajetillas por día. ¡Uno tras otro! No los dejaba apagar. Uds. ven que ahora yo no llevo bolsillos -dijo señalando su remera que, en verdad, carecía de ellos-. Eliminé los bolsillos en ese entonces para quitarle al cuerpo la posibilidad de sentir algo en el costado izquierdo, y que este algo le recordara el hábito. Al eliminar el bolsillo eliminé también el hábito físico de llevar la mano hacia el bolsillo.
(En el primer libro, Las enseñanzas de don Juan, éste le dice: "La cosa que hay que aprender es cómo llegar a la raja entre los mundos y cómo entrar en el otro mundo... Hay un lugar donde los dos mundos se montan el uno sobre el otro. La raja está allí. Se abre y se cierra como una puerta con el viento. Para llegar allí, un hombre debe ejercer su voluntad. Debe, diría yo, desarrollar un deseo indomable, una dedicación total. Pero debe hacerlo sin la ayuda de ningún poder y de ningún hombre..." (p. 220).)
"Cierta vez don Juan me dijo que íbamos a pasar unos días por los cerros de Chihuahua. Recuerdo que expresamente me dijo que no me olvidara de traer mis cigarrillos. Me recomendó, también, que llevara provisiones como para unos dos paquetes diarios y no más. Compré entonces las cajas de cigarrillos, pero en vez de 20 empaqueté unas 40. Hice unos paquetes divinos que recubrí con papel de aluminio para proteger mi carga de los animales y la lluvia.
"Bien equipado y con la mochila a cuestas, seguí a don Juan por los cerros. ¡Ahí andaba yo encendiendo cigarrillo tras cigarrillo, y tratando de recuperar el aliento! Don Juan tiene un vigor tremendo; con gran paciencia me esperaba mientras me observaba fumar y agitarme por los cerros. ¡Yo no tendría ahora la paciencia que él tuvo conmigo!, -exclamó.
"Llegamos, por fin, a una meseta bastante alta, rodeada de acantilados y empinadas laderas. Allí don Juan me invitó a que tratara de volver o de bajar. Por mucho tiempo probé por un lado y otro hasta que finalmente tuve que desistir del intento. No iba a poder.
"Seguimos así, por varios días, hasta que una mañana me despierto y lo primero que hago es buscar mis cigarrillos. ¿Dónde están mis divinos paquetes? Busco y busco y no los encuentro. Cuando don Juan se despierta, quiere saber lo que me pasa: Le explico lo que ocurre y me dice: 'No te preocupes. Seguramente vino un coyote y se los llevó, pero no pueden estar muy lejos. ¡Aquí! ¡Mira! ¡Hay rastros del coyote!'
"Todo ese día lo pasamos rastreando las huellas del coyote en busca de los paquetes. Después de mucho buscar, don Juan seguía insistiendo en que no debía preocuparme porque ahí nomás-me decía-, tras la loma, hay un pueblo. Allí puedes comprar todos los cigarrillos que quieras.'
"Otra vez anduvimos buscando y buscando... Claro es que ahora buscábamos el pueblo. ¿Dónde está el pueblo? Ni señales de él. En eso estábamos, cuando don Juan se sentó en el suelo y haciéndose el viejito, bien viejito, empezó a quejarse: 'Esta vez sí que estoy perdido... Ya estoy viejo... No puedo más...' Mientras esto decía, se agarraba la cabeza y hacia grandes aspavientos."
Castaneda nos hacia toda esta historia imitando a don Juan en sus gestos y tono de voz. Era un espectáculo verlo. Más adelante, el mismo Castaneda nos diría que don Juan solía hacer referencia a sus habilidades histriónicas.
"Con tanto andar -siguió, Castaneda- creo que habían pasado como 10 6 12 días. ¡Ya ni ansias de fumar me quedaban! Así es como se me quitaron las ganas de fumar. ¡Si nos las pasábamos como demonios corriendo por los cerros!
Cuando llegó el momento de volver, se imaginan que don Juan supo perfectamente cómo hacerlo. Bajamos derechito al pueblo. La diferencia fue que, entonces, yo ya no tenía necesidad de comprar cigarrillos. De este episodio -dijo nostálgico- han pasado como 15 años.
"La línea del no-hacer --comentó- es precisamente lo opuesto a la rutina o rutinas a las cuales estamos acostumbrados. Hábitos como el del cigarrillo, por ejemplo, son los que nos tienen amarrados, encadenados... En el sentido del no-hacer, en cambio, todas las avenidas son posibles".
Castaneda nos dio a entender que don Juan los conocía muy bien a todos; los conocía en sus hábitos y debilidades. Así fue como uno a uno los fue agarrando. Don Juan y don Genaro, "esos dos compinches", al decir de Castaneda, supieron hacerle a cada uno la jugada apropiada y, así, hacerlos caer en el camino del conocimiento.
Quedamos en silencio un rato; finalmente lo rompí para preguntarle acerca de doña Soledad. Le dije que ella me había impresionado como una figura grotesca; como una bruja, verdaderamente.
"Doña Soledad es india -me contestó. La historia de su transformación es algo increíble. Puso tal voluntad en su transformación que al final lo logró. En este esfuerzo desarrolló su voluntad a tal extremo que como consecuencia desarrolló también demasiado orgullo personal. Precisamente por esto es que no creo que ella pueda pasar de puntillas por el costado izquierdo del águila. De cualquier modo, ¡es fantástico lo que fue capaz de hacer consigo misma! No sé si Uds. recuerdan quién era ella... Ella era la 'Manuelita', la 'mamacita' de Pablito. Siempre lavando, planchando y fregando...; ofreciendo 'comidita' a unos y otros."
Al referirnos esto, Castaneda imitaba en gestos y movimientos a una viejecita muy pobrecita. "Hay que verla ahora -siguió-. Doña Soledad es una mujer fuerte y joven. ¡Ahora hay que temerle!
"La 'recapitulación' le Ilevó a doña Soledad siete años de su vida. Se metió en un hueco y de allí no salió. Se quedó ahí metida hasta que terminó con todo. En siete años no hizo más que eso. Aunque no pueda pasar junto al águila -dijo Castaneda lleno de admiración-, nunca más volverá a ser la pobrecita de antes."
Tras una pausa, Castaneda nos recordó que don Juan y don Genaro ya no estaban con ellos.
"Ahora ya todo es distinto" -expresó Castaneda nostálgico.

(sigue)